La novia más afortunada
Capítulo 508

Capítulo 508: 

Janet revisó una y otra vez las publicaciones de Draco, pero parecía que no había escrito nada. Sólo publicaba algunas fotos, entre ellas aquellas en las que ella sostenía el ramo.

«Señor Wesley, ¿Cuándo publicó estas fotos? ¿Por qué no me lo dijo antes?» Tras dudar unos segundos, Janet tuvo un mal presentimiento y no pudo reprimir sus preguntas.

En realidad, no era para tanto. Eran sólo unas fotos. No importaba realmente si se tratara de otra persona que las publicara, ella no pensaría nada. Sin embargo, se trataba de Draco Wesley, alguien que rara vez publicaba algo en Internet.

«Estas fotos son muy hermosas, así que decidí publicarlas», dijo abiertamente.

Janet se forzó a sonreír. Sabía que no podía pedirle que borrara las fotos. No tenía derecho a hacerlo. Por suerte para ella, Draco no tenía muchos amigos en su cuenta de F$cebook. Ethan probablemente ni siquiera las vería. Ante ese pensamiento, Janet no dijo nada más.

Después de volver a casa, se mantuvo ocupada con el trabajo. Había una tonelada de papeleo que ordenar de su viaje a Milán.

Después de colocar los regalos que compró para sus colegas en sus escritorios, procedió a dirigirse a su propio escritorio.

En cuanto a Rose, todavía no había pruebas que demostraran que había intentado envenenar a Janet. Por lo tanto, no había nada que Janet pudiera hacer con ella.

«¡Vaya, gracias por pensar en mí, Janet!» Rose agradeció amistosamente a Janet cuando vio el regalo envuelto en su escritorio.

Sin embargo, cuando se dio la vuelta, la sonrisa se borró inmediatamente de sus labios. Las tres asistentes de Draco lo seguían en sus cuentas de redes sociales, así que, por supuesto, Rose había visto sus publicaciones.

Se sorprendió y se enfadó al mismo tiempo cuando vio las fotografías.

‘¿Cómo puede ser esto posible?’. Su corazón se hundió en su pecho.

Draco le había comprado flores a Janet. ¿De verdad se habían coqueteado en Milán? Efectivamente, la belleza de Janet podía atraer a cualquier hombre.

Pero Rose había pensado originalmente que Draco no estaría entre ellos, pues siempre tenía un gusto único en cuanto a las mujeres.

Rose siempre creyó que él no se enamoraría de cualquier mujer. Ella había estado enamorada de Draco desde que estaba de pasante en el estudio. Para llegar a ser su asistente, Rose había trabajado muy duro para llegar a su actual puesto. No era una diseñadora dotada, así que lo único que podía hacer era pasar más tiempo y trabajar para mejorar.

Sin embargo, Draco estaba muy en contra de los romances de despacho. Quería que su gente se dedicara al cien por cien al trabajo.

Cuando Rose llegó por primera vez, escuchó rumores de que Draco había despedido una vez a una empleada que le confesó su amor. Por lo tanto, Rose sabía que tenía que ocultar sus sentimientos por él. No se atrevió a mostrar su amor y sólo trabajó más duro, que fue la principal razón por la que pudo quedarse como su asistente a lo largo de los años.

No había habido noticias de que Draco estuviera enamorado de alguien en los últimos años.

Las empleadas del estudio incluso bromeaban diciendo que en realidad le gustaban los hombres. Aunque era duro para Rose, al menos, que él estuviera soltero la hacía sentir mejor. Draco era como la luna en el cielo, algo que ella nunca podría obtener.

Sin embargo, se juró a sí misma que nadie más podía tocarlo, aunque ella misma tampoco pudiera conseguirlo.

Pero desde que Janet llegó a su estudio, Rose sintió que Draco le daba un trato especial. De hecho, aparte del trabajo, Draco y Janet no tenían mucho contacto. Sin embargo, parecía haber una atracción que unía a estas dos personas.

No fue hasta que Draco dijo que quería llevar a Janet a Milán y que Rose vio las fotos que finalmente cayó en la cuenta de que algo andaba mal.

Mirando el teléfono con ojos fríos, Rose maldijo a Janet para sus adentros. Janet ya era una mujer casada; ¿Cómo podía seguir intentando seducir a Draco? Rose empezó a preguntarse cómo se tomaría el marido de Janet cuando se enterara de que su mujer se había metido con su jefe.

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