Capítulo 1706:

Estaba acostumbrada a que la gente la adulase. Nunca nadie le había hablado así de duro.

Leonel lo había clavado. «¿Esos chicos que te dicen cosas dulces? Es porque saben que te acostarás con ellos».

Leonel lo sabía todo sobre Hester, incluida su historia.

Hester replicó: «Leonel, si lo sabes todo de mí, ¿por qué me contrataste igualmente?».

Leonel cerró las cortinas con un suave movimiento. La tela oscura le recordó el pelo negro azabache de Alexis.

Tras una larga pausa, respondió con frialdad: «Nada especial. Te elegí porque eres como todos los demás».

En realidad, eligió a alguien al azar.

Entonces Leonel le pidió a Hester que se marchara. La había contratado para el espectáculo, no para vivir con él.

El dormitorio de Hester estaba en la parte trasera de la villa, escondido con los sirvientes.

Cuando se marchó, Leonel miró por la ventana.

Una sola gota de lluvia se deslizó por el cristal, brillando como una pequeña gema.

Se decidió a cortar los lazos con Alexis.

Leonel no quería verla, y definitivamente no la quería en su vida. Sin embargo, Alexis no lo presionaba. Sólo lo visitaba de vez en cuando. A veces le llevaba un libro que creía que le gustaría. Otras veces, aparecía con las albóndigas de carne hechas a mano por Waylen -algunas hervidas y otras fritas-, que siempre habían sido las favoritas de Leonel desde que era niño. El rico relleno de carne las hacía irresistibles.

Cuando llegó el otoño, Alexis le trajo a Leonel un jersey.

Lo había tejido Rena a mano, de cuello alto, perfecto para descansar en casa.

Alexis se lo tomaba con calma, no se precipitaba con Leonel. A menudo se cruzaba con Hester, que se burlaba de ella, pero en el fondo, Hester estaba celosa de Alexis.

Alexis sabía que Leonel aún sentía algo por ella, por eso se sentía bien apareciendo de vez en cuando.

Leonel no quería ver a Alexis, pero no tenía ningún problema con las cosas que ella le traía. Cuando ella se iba, él devoraba las albóndigas, se ponía el suéter y abría el libro en su estudio.

Alexis incluso había marcado algunas líneas en el libro, pequeños mensajes de afecto.

Leonel se sonrojaba al leerlas.

Cerraba el libro y se decía que no podía seguir haciéndolo. Si no tenía cuidado, Alexis lo conquistaría.

Ya entrada la noche, tomó su teléfono, con ganas de llamarla y ponerle las cosas claras. Era hora de dejar las cosas claras.

Leonel se sorprendió cuando Alexis cogió el teléfono después de unos pocos timbres.

Su voz era ronca: «¿Qué pasa? Sabes que es tarde, ¿verdad? Sea lo que sea, ¿no puede esperar hasta mañana? Estoy…»

A Leonel se le hizo un nudo en la garganta al oír su voz.

Hacía años que no oía hablar a Alexis. Aunque la visitaba cada cierto tiempo, nunca la había visto y nunca la había llamado.

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