Capítulo 1783:

Tras observarla en silencio un momento, Raphael indicó al conductor: «A la carretera». Como Sharon se negó a subir al coche, Raphael indicó al conductor que se marchara, sin mostrar ningún signo de vacilación o compromiso -típico de su trato con Sharon a lo largo de los años-.

Las razones de Rafael para mantener a Sharon cerca eran más pragmáticas que románticas. Al principio, se sintió atraído por Sharon porque destacaba en su círculo. Curioso, Rafael se preguntaba si podría enamorarse de una mujer tan extraordinaria, quizás entonces podría casarse con ella y borrar a Olivia de sus pensamientos.

Hizo un esfuerzo. Con el tiempo, y especialmente en los momentos de embriaguez, su relación se fue estrechando. Una vez, bajo los efectos del alcohol, Rafael recordó el aroma de su perfume mientras ella lo besaba. Estaba borracho, pero seguía siendo plenamente consciente de lo que le rodeaba. Raphael sintió los labios de Sharon sobre los suyos y, aunque no la apartó, no se sintió conmovido por el gesto.

Contempló la posibilidad de que la intimidad condujera a algo más, tal vez incluso a un hijo, después de lo cual podrían casarse, lo que parecía una progresión natural para una pareja. Sharon era sin duda una pareja adecuada para muchos. Sin embargo, a pesar de que ella tomó la iniciativa aquella noche, su deseo estaba ausente. En su mente rondaba el recuerdo de Olivia, envuelta únicamente en una manta de lana, abalanzándose sobre él tras su intimidad.

Era la primera vez que estaban juntos. Después, recordó la mancha de sangre en las sábanas y las quejas de incomodidad de Olivia. Había sido delicado con ella, precavido para no hacerle más daño tras su precipitado primer encuentro. No se había atrevido a precipitarse de nuevo con ella.

Pero la ternura de aquel momento, la visión de Olivia debajo de él, su delgada cintura y la belleza de sus formas permanecían en su mente, atormentándolo a lo largo de los años… Le estaba volviendo loco.

Como hombre de negocios de éxito, Rafael se encontraba a menudo con mujeres jóvenes que mostraban interés por él y, aunque no las rechazaba, cada encuentro le dejaba pensando en Olivia: sus brazos alrededor del cuello, su suave llamada. Estos recuerdos eran enloquecedores, un marcado contraste con las fugaces conexiones que experimentaba.

Raphael recordaba lo vibrante que había estado Olivia aquella noche, sus susurros de «Te quiero, Raphael. Te quiero…» llenaban el aire una y otra vez. Al aflorar estos recuerdos, una sonrisa sardónica se dibujó en su rostro.

Pronto, era el día de San Valentín. Alexis y Leonel celebraban su boda en una pintoresca isla y habían organizado el viaje y el alojamiento de todos sus invitados. Los asistentes se dividieron en dos grupos para el viaje, ya que en un solo avión no cabían todos.

Al subir al avión, Olivia descubrió que Rafael también iba en su vuelo. Parecía relajado, con el abrigo sobre el regazo, mientras las azafatas le dirigían miradas, probablemente reconociéndole y esperando una foto. Sin embargo, Rafael no les prestó atención.

Cuando Olivia se acercó, Rafael levantó la vista en silencio y sus ojos se cruzaron. Resultó que el asiento de Olivia estaba junto al suyo. Justo cuando estaba a punto de pedir a otro pasajero que cambiara de asiento, una azafata introdujo discretamente una nota en el bolsillo de Raphael.

Olivia se detuvo, sorprendida. Raphael se dio cuenta de su reacción, retiró la nota y se la devolvió a la azafata, diciendo con frialdad: «Lo siento, no puedo aceptar esto. Mi mujer está aquí mismo».

La azafata se disculpó, confundiendo a Olivia con la esposa de Rafael. Después de que la azafata se retirara, Olivia tomó asiento y afirmó rotundamente: «No digas tonterías, Rafael. No tengo nada que ver contigo».

Hojeando una revista, Raphael respondió despreocupado: «¡Venga, no es para tanto! No te lo tomes tan en serio».

Los labios de Olivia se curvaron en una leve sonrisa mientras sugería: «¿Por qué no te traes a Sharon?».

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