Capítulo 591:

Podría parecer que se precipitaba al matrimonio y que no mostraba suficiente mesura si admitía que quería un hijo.

Leonel le tocó la cabeza y le dijo: «Acabamos de empezar nuestra relación. No sería bueno simplemente disfrutar nuestro tiempo juntos durante los primeros dos años?».

Alexis estuvo de acuerdo.

Estaban en las primeras etapas de su relación y aún no se habían casado. Probablemente era demasiado pronto para que ella pensara en tener hijos.

A pesar de que se estaba haciendo a la idea, seguía abrazándolo y comportándose como una niña mimada.

Leonel respondió suavemente: «Si sigues así, puede que tengamos que volver al dormitorio para unas cuantas rondas más. Aún no estoy satisfecho».

Las mejillas de Alexis se tiñeron de rosa. «No tienes vergüenza».

«Si no lo fuera, no te habría conquistado. Recuerda que fuiste tú quien me trajo a casa aquel año. Estabas deseando hacerlo conmigo». Le pellizcó la nariz. «Tenías pensamientos tan impropios a tan temprana edad. Srta. Fowler. Eres realmente especial».

Alexis se abrazó a su cintura y le miró. «Entonces, ¿consideras esto como una retribución a mi iniciativa ofreciéndote a mí ahora?».

Leonel se limitó a sonreír.

Después de cenar, la levantó, se dirigió directamente al dormitorio y cerró la puerta.

Empezaron a hacerlo de nuevo.

Una o dos veces fue manejable, pero a la quinta, Alexis se sintió abrumada y su voz se quebró. «Leonel, ¿aún no has terminado?».

«Ni cerca», dijo él mientras el sudor le resbalaba por la cara.

Incapaz de aguantar más, le rodeó el cuello con los brazos y lo besó. Luego gimió en sus oídos. En ese momento, él alcanzó el clímax.

El dormitorio se llenó de olor a sudor y semen. Cuando recuperó la compostura, la besó y murmuró: «¡Qué niña tan traviesa!».

Con la cara acurrucada en su cuello, Alexis gimoteó: «Me duele un poco».

Leonel se sonrojó.

Mirando a la mujer acunada en sus brazos, no pudo resistir una sonrisa ante su adorable vulnerabilidad, inclinándose para darle un dulce beso.

Abrumada, Alexis no pudo soportarlo más y simplemente la estrechó entre sus brazos, estrechándola contra sí.

Se abrazaron con pasión.

Al cabo de un rato, le dio una palmadita tranquilizadora y le dijo: «Permíteme que te lleve al baño».

Levantando a Alexis, se dirigió hacia el baño, mientras sus risas se mezclaban con los suaves ecos del pasillo.

Lleno de entusiasmo, deseó repetir la experiencia, sintiendo el contacto de su cuerpo contra el de ella. Rodeándole el cuello con los brazos, Alexis susurró: «¡Otra vez no! Leonel, eres muy travieso».

Una suave risita escapó de los labios de Leonel.

En el acogedor abrazo de la noche, bajo el edredón, se sentía como en el cielo. Alexis le dio un codazo juguetón. «Sin planes de escapar, ¿eh?»

Suavemente, Leonel apretó sus labios contra los de ella.

Finalmente, se inclinó de nuevo, capturando sus labios. Preguntó: «¿Todavía quieres que me vaya o te lo estás pensando mejor?».

Con afecto en su mirada, Alexis le sonrió.

Juguetonamente, le pasó una mano por el hombro y bromeó: «Después de tantos asaltos, mis piernas no me llevarán a casa. Estoy pegado a ti».

Alexis se sonrojó y replicó: «Si no te apetece irte, quédate aquí.

¿No deberías avergonzarte de tus guarradas?».

Una sonrisa se dibujó en el rostro de Leonel.

Rozando suavemente sus labios con los dedos, le plantó un tierno beso antes de apoyar la frente en la de ella. Con un tono suave, comentó: «No eras tan tímida cuando lo hiciste conmigo hace un momento.

¿Qué es esto? ¿Estás intentando derribar la Escalera?».

Al intentar apartarse, Alexis quedó atrapada en su mirada. En el suave resplandor del dormitorio, él la miraba con intensidad juguetona.

La claridad brillaba en sus ojos.

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