La novia más afortunada -
Capítulo 244
Capítulo 244:
Desde el incidente ocurrido en el café, Janet no había vuelto a ver a Kent. Y justo cuando pensaba que su vida empezaba a ser tranquila de nuevo, recibió una llamada de él.
Janet seguía en el trabajo, así que no quiso contestar la llamada. Sin embargo, era difícil ignorar sus incesantes llamadas, así que al final cedió y contestó.
«¿No va a agradecerme que le haya salvado la vida la última vez, Señorita Lind?» Janet pudo oír a Kent riéndose mientras decía esas palabras.
Al principio, no le agradaba. Pero después de lo que hizo, ahora lo odiaba a muerte. Sin embargo, era cierto que le debía un gran favor. Si él no le hubiera impedido beber el café, podría haber sido ella la vi%lada.
«Bien. Te escucho. ¿Qué quiere, Señor Perkins?» Preguntó Janet después de mirar a su alrededor atentamente.
«Hmm… ¿Qué quiero? ¿Le gustaría pasar por mi casa mañana por la noche?» bromeó Kent.
«Señor Perkins, por favor, no se burle de mí. Si no, le colgaré el teléfono». Por su broma sin sentido, Janet se impacientó.
Al oír que estaba a punto de colgar, Kent tuvo que ponerse serio. «Lo siento, sólo estaba bromeando. No te enfades. Bueno, ¿Qué tal si en vez de eso cenamos juntos?»
Naturalmente, Janet no quería ver a Kent sola. Pensó que lo mejor sería pedirle a Ethan que la acompañara.
«De acuerdo, te invitaré a cenar, pero yo decidiré la hora y el lugar», respondió.
«Claro, envíame la dirección cuando lo hayas decidido». Una sonrisa apareció en el rostro de Kent.
Esa noche, después del trabajo, Janet y Ethan fueron a ver a Kent.
Ella reservó una mesa en un restaurante japonés, que era famoso por sus cangrejos. Cuando entraron en el restaurante, vieron el ambiente de temática japonesa del establecimiento. Había pequeños puentes, un estanque y rocallas, y algunos koi en el estanque.
El interior era tranquilo. En el momento en que la puerta detrás de Kent se abrió, se sentó con la espalda recta y se dio la vuelta.
«Señorita Lind, usted…» Pero antes de que pudiera terminar la frase, su rostro se ensombreció.
Detrás de Janet, había un hombre alto. Ethan iba todo de negro; sus ojos apenas podían verse bajo la gorra de béisbol que llevaba. Todo lo que Kent podía ver era su nariz y mandíbula aguileñas.
«Mi marido quería darle las gracias en persona», dijo Janet con una sonrisa. Ella ya esperaba este resultado.
Mientras hablaba, instó a Ethan a sentarse. –
«¡Oh… no es para tanto!» Kent fingió estar de acuerdo, aunque en realidad se sentía reacio a la presencia del hombre.
Ethan, en cambio, llevaba una expresión severa desde el momento en que entró en la habitación. No parecía nada agradecido con Kent.
Al notar la expresión de su rostro, Janet le pellizcó el brazo. Sólo entonces habló Ethan. «Mi mujer tiene razón. Le agradecemos su ayuda», dijo amablemente.
Luego, cogió la taza de té que había sobre la mesa y bebió un sorbo. De repente, dirigió a Kent una mirada aguda. «Pero si se atreve a volver a tocar a mi mujer, no se lo perdonaré, Señor Perkins».
Kent se limitó a enarcar las cejas ante Ethan y no dijo nada.
Ya había preguntado antes por el marido de Janet. A sus ojos, Ethan no era más que el vergonzoso hijo b%stardo de la Familia Lester. Creía que no había nada que Ethan pudiera hacerle. Porque si ese no fuera el caso, ya se habría alejado de Janet.
Dicho esto, Kent no se tomó en serio su advertencia. Se limitó a poner una sonrisa y a levantar su copa. «No me malinterpretes. Janet y yo sólo somos amigos. Ni más ni menos».
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