La segunda oportunidad en el amor -
Capítulo 2157
Capítulo 2157:
La brisa del atardecer despeinaba el largo cabello de Elva, pero no lograba ocultar sus impresionantes facciones.
En ese momento parecía aún más radiante.
Luis, sin poder resistirse, la acercó y le besó suavemente la frente, luego susurró: «¿Me has perdonado?».
Elva permaneció en silencio.
A decir verdad, su enfado se había calmado, pero la cuestión seguía punzándole el corazón como una espina obstinada, difícil de arrancar.
Tal vez con algo de suerte y años de un matrimonio decente, el escozor de este recuerdo podría desvanecerse, pero por ahora, perduraba.
Incluso sin una respuesta de ella, el temperamento de Luis seguía bajo control.
Sacó el anillo de diamantes del bolsillo e intentó colocárselo de nuevo en el dedo.
Elva se resistió, pero Luis fue persistente, calmándola con: «Este anillo es de un hombre que te quiere y desea casarse contigo, no del hombre con el que estás destinada a casarte. La próxima vez te traeré uno aún más grande».
Le pellizcó juguetonamente la nariz y la reprendió por hacer caso de los consejos de Alexis.
Elva no dijo nada, se limitó a mirarle, sintiendo una repentina punzada de tristeza.
Sintió que Luis sí se preocupaba por ella, pero deseó que hubiera sido antes.
Se le llenaron los ojos de lágrimas.
La voz de Luis se suavizó.
«Elva, lo siento mucho. En realidad…»
Había tenido la intención de decirle que sus sentimientos por Holley habían sido un mero desliz, nada más.
Sin embargo, admitirlo ahora le parecería una excusa poco convincente, así que prefirió guardar silencio y limitarse a ofrecerle consuelo.
Elva se apartó bruscamente: «¡No soy tan frágil!».
Luis le golpeó la nariz juguetonamente.
Al anochecer, el tiempo era perfecto, marcando uno de sus momentos más queridos juntos después de años de estar enamorados.
Antes, Luis siempre había estado demasiado ocupado con su trabajo como para pasar un rato tan agradable con ella.
Pensó que aquello era realmente maravilloso.
Aunque Elva no había acordado ninguna cita, Luis se presentó en su puerta a la mañana siguiente, dispuesto a llevársela a correr por la mañana.
Aún era temprano y Elva apenas estaba despierta.
La voz de un criado resonó desde la puerta: «Señorita, el señor Méndez está aquí. Insiste en llevarla a correr».
¿Corriendo?
Elva echó un vistazo a su teléfono.
Eran sólo las seis de la mañana.
Ella gimió y se dio la vuelta, pensando para sí misma que estaba en una relación con Luis, no conspirando contra su familia.
¿Era realmente necesario tanto entusiasmo?
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