La segunda oportunidad en el amor -
Capítulo 1638
Capítulo 1638:
Se levantó y salió a su encuentro, ofreciéndole la mano. La alejó de las escaleras, acariciando estos últimos momentos de tomarla de la mano.
Leonel encendió la música y bailó con la mujer que amaba por última vez.
«Eres el amor de mi vida, Alexis», susurró mientras la abrazaba.
En realidad, Leonel nunca había dejado de amar a Alexis, ni una sola vez.
Por eso se sentía como una tortura a medida que se acercaba la fecha límite. Había aguantado hasta el último día antes de decidirse a separarse de Alexis, con la esperanza de que ella fuera feliz el resto de su vida.
La noche cayó en silencio, igual que el momento de la despedida.
Ni siquiera bebieron el vino ni terminaron la cena. Alexis se apoyó en el hombro de Leonel y le susurró: «Adiós, Leonel».
Una a una, las cajas fueron cargadas en el coche por el conductor.
Leonel observó cómo Alexis subía al coche, con el bebé en brazos.
Con los ojos fijos en ella, la vio cerrar suavemente la puerta.
Con lágrimas en los ojos, corrió hacia el lado del conductor. «Los llevaré yo», le dijo al conductor.
El conductor dudó antes de encogerse de hombros. «De acuerdo. Conduzca con cuidado».
Leonel se puso al volante y lo agarró con fuerza.
«Cuando llegues al extranjero, mándame una postal si te viene bien», le dijo a Alexis. «O mándame fotos de Cordelia para que vea cómo está».
«De acuerdo», aceptó Alexis.
Ambos se sentían tristes, así que no hablaron mucho. Sin decir nada más, Leonel arrancó el coche y se marchó.
Como llevaba a Alexis y a Cordelia, conducía con cuidado, no como su estilo habitual.
La noche se oscurecía a medida que pasaba el tiempo.
Las luces parpadeaban detrás de ellos mientras el coche avanzaba con paso firme por la carretera.
Dentro del coche reinaba el silencio. En un momento dado, Leonel quiso preguntar si Alexis necesitaba agua, pero justo cuando abría la boca, ¡un camión del carril contrario perdió de repente el control y se dirigió a toda velocidad hacia ellos!
Las luces del camión les cegaron.
Pero Leonel no se asustó. Al contrario, se sintió agradecido.
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