Capítulo 1983:

Reconoció a Rafael, que siempre la había observado desde lejos.

En realidad, los niños eran increíblemente perceptivos.

Mientras tanto, Rafael estaba abrumado por sentimientos encontrados, sintiendo remordimientos por la niña.

Acarició tiernamente la mejilla de Leyla, pero le costó encontrar las palabras adecuadas.

Finalmente, logró esbozar una sonrisa melancólica y dijo: «Sé una buena chica para tu madre, y espero que encuentres la felicidad cada día con ella y con Dylan».

Su voz tembló ligeramente al hablar.

Ningún arrepentimiento podría alterar el pasado.

Su vida era un caos y Rafael no quería que Leyla se viera atrapada en su caótico mundo.

Mucha gente se preocupaba por ella, y él creía que era mejor permanecer distante en su vida.

Leyla miró a Rafael.

Luego alargó la mano, le tocó la cara y le susurró: «Mamá decía que los mayores nunca lloran».

Conmovido por sus palabras, Rafael la abrazó con fuerza.

Leyla apoyó la cabeza en su hombro, intuyendo que entendía más de lo que le decían.

Secó suavemente las lágrimas de Rafael.

Luego susurró: «¡Sabía que eras mi padre!».

Rafael se quedó atónito ante sus palabras.

La empatía de Leyla brilló mientras le abrazaba cariñosamente y le plantaba un tierno beso en la mejilla.

En ese momento, Rafael estuvo a punto de llorar.

Luchó con todas sus fuerzas para mantener la compostura.

Abrazó a Leyla durante un largo rato antes de entregársela finalmente a Dylan.

Mientras tanto, Dylan observaba el intercambio en silencio.

«¡Cuídala bien!» Raphael dijo con voz ronca.

Luego se dio la vuelta y se alejó a toda prisa.

Dylan acunó a Leyla y vio desaparecer a Raphael.

Luego le preguntó amablemente: «Sabías que era tu padre, ¿verdad?».

Leyla se volvió hacia él, rodeándole el cuello con los brazos, pero permaneció en silencio.

Después no dijo nada.

Dylan negó con la cabeza y se resignó, abrazándola sin seguir hablando.

A lo largo de los años, Dylan había estado al lado de Leyla más de lo que nunca lo había estado Rafael.

Le tocó suavemente la cabeza y le susurró: «Espero que crezcas rápido, bomboncito».

Mientras tanto, Rafael canceló su cita.

Volvió a acomodarse en su coche.

Apagó el teléfono y se recostó en el asiento, atormentado por las palabras de Leyla: sabía que era su padre.

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