Capítulo 1459:

Alexis permaneció en silencio, su forma inmóvil, incluso mientras él salía. Una vez sola, una lágrima solitaria trazó su mejilla.

El amor de Leonel se había reducido a mera posesión, su miedo al abandono era más fuerte que su deseo de que ella fuera feliz.

Alexis estaba demasiado familiarizada con este abandono, viviendo a diario con el vacío de su afecto.

Su comunicación se había reducido a la nada. Su matrimonio, un callejón sin salida de agravios tácitos.

Las visitas de Leonel eran esporádicas, pero mantenía su papel de padre, tierno con los niños, cordial con Alexis.

A puertas cerradas, sin embargo, estaban distanciados, sus lazos afectivos desgastados hasta la indiferencia.

Los rumores de discordia en su matrimonio habían llegado a todos los oídos.

La petición de Waylen de hablar en privado con Leonel dio lugar a una salida serena.

Resuelto, Leonel había decidido no divorciarse, pero se negó a suplicar a Alexis una reconciliación.

Salió de la residencia Fowler en una elegante limusina negra. El conductor captó el adusto reflejo de Leonel y preguntó: «Señor Douglas, ¿volvemos a la villa o nos dirigimos a la empresa?».

Leonel respondió sin mucha preocupación: «A la empresa».

El conductor dirigió la limusina hacia su destino. Llegaron a la sede de la empresa, testimonio de la visión de Leonel, erigida apenas dos años antes.

Al llegar, un brusco frenazo anunció la presencia de Anika, empapada por la lluvia, de pie y resuelta ante el vehículo.

Se acercó con los brazos cruzados sobre el pecho. A tiempo, Leonel bajó la ventanilla del coche, un cigarrillo no tardó en brillar entre sus dedos. «¿Qué te trae por aquí bajo la lluvia?».

El tipo del coche lujoso parecía muy elegante, dando caladas a su cigarrillo como si fuera una obra de arte.

La persecución de Anika a Leonel no era sólo por la fama y la fortuna, sino también por admirarlo como mujer.

Ella lo tenía muy claro.

El humo de su cigarrillo difuminó el espacio entre ellos. Entonces, de la nada, Leonel miró hacia ella…

Y vaya que era un espectáculo. Estaba empapada y tenía el vestido pegado al cuerpo. No podía ocultar nada a un tipo como él.

Sus rodillas se tambaleaban bajo su mirada.

Con voz entrecortada, dijo: «Oiga, Sr. Douglas, necesito un favor. Me imagino que su esposa está tras de mí, y ha sido duro últimamente. El trabajo está en suspenso y mis padres no andan precisamente sobrados de pasta. Me han apoyado en la universidad y todo eso. Así que te lo ruego… ¿Podrías hablar con la Sra. Douglas? ¿Tal vez darme un respiro?»

Sus ojos llorosos suplicaban.

Leonel se quedó mirándola y dio otra calada a su cigarrillo, sin decir nada.

Su mirada hizo que sus piernas se volvieran gelatinosas.

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