Capítulo 1385:

Se soltó el cinturón y salió del coche. Al cerrarse la puerta, captó su susurro tenso: «Jessie, solo una oportunidad más para mí, por favor».

Le temblaron los labios e inclinó la cabeza.

A pesar de la agitación de su corazón, se mantuvo firme en su decisión de separarse de él.

Después de caminar un poco, vio a Axell de pie frente a ella. Parecía tan agotado como Albert. Llevaba una taza de café y un bocadillo en la mano.

Axell se sentía arrepentido de su negligencia en el pasado y había venido temprano por la mañana para intentar recuperar a Jessie.

No esperaba encontrarse con esta escena.

Axell era un hombre muy orgulloso, que había sobresalido por encima de los demás desde su infancia, convirtiéndose en el orgullo de la familia Calderón. En ese momento se sintió profundamente traicionado por Jessie.

Se hizo evidente que ella no le había perdonado simplemente porque buscaba la reconciliación con Albert.

«Acabo de cenar con Debra», dijo entre dientes apretados.

«¿De verdad no pasa nada entre tú y el señor Waston? Visitaste a su hijo en el hospital. Ese niño es tuyo, ¿no?

No me extraña que desaparecieras durante tres años. ¿Fuiste al extranjero para dar a luz a ese niño durante ese tiempo?

Nunca imaginé que pudieras ser una persona tan despreciable».

Las palabras de Axell eran cortantes e hirientes, carentes de cualquier atisbo de tacto.

Jessie sintió una punzada en el pecho.

No es que le importaran las ideas equivocadas de Axell sobre su relación con Albert, pero la mención de aquellos tres años le atravesó el corazón.

Sólo ella sabía la confusión que había sufrido durante ese tiempo. Era fácil no querer a alguien, pero era increíblemente difícil superarlo.

Mientras Jessie se preparaba para dirigirse a Axell, Albert salió bruscamente del coche, la puerta golpeó sin querer el hombro de Axell y le hizo tambalearse. Luego propinó un contundente puñetazo a Axell, gruñendo: «¡Cuidado con lo que dices!».

De un fuerte golpe, Axell se estrelló contra el lujoso Rolls-Royce, pero Albert no mostró preocupación alguna. Avanzando, Albert agarró a Axell por el cuello, con expresión de desprecio. «No eres digno de ella, en absoluto».

A pesar de los moratones que le marcaban la cara y el cuerpo, Axell se sintió abrumado por la tristeza y la indignación. El aguijón de la traición de una mujer que prefirió la riqueza a la lealtad lo consumía por completo.

En un arrebato de emoción, Axell se agarró al cuello de Albert y se enzarzaron en una lucha encarnizada, cada uno lidiando con sus propias emociones y deseos.

Jessie ansiaba escapar de la escalada de violencia, pero se encontró atrapada en el caos que se desarrollaba ante ella.

Los dos hombres se enfrentaron con creciente ferocidad, cada uno impulsado por sus propias e intensas emociones. Axell intentaba golpear a Albert con desesperación, mientras que Albert parecía decidido a infligirle graves daños.

Finalmente, la conmoción atrajo la atención de los vecinos, que rápidamente llamaron a la policía para restablecer el orden.

Axell y Albert entraron en la comisaría codo con codo. Jessie, la litigante, no pudo huir. Se unió a ellos para prestar declaración.

En una sala espaciosa y vacía, Axell se sintió como un animal enjaulado, sus sentidos volvían mientras el remordimiento inundaba su mente.

Su remordimiento no estaba alimentado por la preocupación por los sentimientos de Jessie, sino más bien por el temor de cómo este incidente podría empañar su futuro.

Axell declaró estoicamente: «Consiento en romper con Jessie. Reconciliémonos. Escalar más las cosas hoy no beneficia a nadie».

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