La novia más afortunada -
Capítulo 796
Capítulo 796:
Brandon llevó a Janet al dormitorio y la colocó suavemente sobre la cama. Inclinándose sobre ella, se abalanzó sobre ella, moviéndose arriba y abajo para darle un beso húmedo y apasionado.
Le lamió los labios carnosos antes de deslizar la lengua en su interior para bailar con la de ella.
Janet cayó rendida ante el beso. Por reflejo, rodeó los hombros de Brandon con los brazos y le devolvió la pasión a su manera.
No tardó en jadear. Lo empujó ligeramente para recuperar el aliento, pero Brandon volvió a cegarla en cuestión de segundos. siguiente, como si nunca pudiera saciarse de ella.
Indefensa ante sus embestidas, Janet sintió que le goteaba saliva por la comisura de los labios. Al verla, el deseo de Brandon se encendió aún más.
Rápidamente se movió y le dio la vuelta antes de que desapareciera bajo su mandíbula. Arrastró besos desde ella hasta sus párpados y apretó la frente contra la suya.
«Quiero sentir tus manos sobre mí», dijo Brandon.
Janet parpadeó, aún aturdida por lo que acababa de hacer con su boca. El corazón le martilleaba violentamente en el pecho.
Cuando por fin comprendió sus palabras, se arqueó inmediatamente hacia él, con sus suaves pechos enrojecidos contra el ancho y duro pecho de él. Su mano le acarició el abdomen y luego se deslizó dentro de sus pantalones.
Su p$ne ya estaba duro como una roca y palpitaba de deseo. Estaba caliente al tacto, y Janet sintió que el calor le recorría todo el cuerpo.
Brandon le cogió la cara y la inclinó para darle otro beso. Cuando se retiró, su mirada se dirigió a su escote, sus ojos brillando con los dos globos de alabastro que asomaban bajo la tela de seda de sus bragas.
Él se desnudó rápidamente, y luego ella. Despojada de su ropa, no perdió tiempo en deslizar la mano entre sus muslos. Sus pliegues estaban resbaladizos y húmedos, testimonio de su deseo.
Brandon le sujetó las rodillas y le abrió las piernas. Guió el p$ne hasta su vag!na y se introdujo hasta el fondo de un solo empujón. Ambos se estremecieron ante la sensación y Janet soltó un pequeño grito de dolor.
Sentía cómo le estiraba las entrañas hasta un punto casi insoportable. Brandon la agarró por la cintura y empujó dentro y fuera de ella, mientras ella se tensaba alrededor de su p$ne.
Pronto, el ligero dolor que sentía se convirtió en una felicidad completa y violenta. Janet cerró los ojos y se mordió el labio inferior para reprimir los sonidos obscenos que emitía.
Pero Brandon quería oírlos. Quería oírla gemir y gemir de necesidad mientras se retorcía contra él. Como si quisiera castigarla por privarle de esos placeres, aceleró el ritmo y p$netró más profundamente en su interior, complaciéndola lo suficiente, tal como a ella le gustaba.
Estaba tan mojada que sus jugos le corrían por el interior de los muslos. Brandon rodeó la cintura de Janet con un brazo, mientras el otro trepaba por su espalda y se aferraba a su hombro.
La abrazó, sus pezones rebotaban, su cuerpo se tambaleaba con la fuerza de sus embestidas.
Justo cuando parecía que no iba a terminar nunca, Brandon sintió que el agarre de ella se estrechaba en torno a su p$ne y, en cuestión de segundos, estaba vaciando su lujuria en sus codiciosas profundidades.
En cuanto sintió su semilla caliente derramarse en su interior, Janet alcanzó un clímax tan intenso que la dejó temblando durante minutos después del hecho.
Completamente exhausta, cayó de espaldas sobre la cama y se tumbó de lado, apenas capaz de mover un dedo.
Brandon la p$netró por detrás sin sacarle el p$ne de la vag!na. Le rodeó la cintura con los brazos, y sus manos ya recorrían sus caderas.
«No, espera… Tómatelo con calma…» suplicó Janet, incapaz de aguantar más su tormento amoroso.
Brandon le cogió los pechos y se los masajeó suavemente.
«¿Es suficientemente lento?», bromeó.
Janet g!mió ante el placer que se acumulaba lentamente en la boca de su vientre. Era toda la invitación que necesitaba de Brandon, y éste volvió a empujar su longitud dentro de ella. La espalda de Janet se arqueó
involuntariamente, su pecho rebotando y chocando contra el de él, enorme como una palmera.
Brandon la abrazó con fuerza mientras la penetraba sin piedad, llevándola una y otra vez a un éxtasis sin fin con su implacable forma de hacer el amor.
Cada vez que practicaban se%o, él se desviaba de su habitual manera elegante y distante, volviéndose bestial con una lujuria. aparentemente sin fondo por Janet.
No paró hasta que las sábanas fueron un absoluto desastre. Para entonces Janet estaba tan cansada que ni siquiera podía mantener los ojos abiertos.
Su brazo cayó sin fuerza sobre el borde de la cama, su pelo revuelto se desparramó por la almohada. Sus muslos estaban salpicados de s%men, las hebras aún colgando entre los pliegues de la punta del p$ne de Brandon.
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