La pequeña novia del Señor Mu
Capítulo 1867

Capítulo 1867

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«¿Cómo ha podido caer alguien del edificio de repente? El hombre y la mujer estaban abrazados cuando cayeron, así que probablemente ambos estén muertos, ¿No?”

«Mira qué mal aspecto tienen… cayeron desde tan alto, ¿Crees que aún pueden salvarse…?”

Todas y cada una de las palabras pronunciadas eran como un afilado cuchillo clavándose sin piedad en su pecho. Por un momento, a Mark incluso le costó respirar.

Había esperado desesperadamente que todo fuera una estratagema de Mateo para atraer su atención. Sin embargo, en el momento en que vio la melena negra empapada en el mar de sangre, se detuvo en seco. En ese instante, la desesperación le golpeó como un tren y se precipitó hacia adelante en un estado de locura.

Los espectadores no se atrevían a acercarse demasiado, por lo que sólo habían formado un círculo en los alrededores. Cuando Mark entró en el círculo interior, alguien se agarró a él.

“Están en un estado terrible por su caída, ¿Por qué intentas acercarte tanto? ¿No sabes que da mala suerte mirar demasiada sangre?”

Sin embargo, Mark apartó la mano del mirón y se adelantó antes de agacharse. Luchó por apartar a Arianne del agarre de Mateo.

Odiaba el hecho de que incluso hasta la muerte, Arianne todavía estaba en los brazos de otro hombre. Incluso si Mateo estaba en un estado completamente insoportable, todavía quería darle un puñetazo tan fuerte como pudo.

Todo es culpa de Mateo. ¡Si no fuera por él, Arianne no habría muerto!

Mark hizo caso omiso de las miradas extrañas y los susurros de la multitud y abrazó con dolor a Arianne mientras decía con voz ronca: «Ari… estoy aquí para llevarte a casa… vámonos a casa ya…».

El rostro de Arianne estaba completamente pálido. No podía sentir su respiración ni los latidos de su corazón.

¿Por qué no la detuve la mañana que iba al funeral? Pensé que la entendía lo suficiente y que debía respetar sus deseos. Ser egoísta también significaría salvar a alguien, ¿No?

He sido egoísta con ella durante muchos años, así que ¿Por qué tuve que dejarla sola esa vez?

Cuando Brian llego a la escena, el conductor y la anciana que fueron traidos por Mateo ya habian desaparecido.

Cuando Brian vio la escena, sus pies cedieron al instante y estuvo a punto de arrodillarse.

“Señor… la ambulancia está casi aquí…”.

Mark se aferró al cuerpo sin vida de Arianne. ¿Se salvaría la vida de Arianne si llegaba la ambulancia? ¿Sería capaz de abrir los ojos?

Para Mark, el cielo ya había caído. Sin darse cuenta, sus lágrimas empezaron a caer sobre las pálidas mejillas de Arianne. Después de tantos años, nunca había derramado una sola lágrima. Había pensado que era lo suficientemente fuerte…

Tres días más tarde, la verdad sobre el plan de Mateo para fingir su secuestro y asesinato finalmente había sido revelada después de que Jackson presentó sus pruebas. Por supuesto, ahora que Mateo estaba muerto, su cadáver al caer del edificio sería la mejor prueba.

Cuando los Rodríguez recibieron la noticia, no tuvieron demasiada reacción, probablemente reforzados por el dolor que les produjo el primer incidente. En cambio, sólo pensaban en cómo podrían protegerse.

Pero, ¿Cómo iba a dejarles solos Mark?

La Señora Rodríguez sabía desde hacía mucho tiempo la verdad de cómo Mateo estaba vivo a través de la carta que Geralt le había dado. De hecho, incluso había cubierto las huellas de los hombres de Mateo cuando habían secuestrado a Arianne. Luego, cuando Mark quiso irse, ella deliberadamente le dio largas. Todas esas acciones eran imperdonables a los ojos de Mark.

Con el uso de algunas tácticas, Mark consiguió que los Rodríguez no pudieran recuperar el cadáver de Mateo para incinerarlo. En su lugar, tuvo que ser reprimido en el depósito de cadáveres.

Pronto, los Rodríguez se inquietaron y no pudieron evitar suplicar desesperadamente.

Aquel día hacía una tarde preciosa. Mark estaba sentado frente a su escritorio para construir unos bloques de madera con Smore.

Cuando se enteró de que los padres de Mateo estaban de visita, dijo despreocupadamente y sin pestañear: «Que pasen».

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