La novia más afortunada
Capítulo 2092

Capítulo 2092:

Sin esperar a que Alexandra terminara su sarta de maldiciones al otro lado del teléfono, Mona se lo arrebató de las manos a Sonia.

«¿Mamá?» Sonia empezó a protestar, pero al darse cuenta de que Alexandra seguía al teléfono, se tapó rápidamente la boca. Mona, en su frágil estado mental, agarraba el teléfono con fuerza. Sonia temía que Mona actuara de forma irracional o provocara más problemas si hablaba fuera de turno.

Sabía que tenía que devolver el teléfono antes de que Alexandra se diera cuenta de que algo iba mal.

Con una sensación de urgencia, Sonia alargó la mano para coger su teléfono. Pero al momento siguiente, se quedó paralizada, incrédula.

Mona terminó la llamada y apagó el teléfono.

Sonia permaneció inmóvil, con la mirada perdida y el corazón latiéndole como si se le fuera a salir del pecho. Por un breve instante, apenas pudo reconocer a Mona.

Ahora tenía los ojos claros y manejaba el teléfono con sorprendente calma. Incluso había un atisbo de compasión y culpabilidad en su mirada hacia Sonia.

¿Podría ser que Mona estuviera volviendo a su ser normal?

Sonia la miró, su mente se arremolinaba incrédula.

El vasto dormitorio del sanatorio se sumió en un pesado silencio. Durante lo que pareció una eternidad, se miraron fijamente, hasta que Mona rompió el silencio cogiendo suavemente la mano de Sonia.

«¿Mamá?» La voz de Sonia temblaba.

A Mona se le llenaron los ojos de lágrimas y asintió.

Sonia parpadeó, mirándola con total incredulidad.

Mona le había respondido.

¿Podría estar ocurriendo de verdad? ¿O se lo estaba imaginando?

Nerviosa, Sonia apretó con fuerza la mano de Mona.

Hasta que no sintió el calor de la palma de la mano de Mona contra la suya, Sonia no se atrevió a creer que aquello era real y no un sueño.

Llevaba días rezando y esperando que Mona volviera a ser la de antes. Sonia estaba desbordada de alegría.

«Mamá…» Sonia volvió a gritar, con la voz temblorosa por la emoción.

«Sí». Mona asintió, con las lágrimas nublándole la vista mientras miraba a su hija.

Sonia se acomodó cuidadosamente a su lado, apoyando la cabeza en su hombro, y susurró entre sollozos: «Mamá, ¿de verdad me reconoces? Soy tu hija perdida».

Sonia necesitaba que la tranquilizaran, repitiendo la pregunta una y otra vez.

Mona no dio muestras de impaciencia. Al contrario, la tranquilizó pacientemente: «Sí te reconozco».

Tocó suavemente el rostro de Sonia, cuyas lágrimas corrían incontrolables por sus mejillas. «Sé que eres mi hija. Ahora lo recuerdo todo».

Sonia tampoco pudo contener las lágrimas.

Las dos se abrazaron con fuerza, llorando lágrimas de alivio y felicidad. Fuera, un fuerte viento soplaba a través de la ventana, su silbido casi como si celebrara el reencuentro de madre e hija. Se abrazaron y lloraron durante largo rato.

Finalmente, Mona, serenándose primero, soltó suavemente a Sonia.

Empezó a hablar del secuestro de Sonia cuando era niña, con la voz cargada de remordimiento. «Lo siento mucho, Sonia. No te protegí entonces. Debes haber sufrido mucho todos estos años lejos de nosotros, ¿verdad?».

A medida que Mona hablaba, su sentimiento de culpa parecía pesar aún más sobre ella. Sonia le agarró la mano con firmeza, sacudiendo la cabeza entre lágrimas, tratando de consolarla.

«Mamá, por favor, no insistas en el pasado. Ya lo hemos dejado atrás. Lo que más importa es que estamos juntos de nuevo, y podemos tener un futuro feliz juntos.»

Mona estaba profundamente afectada por la pena de perder a su hija, y Sonia tardó algún tiempo en consolarla antes de que empezara a sentir paz.

«Vale», sollozó Mona, asintiendo.

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