La segunda oportunidad en el amor -
Capítulo 1922
Capítulo 1922:
Así que Edwin decidió reducir sus actividades sociales.
Reconocía que Olivia era su hermana y no podía esperar que Laura cargara sola con la responsabilidad; Laura merecía su propio tiempo para disfrutar de la vida.
Edwin subió las escaleras sin mencionar a Dylan, y Olivia tampoco preguntó. Compartieron una cena tranquila y, después, cada uno se ocupó de sus actividades personales.
Más tarde, por la noche, Edwin se llevó a Leyla con él, explicándole que se quedaría en su habitación unas noches para darle a Olivia algo de espacio.
En la soledad de la noche, Olivia continuó su trabajo artístico, centrándose en su serie de cómics. Esta vez, modificó el final.
Los tres ositos no acabaron juntos, sino que siguieron caminos separados, cada uno forjando una nueva senda.
Al finalizar la sombría conclusión, Olivia se quedó momentáneamente ensimismada, tentada de volver al original más alegre.
Sin embargo, al final se decidió por el relato más oscuro. Cerca de las once de la noche, organizó su escritorio y se preparó para acostarse.
Después de su rutina nocturna, se metió en la cama y sacó un libro de poemas, que leyó a la luz de las lámparas. Unos diez minutos después, su teléfono vibró con una llamada de un número desconocido, a altas horas de la noche.
Tuvo una fuerte corazonada sobre quién podría ser y prefirió no responder, deseando cortar todos los lazos con Dylan.
Mientras tanto, Dylan permanecía de pie junto a la ventana de su apartamento, muy iluminada pero incapaz de iluminar la penumbra de su corazón.
Miró el teléfono y dudó si volver a marcar, temiendo perturbar su sueño.
Se quedó mirando la ventana, con los ojos cansados, antes de girarse lentamente para observar su apartamento.
Su Nana había cruzado la hamaca que él había fabricado para ella.
Le encantaba, siempre descansaba en ella con alegría.
Pero esta noche, Leyla se apoyó contra Edwin mientras éste la alejaba de Dylan, gritando su nombre en un momento de vulnerabilidad.
Dylan cerró los ojos.
Cuando volvió a abrirlos, golpeó la pared con tanta fuerza que le sangró la mano.
Sin embargo, no sintió dolor.
Un golpe en la puerta interrumpió sus cavilaciones.
Esperando que fuera alguien de la administración de la propiedad, Dylan abrió la puerta, sólo para encontrar a Gina en cuclillas como un cachorro abandonado, mirándolo.
«He estado sentada aquí durante dos horas, Dylan.»
En el pasado, una visión así habría ablandado el corazón de Dylan lo suficiente como para perdonarla.
Una vez se había preocupado de verdad por ella.
Pero ahora, sus ojos no contenían más que frío desdén.
La miró fijamente y le preguntó: «¿Cómo has conseguido la clave del ascensor?».
Gina retuvo la información, alimentando su impaciencia.
Dominado por la ira, Dylan la expulsa a la fuerza del edificio.
Lloró, suplicando: «¡No me hagas esto, Dylan! No pretendía arruinar vuestra relación.
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