La novia más afortunada
Capítulo 584

Capítulo 584: 

Janet no tuvo más remedio que ir corriendo a Seacisco con Ethan.

Aunque estaba preocupada por Laney. La salud de Nora era más importante.

En el avión de vuelta a Seacisco, Janet reflexionó sobre la situación. «En la fiesta de cumpleaños de tu abuela del año pasado, se la veía radiante y llena de energía. ¿Cómo ha podido decaer su salud tan rápidamente?».

Mientras Janet pensaba en la cálida anciana, no podía evitar sentir pena por ella. Aunque no habían hablado a menudo, podía decir que Nora era la Lester más sensata.

Ethan se aflojó la corbata y se recostó en su asiento. Cogió la mano de Janet y cerró los ojos con cansancio. «Se está haciendo vieja. Es normal que la gente mayor enferme. Además, la Familia Lester ha tenido muchos problemas últimamente, lo que no ha podido ser bueno para su salud.» Janet asintió.

Apoyada en su hombro, los párpados se le fueron haciendo pesados. Había estado tan ocupada cuidando a la borracha Laney durante la noche que no había podido dormir mucho.

Al oír el sonido de su respiración estabilizada, Ethan abrió los ojos y dio un vistazo a la ventana.  Recientemente, el mundo de los negocios en Seacisco se había agitado porque Ethan había atacado abiertamente los negocios del Grupo Lester.

La unión con los White había duplicado la Fuerza del Grupo Larson. Ni siquiera la fuerza combinada de Patrick, Seth y Ritchie podía luchar contra ellos. Además, la noticia de que Elissa era una asesina a sangre fría se había extendido como un reguero de pólvora, lo que había dañado la reputación de la Familia Lester. El precio de las acciones de su empresa no tardó en caer en picada. A Ethan sólo le preocupaba cómo explicaría todo esto a Nora.

En la casa de la Familia Lester, tras una larga espera, Patrick oyó por fin el sonido de un coche que se detenía en el exterior.

Pronto, Ethan entró en la casa de la mano de Janet.

Patrick se levantó y se dirigió directamente a las escaleras, haciéndoles un gesto para que le siguieran.

«Tu abuela te ha estado esperando durante mucho tiempo».

Ethan siguió a Patrick por las escaleras. Cuando estaban a punto de llegar a la habitación de Nora, Patrick se detuvo de repente y se giró para advertir seriamente a su hijo.

«No digas nada que no debas decir delante de ella. La salud de tu abuela ha ido decayendo rápidamente. Ni siquiera le hemos contado lo que nos has estado haciendo».

Desde que Ethan le declaró abiertamente la guerra a Patrick, éste se resintió por completo. Si Nora no hubiera pedido expresamente que Ethan volviera a verla, Patrick ni siquiera habría llamado a Ethan.

Ethan no tenía nada que decir a Patrick, así que se limitó a asentir. Su actitud sólo sirvió para que Patrick se enfadara aún más. Tuvo que respirar profundamente para calmarse.

Finalmente, puso una sonrisa falsa y abrió la puerta.

«¡Mamá, mira quién está aquí! Es Ethan».

Nora estaba tumbada en la cama, con el rostro pálido como un fantasma. Varias enfermeras estaban junto a la cama. Tenía los ojos cerrados, pero al oír que Ethan había vuelto, los abrió lentamente y le levantó la mano con una sonrisa: «Ethan, estás en casa».

Ethan se acercó a ella y le cogió la mano gentilmente. «Abuela, he oído que querías verme», sonrió a Nora.

Sin embargo, estaba tan débil que se quedó dormida después de intercambiar unas palabras con Ethan.

Al ver esto, a Janet se le formó un nudo en la garganta. Aunque ninguno lo dijo en voz alta, todos sabían que era poco probable que Nora se recuperara por completo esta vez.

Después de que Nora se durmiera, Ethan y Janet se dieron la vuelta para marcharse. Cuando llegaron a la escalera, Ritchie llegó por casualidad a casa borracho.

Acababa de subir las escaleras y se apoyó en la barandilla para sostenerse, Cuando los tres pasaron al lado, Ritchie se burló de repente y maldijo: «¡Maldito b$stardo!» Ethan le dio una mirada fría.

El alcohol dio a Ritchie un coraje sin precedentes. Montó en cólera y agarró a Ethan por el cuello.

«¡No te atrevas a mirarme! ¡Tú, b$stardo desvergonzado! ¡Cómo te atreves a volver!».

.

.

.