La novia vendida al magnate -
Capítulo 8
Capítulo 8:
POV Sofía.
“Debes prepararte… tenemos que irnos”, había perdido la noción del tiempo, porque ayer por noche, incluso no me quedaron lágrimas para seguir.
“¿Dónde iremos?”.
“Sofía… tu padre”, y lo sabía, solo esperaba que me encontrara en una pesadilla.
“He hecho los arreglos, enterrarás a tu padre en unas horas”, él se levantó de estar agachado y luego tomó unas bolsas.
“Usa esta ropa, luego iremos al entierro”.
Mi boca se apretó, y pasé un trago.
“Muchas gracias… me gustaría, hablar con usted, Señor Gael”.
Asentí rápido, me levanté y cuando fui a hablar él levantó la palma.
“Prepárese, debe asistir al entierro de su padre, luego hablaremos con calma”.
Su voz autoritaria no me permitía negarme, además, estaba en una situación vulnerable, y era más que evidente que estaba en deuda con este hombre.
Tomé las bolsas en su mano tratando de no tocarlo y luego le di una mirada que él no quitó hasta que me alejé.
Me estremecía por completo su presencia, había una situación en él que me sacudía, pero despejé los pensamientos cuando me metí a la ducha.
Fue imposible no sollozar en el baño, porque una cosa era ver morir a tu padre y otra, enterrarlo bajo la tierra y no verlo nunca más.
Tomé la ropa, era negra, y se trataba de una camiseta, y un pantalón ancho. Podía imaginar que este hombre quería pasarme desapercibida y lo agradecía de alguna forma.
Cuando me miré al espejo noté un rostro pálido y demacrado, la tristeza podía verse a leguas, y luego peiné mi cabello húmedo, para salir con rapidez.
Gael no dijo mucho, y su silencio era peor para mí porque tenía mucha confusión, Él solo me guio y luego le dio la orden a un hombre, para cancelar la estadía del hotel.
El camino fue silencioso, pero cuando llegamos al cementerio, me di cuenta de que había pagado lo suficiente para tener todo listo.
Me estremecí cuando vi el ataúd de mi padre, y mi rostro se arrugó al caminar hacia él.
Mi padre yacía allí dentro de esa caja, tenía un traje y un rostro gris, del que no se parecía en nada a esa expresión que siempre me ofrecía.
Abracé el ataúd, estaba sola, el hombre se había quedo atrás, y solo pude sollozar desconsolada.
“Papá… ¿Qué voy a hacer sin ti? Estoy sola… sola”.
Vi como en unos momentos esa caja de madera bajaba lentamente, y el aliento me quemaba la vida, quería lanzarme allí y cerrar los ojos, pero unos brazos, tomaron los míos y me echaron para atrás.
“No”, me giré de golpe para ver esos ojos negros, mientras mi cuerpo tembló.
Y no sé cómo sucedió, pero no vi duda en él cuando, de forma inmediata, tomó todo mi cuerpo y lo estrelló contra el suyo para envolverme en sus brazos. Sentí cómo arropó toda mi existencia, como si de nuevo tuviera algo en que apoyarme y no pude evitar dejar llevarme por el momento.
Atrapé su chaqueta y hundí mi rostro en su pecho, mi cuerpo convulsionó en el llanto y no supe cuánto tiempo pasó hasta que pude calmarme.
La tierra ya estaba en un montículo cuando volví en sí, y noté una bella lapida con el nombre de mi padre.
“¿Nos vamos?”.
Asentí en silencio y sin soltarme, él caminó conmigo mientras vi cómo el cielo se oscurecía.
Antes de que arrancara el auto, volví a observar el sitio y luego miré a Gael.
Era un completo desconocido, pero quizás la persona que más había hecho por mí, en toda mi existencia.
“Llévanos a un hotel cerca de la mansión”, escuché lo que dijo y luego de que entramos en otro nuevo hotel, sabía que debía prepárame para lo que venía.
Gael caminó por el lugar comprobando las cosas, y luego se giró hacia mí.
“Aquí te quedarás un tiempo corto, puedes descansar, y tomarte los días de descanso. Vendré de vez en cuando y”.
“Quiero saberlo ahora”, le corté sin ninguna emoción.
“Quiero entender que es lo que debo hacer”.
El hombre tomó el aire y se restregó los ojos.
“No tienes cabeza para eso ahora, Sofía”.
“Lo siento, señor, pero ¿Cree que mañana o pasado sí?”.
“Estas cosas no se superan de la noche a la mañana, quizás nunca lo haga, ¿Y qué puedo hacer?”
Gael apretó su mandíbula, y me indicó que me sentara.
Tenía la ansiedad atorada en la garganta, pero, sobre todo, tenía miedo.
“Entonces ¿Qué es eso de…?”, no me salió la palabra fácilmente, incluso sentí las mejillas rojas.
“Usted dijo que… y”.
“Me casaré con usted”, su oración fue seca y concreta, sin ninguna emoción, pero mis sentidos se movieron completamente.
“¿Casarse conmigo? ¿Por qué?”.
De pronto Gael se levantó un poco y se acercó a mí, y sin previo aviso tomó mi mano.
“¿Puede darme un voto de confianza?”.
Parpadeé con la boca abierta.
“¿Qué?”.
“Solo dime si, porque ahora mismo, no quiero explicar nada. De todas formas, no tendremos un matrimonio real, Sofía, pero piense en que nadie podrá tocar… un solo centímetro de su vida, cuando usted… sea mi esposa”.
Era obvio que este hombre tenía dinero, y lo tenía de sobra, pero sus palabras decían mucho más, es como si tuviera un poder diferente, su forma autoritaria lo delataba.
Yo no sabía nada en lo absoluto de Gael Koch, ni tampoco sabía si, estaba saliendo de un problema para meterme en otro mayor. Sin embargo, las acciones esas hablan por sí solas.»
¿Podría confiar en él para salvar mi vida? ¿O debía pensar que Gael tenía un plan aún más retorcido en su mente que el mismo Don Rafael y la rosa negra…?
¿Saltaba a un vacío, o me tenía que dirigir al otro?
Quité la mirada de sus ojos, miré mis manos temblorosas y asentí.
“Está bien, señor… lo haré..”., pude notar como su aspecto cambió un poco, su mandíbula se apretó evidentemente, y sus ojos negros, aún se pusieron más profundos.
El silencio se cernía sobre la habitación después de mi respuesta afirmativa.
La tensión en el aire era palpable, como si el destino mismo se estuviera escribiendo en esos instantes.
Gael me miró fijamente durante unos segundos, como si estuviera evaluando mi sinceridad y mi determinación. Luego, asintió soltando el aire.
“Vas a quedarte aquí hasta el día de la boda, alguien más preparará todo y mientras estemos en esto, ninguno hablará del tema con otra persona”.
“¿Otra persona?”, tuve que preguntar.
“Conocerás a mi abuela, y algunos familiares el día de la boda… se supone que ambos queremos esto”.
¿Cuál era su motivo real? Un hombre como él, podría tener cualquier mujer… entonces.
Asentí nuevamente sin refutar con una mente confusa, pero el nudo en mi estómago no desapareció por completo.
La idea de casarme con un hombre que apenas conocía y cuyos motivos no entendía del todo, me generaba un torrente de emociones encontradas.
A pesar de que hace unos días iba a casarme con otro para poder conseguir la operación de mi padre.
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