Capítulo 1275:

Después de un momento, Marcus sonrió y dijo: «¿El gato tiene tu lengua? Pónmela».

Sonrojada, Melissa deslizó el anillo en el dedo de Marcus. Él susurró: «Lo luciré en las fiestas y haré que todos sepan que soy un hombre tomado».

Melissa le devolvió la sonrisa.

Al verla, Marcus sintió una punzada de emoción. Le acarició suavemente la cara y la besó profundamente.

Mantuvo la calma, sin dejar traslucir su excitación.

Tras un largo beso, Melissa tiró el ramo a un lado.

En el torbellino de la emoción, el ramo aterrizó justo en la mano de Jessie, dejándola atónita.

James bromeó: «Parece que Jessie es la siguiente en pasar por el altar».

Nada más decirlo, James se dio cuenta y miró a Albert y a Daisy. Sin sorpresa, Daisy parecía abatida.

Albert no le dio importancia a Daisy. Sus ojos estaban fijos en Jessie.

El ambiente se volvió incómodo una vez más. Jessie sostuvo el ramo y dijo con gracia: «Después de la boda, me voy al extranjero por la tarde. Espero encontrar a mi media naranja en el extranjero».

La multitud estalló en aplausos, con James a la cabeza.

Jessie se inclinó para susurrar a Melissa, «Mi vuelo es a las tres. Tengo que irme».

Melissa no quería dejar ir a Jessie.

Jessie abrazó a Melissa, susurrándole al oído: «Niña tonta. Volvere. No llores. Hoy es tu gran día. Alégrate por mí, Mel».

Conteniendo las lágrimas, Melissa asintió. «Así será. Esperaré a que vuelvas».

Jessie miró el vientre de Melissa y dijo: «Quiero ser la madrina de tu hijo».

«Trato hecho».

A la luz del sol, Melissa sonrió.

Mientras tanto, Albert sintió una punzada de tristeza. Sabía que las palabras de Jessie iban dirigidas a él y a Daisy. Quería asegurarle a Daisy que se iría y buscaría su propia felicidad.

Más tarde, Marcus organizó un viaje para llevar a Jessie al aeropuerto.

Albert no fue a despedirse de Jessie.

No era el miedo a Daisy lo que lo retenía, sino el darse cuenta de que no tenía derecho a despedirse. Ya le había prometido a Jessie no volver a molestarla. Así que Albert se quedó en la ventana del hotel, mirando los aviones que despegaban y aterrizaban a lo lejos.

Albert apretó el ramo con fuerza.

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