La segunda oportunidad en el amor -
Capítulo 1897
Capítulo 1897:
Edwin, aprovechando la oportunidad para cambiar el ambiente, metió la mano en el abrigo y entregó a la criada un sobre, una generosa propina que indicaba su agradecimiento por su discreción.
La criada dejó la comida y salió rápidamente, cerrando la puerta con cuidado tras de sí.
Laura, deseosa de zafarse de aquel abrazo cada vez más apasionado, intentó deslizarse fuera del regazo de Edwin.
Pero Edwin, ahora conmovido por el momento, profundizó sus besos, sus manos explorando con creciente intensidad.
Preocupada porque Edwin pudiera perder la compostura, Laura le rodeó el cuello con los brazos y le susurró: «Ahora no, Edwin. Antes deberías comer algo».
Respirando agitadamente, Edwin apretó la frente contra la de ella.
«Pero te quiero ahora», murmuró en tono áspero.
Con voz suave, Laura le tranquilizó, prometiéndole futuros momentos de intimidad. A regañadientes, Edwin la soltó, sus deseos temporalmente calmados por las garantías de ella.
Después, su conversación giró en torno a Dylan y Olivia. Laura eligió sus palabras con cuidado, no quería parecer parcial hacia Dylan.
Al notar su vacilación, Edwin se burló suavemente de ella: «Vamos, sé lo que te preocupa, niña tonta».
Con eso, se sentó para disfrutar de la merienda de medianoche que le habían preparado. Laura, agarrándose a uno de sus brazos, dijo en voz baja: «Olivia aún siente algo por él».
Edwin la miró y respondió con calma: «Lo sé».
Dylan y Olivia tenían una larga historia juntos. Habían compartido muchos años, por lo que a Olivia le resultaba difícil pasar simplemente de él.
Tras terminar su tardía cena, Edwin consideró la posibilidad de fumarse un cigarrillo, pero luego decidió no hacerlo, sabiendo que a Laura le desagradaba el olor.
Miró por la ventana la luna creciente, pensativo. Imaginó lo contentos que estarían Dylan y Olivia si formaran una familia; seguro que llevarían una vida feliz.
Unos días después, llegó un regalo inesperado de Dylan para Olivia. Se lo entregaron por la mañana temprano, en una caja delicadamente elaborada.
Sin embargo, Olivia no encontró dentro ni joyas caras ni un bolso de diseño. En cambio, para su asombro, contenía un espécimen de mariposa, acompañado de una nota de Dylan.
Olivia, sentada en el calor del pequeño salón de su casa, se recostó en el sofá para leer su mensaje.
Mientras tanto, Leyla dormía profundamente en el dormitorio. Olivia sostuvo la tarjeta y examinó el espécimen de mariposa. Le vinieron a la mente recuerdos de sus primeros años de casados.
Dylan siempre le había traído regalos únicos de sus viajes de negocios, a veces extravagantes, otras veces cosas que él mismo había fabricado.
Este regalo, cuidadosamente elegido por Dylan, la cautivó. Lo admiró una y otra vez, sintiendo que tal vez era el regalo más significativo que había recibido nunca.
En la puerta, Edwin se detuvo, observándola un momento antes de burlarse: «¡Vaya, vaya, qué tonta eres!».
Con la caja en la mano, Olivia se volvió hacia él con una sonrisa radiante.
Su expresión dejó a Edwin momentáneamente sin palabras.
Entró en el dormitorio, despertando suavemente a Leyla, y la ayudó a vestirse.
«¡Vamos de compras, cielo!», dijo con tono serio.
Leyla, aún medio dormida, rodeó el cuello de Edwin con los brazos. Apoyó la cabeza en su hombro y volvió a dormirse mientras él la vestía.
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