Capítulo 2150:

Dormía profundamente, pero tenía el ceño ligeramente fruncido, prueba del estrés al que se había enfrentado.

Pero a sus ojos, él se lo había buscado; ella no sentía piedad por él.

Pero al mirarlo, Elva levantó la almohada y leyó las palabras: «Un imbécil bien parecido».

Desde luego era guapo, ¡eso se lo reconocía! De repente, soltó una suave carcajada, radiante y encantadora.

Sin previo aviso, la cogió de la mano y la abrazó.

Apretada contra Luis, con la mejilla contra su traje, su corazón se aceleró.

Intentó apartarse, pero no pudo.

La agarró por la cintura y la estrechó contra él.

Elva hizo un mohín.

«¿Has venido a mi habitación sólo para proponerme matrimonio?»

Al oír su comentario, Luis abrió más los ojos y bajó la cabeza para mirarla con ternura.

Susurró: «He venido a verte, no a proponerte matrimonio. Pero tus padres dijeron que no estabas en casa».

Jugueteó con los botones de su traje.

«¡No quería verte!»

A pesar de sus palabras, Luis sabía que no lo decía en serio.

No estaba enfadado.

Apoyándose en el sofá, preguntó: «¿No echas de menos mi tacto, mi beso?».

Fue directo en sus preguntas.

Sus dedos se aflojaron en los botones de él mientras ella replicaba: «¡Descarado! Podría encontrar fácilmente a alguien mucho mejor que tú».

No pudo terminar sus palabras.

Luis la cortó con un beso; en ese momento, sólo un beso profundo y apasionado parecía adecuado.

Cuando por fin se apartó, murmuró: «Yo sólo…».

De hecho, antes no le importaba mucho el pasado de su compañero.

Había sido normal que la gente tuviera relaciones en el pasado, pero ahora se encontraba incapaz de tolerar la idea de que Elva estuviera con otros.

Necesitaba asegurarse de que ahora era su único hombre, lo que significaba que ella le pertenecía a él y sólo a él.

Sólo él sabía lo vulnerable que se mostraba en los momentos privados, y lo quería todo para él.

Susurró estos pensamientos coquetamente.

A Elva le parecieron desagradables sus palabras, muy poco habituales en él; normalmente era reservado y distante con ella.

Ella dijo desafiante: «¡He tenido muchos hombres! No eres el único».

Volvió a comportarse como una princesa mimada.

Sin embargo, su comportamiento infantil le resultaba entrañable.

Sonriendo, le dijo: «Elva, me encanta cuando actúas un poco inmadura delante de mí».

Elva miró fijamente a Luis.

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