Capítulo 617:

Su secretaria estaba al otro lado, conteniendo a duras penas su excitación.

«Señor Douglas, tenemos noticias de la señorita Fowler. Va a volar de Braseovell a Duefron dentro de una semana».

Leonel guardó silencio, inmóvil.

El secretario percibió su inquietud.

Tras una larga pausa, Leonel habló por fin, con voz ronca. «Entiendo».

Pasó media hora desde que terminó la llamada hasta que recuperó la compostura por completo.

Alexis regresaba de verdad.

Ella y su hija Evelyn pronto estarían de vuelta. Emocionado, Leonel empezó a comprar regalos. Imaginaba que a una niña de dos años le encantarían los animales de peluche.

Pensando si regalar un gato o un perro a Evelyn, investigó a fondo y consultó a sus colegas con hijos.

Al final eligió un perro moteado de dos meses, al que llamó Ollie.

Pensaba regalárselo a Evelyn.

Luego pensó que quizá sería mejor tenerlo en su casa.

Allí, Evelyn podría jugar con el cachorro en el césped. El pensamiento de tales momentos mantuvo despierto a Leonel durante varias noches.

Una semana después, en el aeropuerto internacional de Duefron.

Alexis llegó en un vuelo regular, no privado. Tras desembarcar, su hija Evelyn, de dos años y medio, le pidió al oído ir al baño. Alexis la acompañó y esperó fuera mientras Evelyn entraba sola.

Con dos años y medio, Evelyn podía ir sola al baño. Alexis la esperó fuera.

Al poco rato, Evelyn salió y se subió la cremallera.

Sin embargo, el lavabo estaba demasiado alto para ella.

Alexis la levantó y le enseñó a lavarse las manos.

La niña entendió rápidamente.

Alexis sonrió y besó suavemente a Evelyn. «Buena chica», la elogió.

Evelyn respondió con una risita.

Cuando Alexis levantó la vista, a punto de dejar a Evelyn en el suelo, su mirada se clavó en el espejo.

Leonel estaba allí.

Llevaba un traje formal, como si hubiera venido directamente del trabajo.

Parecía más delgado que antes.

Pero seguía teniendo ese aire maduro y encantador típico de un hombre en la flor de la vida.

Sus ojos se encontraron con los de Alexis en el espejo.

Alexis no fingió ignorancia. Esbozó una pequeña sonrisa. «Qué casualidad», comentó, y luego apartó rápidamente la mirada.

Al cabo de un momento, Leonel habló con voz áspera. «No es una coincidencia. He venido a buscarte».

Sus ojos se desviaron hacia Evelyn.

La niña le devolvió la mirada, con expresión de tímido desconocimiento.

Sintiendo su incomodidad, Alexis la rodeó con un brazo y sugirió suavemente: «Saluda al señor Douglas».

«Señor Douglas», lo saludó Evelyn, con modales impecables.

La expresión de Leonel vaciló.

Alexis le estaba presentando como el señor Douglas.

A pesar de sus malentendidos pasados y de su ausencia de tres años, ¿no lo reconocía como el padre de Evelyn?

Sin embargo, con Evelyn presente, una confrontación estaba fuera de lugar. Manejó un tono amable. «El coche está fuera. Vámonos».

Alexis no se movió, sólo sujetó ligeramente a Evelyn.

Leonel se adelantó, pero al darse cuenta de que no lo seguían, dio media vuelta.

Alexis lo encaró, con voz suave pero firme. «No voy contigo».

Los labios de Leonel se apretaron, un indicio de edad en su expresión severa.

Indiferente, Alexis continuó: «Leonel, no es necesario. Lo nuestro se acabó».

Leonel luchó por contener sus emociones. «¿Entiendes lo que dices, Alexis?».

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