Capítulo 540:

Arianne asintió y le indicó el camino.

La pareja volvió al coche después de recoger las llaves. Arianne se arrodilló en el asiento trasero mientras se concentraba en su búsqueda, completamente inconsciente de que Mark también había entrado en el coche y lo había cerrado. Pensó que sólo había entrado para disfrutar del aire acondicionado.

Al final, no encontró la prenda de protección UV. Se sintió un poco decepcionada: «Olvídalo, no lo encuentro. Vamos a buscar a Tiffie y Jackson».

Mark miró fijamente las curvas perfectas de su cuerpo. Pensar en tanta gente mirándola en bikini le llenaba de celos. De vuelta en la piscina, ella se aferró a él y sus cuerpos quedaron firmemente apretados el uno contra el otro. Hacía tiempo que no sentía algo así, y sus impulsos se deslizaron hacia él como enredaderas, extendiendo lentamente sus tallos y hojas… hasta que lo llenaron de necesidad.

Alargó la mano y tiró de ella con fuerza hacia sus brazos, y ella aterrizó en su regazo. Sorprendida, intentó zafarse frenéticamente: «¿Qué haces? Estamos mojados. Vas a ensuciar el coche».

Él le acarició la nuca y la hizo callar. Luego la sentó en el asiento del copiloto. Sus movimientos fueron rápidos y se hicieron en un suspiro.

Arianne se quedó en blanco. Se puso rígida: «¿Estás loco?».

Él sabía lo que ella temía.

“No hay nadie, el aparcamiento está lleno», le susurró al oído, haciéndole cosquillas con su aliento caliente.

Arianne nunca se atrevió a pensar que Mark se atrevería a hacer tales cosas en un lugar como aquel. Estaba segura de que se había vuelto loco. La posición íntima entre ellos la hacía sentir a la vez angustiada y enfadada.

Pronto empezó a jadear con cada uno de sus movimientos, mientras su mente se perdía poco a poco en una nebulosa. Con una mano se apoyó en el respaldo del asiento y con la otra lo empujó: «Quítate… ¡Aquí no! Te lo ruego…».

Ella sabía que él era más susceptible a un razonamiento suave; los gritos furiosos eran menos efectivos que las súplicas suaves en un momento como éste.

Se levantó un poco y miró fijamente su cara limpia y blanca. La miró a los ojos llorosos y no pudo resistirse a plantarle un beso en la punta de la nariz: «¿Estás diciendo que podemos hacerlo, siempre que no sea aquí?».

Ella lo miró con rabia, pero fue en vano. Su mirada no parecía amenazadora en ese momento. Por el contrario, parecía particularmente seductora.

Sus movimientos se hicieron aún más enérgicos al no recibir respuesta. Ella le mordió el hombro, sorprendida: «¡B%stardo! Aquí no».

Él le acarició el cuello: «Te lo preguntaré otra vez, ¿Podemos hacerlo, siempre que no sea en otro sitio?».

Ella sabía que lo hacía a propósito. Le estaba tendiendo una trampa. Si ella decía «sí», él estaría aún más fuera de control que antes. Si ella decía «no», él nunca la liberaría. Además, era de día y era muy probable que alguien les pillara in fraganti. Él sabía que ella no podía hacer frente a eso. Mientras ella no respondiera, él la iría desgastando poco a poco, hasta romper por completo todas sus defensas.

Al final, ella concedió: «¡Sí! ¡Ahora quítate!»

Ella rechinó los dientes con odio. Aprovechó que él cruzaba la línea de meta para empujarlo. Luego, se levantó y se arregló la ropa: «¡Imbécil!».

Sus mejillas enrojecieron, «¡Eres un sinvergüenza! ¿Qué pasará si me quedo embarazada?».

Su expresión se endureció. Nunca se le había pasado por la cabeza. Sólo ahora se daba cuenta de que no era un asunto menor. Si concebía, sufriría. Nunca podría dar a luz.

Nunca lo perdonaría si perdía otro hijo. Volvió lentamente en sí y se tranquilizó: «Todo irá bien. Iré en coche a por una pastilla. No te hará daño tomarla de vez en cuando».

Arianne le ignoró. Bajó enfadada del coche. Tardó un rato en calmarse. No debería haberle dejado hacer lo que quisiera con ella cuando estaba borracho aquella noche.

Ceder al se%o con él una vez significaba que habría muchas más después. Estaba claro que ella quería una ruptura limpia, pero al final resultó así. ¿No se había mudado hasta aquí sólo para alejarse de él? ¿Por qué seguían el uno en la vida del otro?

En la playa artificial, Tiffany y Jackson habían vuelto a la orilla. Estaban tumbados en una silla de playa, susurrándose cosas muy cariñosas. Tiffany sonrió y se acercó a Arianne cuando la vio merodeando con gesto hosco: «¿Qué te pasa? ¿Dónde está Mark?»

«¿Cómo voy a saberlo?» respondió Arianne irritada.

Tiffany se sorprendió: «¿Te has vuelto a pelear? Hace un rato estaban muy bien. Son como el perro y el gato. De acuerdo. Vamos, te llevaré a algún sitio excitante».

La definición de Tiffany de «emocionante» era sentarse en una balsa hinchable y deslizarse por una pista desde una altura imponente. La mera visión de ello aterrorizaba a Arianne. Realmente no estaba de humor para jugar: «¡Yo no voy! Tú y Jackson pueden ir adelante. Me dan miedo las alturas».

Viendo la reticencia de Arianne, Tiffany no insistió y arrastró a Jackson con ella, «Entonces puedes descansar aquí. Hasta luego».

Mark regresó por fin al cabo de media hora. La bolsa de plástico que llevaba en la mano tenía estampado el nombre de alguna farmacia grande y de marca. Era obvio que había hecho a propósito un viaje a la ciudad para conseguir el anticonceptivo.

Incluso tuvo el detalle de comprarle una botella de agua mineral a temperatura ambiente. Sin embargo, esto no contribuyó a apaciguar el malhumor de Arianne.

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