Capítulo 638:

Alexis se encontró con su mirada y preguntó: «¿De verdad lo harías?».

Una sonrisa jugó en los labios de Leonel. «Eso depende de cómo actúes».

Su sonrisa contenía un rastro de amargura. En el fondo, deseaba pedirle que volviera, pero sabía que no lo haría. Sus afectos estaban ahora con Calvin.

De repente, su humor cambió.

Su actitud se volvió aún más fría que antes. Se envolvió en un albornoz y se dirigió hacia el balcón con aire distante. «Señorita Fowler, tiene razón. Esto ha sido cosa de una sola vez».

Bajó la cabeza y continuó, aún sonriendo: «Por muy bajo que caiga, no quiero las sobras de otra persona».

Después de un momento, miró a Alexis.

Ella captó la expresión de su rostro.

Luego giró la cabeza y anunció: «Ya me voy».

La nuez de Adán de Leonel se movió notablemente. Tras una pausa, preguntó: «¿Quieres que te llame un taxi?».

«Puedo conseguir uno yo misma», respondió ella.

Tiró el vestido a la basura. Cuando se dispuso a marcharse, la voz de Leonel la siguió suavemente. «¿Te has vestido tan elegante esta noche sólo para tentarme?».

Alexis no respondió y salió rápidamente.

La puerta se cerró suavemente tras ella. La mirada de Leonel se detuvo en la puerta cerrada, sus pensamientos a la deriva.

Inesperadamente, una cálida gota cayó sobre su brazo.

Se dio cuenta y levantó ligeramente la cabeza.

Tras su intimidad, le quedó claro que la había perdido por completo.

Mientras practicaban sexo, ella estaba distante y apenas presente. Y el nombre que murmuró suavemente no era el suyo.

Leonel dejó escapar una suave e imperceptible carcajada en ese momento.

Eran casi las dos de la madrugada cuando Alexis llegó a casa.

Calvin seguía levantado, esperando.

Había dejado una lámpara encendida y estaba sentado en el sofá del salón, absorto en un libro. Pero esperaba su regreso.

Alexis parecía un poco cansada cuando entró.

Calvin la miró. Con la intuición de un hombre que sabe, pudo discernir por su expresión que Leonel había intimado con ella.

Tras un breve silencio, Calvin se levantó y le sirvió un vaso de agua tibia. Con voz suave, le ofreció: «Te prepararé algo de comer».

Alexis lo detuvo con una sola palabra: «Calvin».

Su voz era áspera, teñida de tristeza o de esfuerzo físico.

Calvin no indagó, simplemente se acercó a ella.

Alexis se apoyó tranquilamente contra su hombro y dijo en voz baja: «Cuando me quede embarazada, volvamos a Braseovell».

Calvin no se preguntó qué pasaría si no se producía el embarazo.

Se limitó a reconocer sus palabras con una inclinación de cabeza, le dio una suave palmada y se dirigió a la cocina.

Preparó un cuenco con sus fideos preferidos. Después de comerse la mitad, no pudo resistirse.

Los recuerdos del encuentro íntimo en el apartamento de Leonel la inundaron.

Pero no, se trataba más bien de una cruda interacción física entre un hombre y una mujer. La idea le provocó náuseas.

Al final, no pudo contenerse. Corrió al baño a vomitar.

Calvin se quedó junto a la puerta y mantuvo las distancias.

Alexis se mojó la cara con agua fría. Cuando se sintió más serena, lo miró a través del espejo y le susurró: «Me quedaré embarazada. Tengo que hacerlo».

A Calvin se le encogió un poco el corazón al oír sus palabras.

Incluso pensó en sugerirle que debería estar con Leonel, para poner fin a este dolor autoinfligido.

Pero las palabras no salían de su boca.

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