Capítulo 2193:

Elva no podía soportar ver sufrir también a su hijo.

A pesar de su cansancio, se levantó, se vistió y se dirigió a la villa de Luis, donde una vez habían compartido una vida como marido y mujer.

La villa parecía exactamente como ella la recordaba.

El personal, aún levantado, la saludó respetuosamente como Sra. Méndez.

Elva preguntó: «¿Dónde está Luis?».

La criada respondió: «El Sr. Méndez está arriba con el pequeño Sr. Samuel. Se siente un poco nervioso. Al pequeño le cuesta dormir en un entorno desconocido».

Preocupada por Samuel, Elva subió directamente.

El segundo piso estaba bañado por una luz brillante.

En el dormitorio, Luis, impulsado por el trabajo, seguía vestido de día, con la camisa desabrochada.

Torpemente, acunó a Samuel, intentando consolarlo.

Samuel, acurrucado en sus brazos, a veces sonreía feliz y otras permanecía callado.

Cuando Elva se acercó, Luis se sintió aliviado.

Pasándole a Samuel, le dijo: «No quiere dormir. Cada vez que se despierta, viene a mí».

Elva aceptó tiernamente a Samuel, murmurando suavemente: «Necesita un poco de leche antes de acostarse». Luis desconocía este hecho.

Elva añadió: «Tengo algunas en el coche. Voy a sacar la maleta pequeña del maletero. He traído todo lo esencial de Samuel».

Luis dudó un momento.

Miró a Elva con aire pensativo.

Mientras consolaba a su hijo, le instó suavemente: «Ve a tomar un tentempié».

Aunque no le reprendió, su disgusto era evidente.

Luis bajó las escaleras y abrió el maletero del coche de Elva, donde descubrió una pequeña maleta llena de cosas esenciales para el bebé de Samuel.

De repente, sintió que se le formaba un nudo en la garganta.

En ese momento, comprendió plenamente la transformación que había sufrido Elva, que había pasado de ser una joven a convertirse en madre.

Era, sin duda, una madre encomiable.

Justo cuando iba a cerrar el maletero, algo le llamó la atención: un destello de brillo.

Lo cogió y se dio cuenta de que era su alianza.

Era el mismo anillo que una vez había deslizado en el dedo de Elva, ahora arrojado a un lado sin cuidado.

Luis miró el anillo durante un rato antes de guardárselo en el bolsillo, cogió la maleta y subió las escaleras.

Elva tarareaba suavemente una melodía para Samuel.

El pequeño parecía haber mojado el pañal, así que Elva se lo cambió.

El bebé de seis meses estaba encantado de ver a su madre, aunque tenía hambre.

Se tumbó en la cama grande, dando enérgicas patadas con los pies.

Su suave rostro se iluminó con una sonrisa, mostrando sus delicadas facciones.

Samuel adoraba a su madre y no quería dejarla marchar.

Probablemente se acordó de su leche materna y se acercó a su pecho.

Elva complació a su hijo.

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