Capítulo 1847:

«Puedo arreglármelas sola», insistió Olivia.

Edwin la miró con severidad. «¡Soy tu hermano, así que no discutas conmigo! Abre la boca y pórtate bien».

Olivia accedió, comprendiendo que no tenía otra opción. Mientras Edwin le daba la sopa, le preguntó casualmente: «¿Te has cruzado con Dylan? Se negó a reconciliarse contigo, ¿verdad?».

Olivia permaneció en silencio.

Edwin continuó con una leve sonrisa: «La mujer que trajo al hospital se llama Gina; pasó sus años de formación en el extranjero».

Hizo una breve pausa antes de continuar: «Dylan compró una bodega hace algún tiempo y ha estado gestionando activamente el negocio del vino. Gina es su ayudante. En cuanto a su relación, no me corresponde comentarla».

Olivia meditó las palabras de Edwin en silencio durante un rato. Cuando se acercaba el final del plato de sopa, Olivia finalmente habló en voz baja.

«Pero ese no es el tema que nos ocupa. Lo que me preocupa es la actitud de Dylan. Antes creía que yo ocupaba un lugar especial en su corazón, pero hoy he visto su afecto por otra mujer.

A pesar de nuestra separación de dos años, parece ignorar el tiempo que ha pasado como prueba de nuestro amor. Incluso me sugiere que pase otros dos años decidiendo entre Rafael y él».

Olivia miró a su hermano y continuó: «Si Leyla fuera realmente su hija, no estaría lidiando con semejante aprieto. Podría haberme enfrentado a él. Pero no, ahora me siento totalmente impotente. No sé qué hacer. En realidad no me da ninguna opción, Edwin».

Olivia forzó una sonrisa amarga y guardó silencio. Giró la cabeza y contempló la luz de la luna que se colaba por la ventana. En ese momento, parecía haber determinado su próximo curso de acción.

Edwin le acarició la cabeza con dulzura y le dijo: «Ya eres mayorcita y tú decides. Por ahora, necesitas descansar». Con esas palabras, Edwin arropó a su hermana y se tumbó en el sofá.

Pero a Olivia le resultaba imposible conciliar el sueño. Cada vez que cerraba los ojos, la imagen de Dylan cargando a la joven rondaba sus pensamientos.

No podía evitar preguntarse si realmente le importaba su matrimonio. Como mínimo, Dylan debería haberse esforzado por explicarle las cosas, pero no lo hizo.

A la mañana siguiente, sintiéndose mejor, Olivia recibió el alta y Edwin la acompañó a casa. Al haber pasado sólo una noche en el hospital, Olivia no tenía pertenencias que recoger. Sentada en el sofá, envió un mensaje de texto a su abogado, solicitando la redacción de unos documentos legales. Al pulsar enviar, vio a una hermosa mujer junto a la puerta. Edwin le dijo que se llamaba Gina, como la perra de Dylan. A Olivia no se le escapó la ironía.

El día anterior, Olivia había expresado su deseo de criar al perro junto con Dylan. Olivia esbozó una sonrisa amarga.

El aspecto amable e inocente de Gina despertó en Olivia recuerdos de su yo del pasado. Gina se abstuvo de entrar en la habitación y optó por quedarse junto a la puerta mientras decía en voz baja: «Dylan me importa mucho. Soy consciente de vuestra separación. Si tus sentimientos por él han cambiado, ¿puedo quedármelo? Te aseguro que lo cuidaré mucho».

Olivia dejó tranquilamente el teléfono a un lado al oír las palabras de Gina. No había previsto la inocente franqueza de Gina, lo que le dificultaba reprenderla. En realidad, Gina tenía razón.

La reciente propuesta de Dylan de vivir separados parecía una antesala del divorcio. La audacia de Gina probablemente se debía a la evidente amabilidad de Dylan hacia ella, que reforzaba su confianza.

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