Capítulo 1540:

La sirvienta hizo una pausa, considerando sus circunstancias. A pesar del sueldo decente y de los rumores sobre el rigor de Leonel, ignorar el riesgo no era una opción.

El despido del chófer de esta noche le sirvió de duro recordatorio. Si Leonel descubría su ayuda a Alexis, podría perder su trabajo.

Sin embargo, el reloj que tenía en la mano valía al menos cien mil dólares.

Alexis fijó la mirada en el criado, confiada en su suposición. Como había previsto, la sirvienta dudó brevemente antes de aceptar.

Prometió traer la medicina con el desayuno a la mañana siguiente, suplicando a Alexis que no revelara su implicación. Alexis la tranquilizó.

La sirvienta se guardó el reloj en el bolsillo del delantal, recogió el plato y se marchó. El pasillo permaneció iluminado durante un tiempo considerable.

Al pie de la escalera, Leonel se apoyó en la barandilla, fumando en silencio, como si esperara la llegada de alguien.

La sirvienta asintió respetuosamente a Leonel, con la intención de bajar las escaleras. Sin embargo, Leonel detuvo sus movimientos.

Presa del pánico, la sirvienta tanteó, haciendo que el objeto que llevaba en la mano resbalara y cayera al suelo. Al agacharse apresuradamente para recogerlo, el reloj se le escapó del bolsillo.

Intentó ocultarlo, pero antes de que pudiera actuar, Leonel ya lo había cogido. Lo examinó detenidamente y habló con tono mesurado.

«Creo que este reloj pertenece a Alexis. Le has robado el reloj. Debería ponerme en contacto con las autoridades y llevarte inmediatamente a comisaría.

Te interrogarán para ver si has robado algo más de la villa. Podrías enfrentarte hasta a diez años de cárcel».

El semblante de la sirvienta palideció mientras se apresuraba a intervenir: «Fue la señora Douglas quien me lo dio».

«¿Ella te lo dio?». La sonrisa de Leonel era sardónica. «¿Por qué razón te daría un reloj tan valioso? Tus excusas son débiles. Avisaré a las autoridades de inmediato».

La sirvienta estaba aterrorizada. Indiferente a su propio beneficio y a la posible traición a Alexis, la sirvienta confesó: «La señora Douglas me pidió que le comprara píldoras anticonceptivas».

Hablando tímidamente, observó el rostro de Leonel, temiendo una posible violencia de su parte hacia Alexis. Observó con cautela sus reacciones.

Todos los empleados sabían que la relación entre Leonel y Alexis era poco convencional y que Alexis estaba sometida a él.

Leonel mantuvo una expresión impasible. Tras juguetear brevemente con el reloj de diamantes, Leonel se lo devolvió despreocupadamente al criado, comentando: «Ya que Alexis te lo regaló, es tuyo».

La sirvienta no tardó en expresar su gratitud, pero ésta fue disminuyendo a medida que la incertidumbre se apoderaba de ella. ¿Era Leonel realmente tan fácil de llevar?

La mirada de Leonel se suavizó mientras hablaba suavemente: «Mañana por la mañana, habrá un frasco de medicina en el escritorio de mi estudio. Llévaselo a Alexis. A partir de ahora, te ocuparás de sus necesidades. Si le ocurre algo, tendrás que rendir cuentas».

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