La protegida del jefe -
Capítulo 49
Capítulo 49:
POV: Cristian
“No tenías derecho a decir eso delante de ella”, digo mientras entro en el vestíbulo.
“Como si ella no existiera porque no cumple con tus estándares”
Mis padres me siguen al interior, pero no les hago caso mientras me quito los zapatos y me adentro en la sala de estar. Lo único que oigo es la puerta que se cierra suavemente detrás de ellos.
Miro alrededor de la habitación buscando a Mía, pero ya sé que lo más probable es que se haya retirado al dormitorio. Es donde habría ido si fuera ella. Lejos de mis horribles padres y de mí.
“¿Qué importa, Cristian?”, dice papá.
“Estas relaciones tuyas nunca son tan serias. ¿De verdad vas a quedarte aquí y decirnos que esta es diferente?”
Me doy la vuelta y finalmente los enfrento. Ambos se han sentado en mi sofá capitoné verde esmeralda.
“¿Y si es diferente?”, pregunto.
Toda la rabia del mundo no podría sumar lo enojado que estoy con ellos por hacer llorar así a Mía.
“Al menos podrías brindarle la misma cortesía que le brindas a todos tus amigos en Hollywood. Ella está en la misma industria que tú”
“Eso no significa que esté en el mismo mundo que nosotros”, dice mamá, cruzando los brazos sobre el pecho.
“En lo que a mí respecta, no existe otro mundo”, grito.
“Papá, ahora entretienes en putas fiestas. Y mamá, ¿Cuándo fue la última vez que hiciste algo productivo aparte de cotillear con tu pequeño club de lectura sobre lo m!erdas que son los papeles que estás reservando?”
“Oye, tu mamá adora ese club de lectura. Deja a esas amables damas fuera de esto”
“He pasado suficiente tiempo manteniendo la boca cerrada sobre todo esto”, grito, levantando las manos en señal de rendición.
“No tienes derecho a dictar o juzgar con quién estoy. Especialmente Mía. No cuando ella es una de las pocas personas en mi vida que se molesta en conocer verdaderamente mi verdadero yo. No es la versión que desearías que fuera”
“Sabes que te amamos tal como eres, Cristian”, dice mamá, en voz baja y ligeramente retraída.
Típico. Ninguno de los dos puede soportar la confrontación si eso significa recordarles el mal trabajo que hicieron al criarme. Es una de las razones por las que simplemente los evito.
“Entonces actúa como tal”, digo entre dientes.
“Si me amabas tanto, ¿Por qué elegiste pasar tiempo con todos menos conmigo? Siempre estabas en el trabajo o en alguna estúpida fiesta de Hollywood que jurabas que no podías perderte por nada del mundo. Es como si no tuvieras un hijo. Y cuando recordabas que tenías uno, normalmente era para la portada de una revista”
Ni siquiera me doy cuenta de lo emocional que me estoy poniendo hasta que siento que las lágrimas me pican los ojos. Cielos, así no es como imaginé que sería mi noche.
“Hicimos lo que teníamos que hacer para establecer conexiones y conseguir trabajo”, dice papá como si fuera una razón suficiente para dejar a su hijo en casa para que se las arregle solo la mayoría de las noches.
“Todo lo que hicimos, lo hicimos por ti”, su tono es más agudo ahora.
Decidido a demostrarme que soy yo quien está equivocado.
“¿Y a dónde te ha llevado eso?”, pregunto.
“Evitarme activamente”
Mamá se tapa el rostro con las manos. No está llorando, pero ciertamente está dando una interpretación ganadora de una madre al borde de las lágrimas.
Papá suspira.
“Bien, tienes razón. Pasamos demasiado tiempo trabajando. ¿Pero en qué te diferencias? Has dedicado toda tu vida a tu carrera. No tienes familia ni esposa. No sabes lo que es tener que tomar las decisiones difíciles que tomamos”
“No tengo familia porque no quiero tener que tomar las mismas decisiones que tú”, digo.
“Nunca quisiera hacer que un niño pase por lo que yo tuve que pasar. Estaba solo. No quería una casa grande ni las últimas consolas de juegos o lo que fuera que compraste para distraerme mientras no estabas. Quería a mis padres”
Mamá baja la cabeza mientras papá la acerca más a él. Por primera vez en años, parecen una unidad. Una verdadera asociación. Si tan solo pudiera presenciar esto en mejores circunstancias.
“Lo siento, Cristian”, dice mamá, secándose algunas lágrimas.
“Nunca me di cuenta de cuánto te lastimaron nuestras acciones”
“Para ser justos, lo he mantenido en secreto durante todo este tiempo. Eso no significa que les esté dando vía libre. Deberían haber sido más conscientes de sí mismos todos esos años”
Papá se levanta. Nuestras alturas son similares, así que cuando él me mira, nos miramos a los ojos.
“Es demasiado tarde para cambiar el pasado. ¿No puedes simplemente dejarnos conocerte de la manera correcta?”
Me froto la nuca. Esa es una pregunta demasiado cargada para que pueda responderla ahora mismo.
“No lo sé. Solo quiero que ustedes dos se vayan. La próxima vez llama con antelación”
“Muy bien entonces…”
Papá pone sus manos sobre los pequeños hombros de mamá.
“Vamos, Charlotte”
El silencio llena la habitación mientras los acompaño hacia la puerta principal. Cuando lo abro, cada uno de ellos me lanza una última mirada lastimera.
“Estamos aquí para ti siempre que estés dispuesto a perdonarnos”, es lo último que dice papá antes de salir.
Cielos, me siento como un idiota. Cerré la puerta detrás de ellos, deseando que no hubieran aparecido así. Pero al mismo tiempo, se siente bien haber desahogado todo eso. Puede que nunca me entiendan como quiero, pero al menos finalmente dije en voz alta lo que sentía.
Una vez que mis padres salen a la calle y se pierden de vista, subo las escaleras en busca de Mía. La encuentro acostada en mi cama, de espaldas a mí cuando entro.
Cuando me oye abrir la puerta, se da vuelta.
“Oye”, digo en voz baja.
Mientras miro sus hermosos ojos verdes, estoy más seguro que nunca de lo que siento por esta mujer. La amo. Más que nada.
“¿Se han ido?”, pregunta, ajena a los pensamientos de compromiso que dan vueltas en mi cabeza.
Asiento con la cabeza.
“Lamento no haber podido venir antes”
Me meto en la cama a su lado.
“¿Estás bien?”
Ella me rodea con sus brazos y me da un rápido beso en los labios.
“Debería hacerte esa pregunta. Te oí gritar”
“No te preocupes por eso. Tenía muchas cosas que decirles y me alegro de haberlo sacado todo de mi pecho”
“Si se trata de mí…”
Sacudo la cabeza.
“Se trataba del trabajo de m!erda que hicieron al criarme. Pero estoy demasiado cansado para seguir hablando de eso”
“Ven aquí”, dice, acercándome a ella.
Su sonrisa es grande y genuina, como si no hubiéramos tenido el peor encuentro con mis padres.
“¿Puedo ayudarte?”, pregunto.
“Absolutamente puedes”, dice con una sonrisa.
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