La segunda oportunidad en el amor -
Capítulo 1718
Capítulo 1718:
La habitación había estado demasiado oscura antes, y acababan de terminar una acalorada discusión. Él, sinceramente, no se había dado cuenta de sus heridas. Si las hubiera visto, nunca habría dejado salir a Alexis.
Presa del pánico, se apresuró a salir.
Sus movimientos eran torpes. Al pisar el camino de guijarros del patio, las resbaladizas piedras casi le hicieron resbalar. Un criado sujetaba un paraguas con una mano y le sostenía con la otra. En ese momento, Leonel dejó a un lado su orgullo y su dignidad.
Luchando, llegó a las puertas de la villa.
Alexis estaba siendo retenido por los guardias.
Se sentó en silencio en el coche. La lluvia golpeaba con fuerza, y aunque los limpiaparabrisas se movían de un lado a otro, no conseguían mantener la lluvia a raya.
La vista se le nublaba.
Era difícil distinguir si se debía a la lluvia o a las lágrimas de sus ojos.
Avanzando cojeando, Leonel golpeó la ventanilla del coche, su voz apenas audible por encima de la tormenta. «¡Fuera!»
Alexis se volvió para mirarle, con expresión tranquila al encontrarse con sus ojos.
Separado por el cristal, Leonel pudo ver la sangre que goteaba de su brazo.
Alexis parecía entumecida. Tenía la cara pálida y temblaba mientras sacaba un paquete de cigarrillos de la consola. Encendió uno y llenó el coche de humo antes de volverse hacia Leonel.
Cuando bajó la ventanilla, su voz era fría. «Abre el portón».
Era una noche lluviosa y Leonel parecía muy severo. Se agachó y observó las alarmantes manchas de sangre en el brazo de Alexis. Siempre había pensado que Alexis era una persona racional, pero ahora, sentía que había cambiado.
Se negó a dejarla marchar. Metió la mano bruscamente y forzó la puerta del coche.
«¿Qué haces? ¿No habías dicho que estábamos en paz? ¿Qué tiene que ver esto contigo?»
Leonel la sacó del coche. Al ver la sangre en su delicado brazo, aflojó el agarre. La lluvia le caía por la cara y sus ojos ardían de intensidad.
Tragó saliva, conteniendo sus emociones. «¡Deja de ser testaruda! ¿Quieres morir?»
Alexis le miró, con expresión ilegible.
En la oscuridad, sus mejillas brillaban por las lágrimas y sus labios temblaban. Tras una pausa, habló en voz baja: «No te preocupes, no tomaré ninguna decisión precipitada por tu culpa. Viviré mi vida».
La agarró con una mano y con la otra buscó en el coche hasta encontrar un frasco de coagulante. Le puso dos pastillas en los labios. Alexis tosió cuando se las metió.
«¿Estás loco, Leonel?
Al notar la sangre en su brazo, la sujetó con cuidado, con la voz llena de desesperación. «¡Claro que sí! Me estoy volviendo loco».
En aquella noche lluviosa, todos los demás sonidos parecían desaparecer.
Alexis le agarró la mano, su cuerpo temblando ligeramente. «¿Por qué me has alejado?»
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