La novia más afortunada -
Capítulo 2075
Capítulo 2075:
Al día siguiente, Brandon se despertó y abrió los ojos para encontrarse a Janet aún sumida en un dulce sueño. Se detuvo, admirando su tranquilidad, antes de besarle suavemente la mejilla.
Tras levantarse y completar su rutina matutina, Brandon se vistió y salió de casa, conduciendo solo hasta el sanatorio donde residía la tía de Janet.
Al llegar, permaneció unos instantes en el coche, observando a Mona desde la distancia. Estaba sentada en el patio, tomando el sol. Su rostro, marcado por el paso del tiempo, irradiaba tranquilidad bajo el suave calor del sol.
Una enfermera se acercó a Mona con una bandeja, despertándola de su medio sueño sereno.
«¿Dónde está mi bebé? ¿Han encontrado a mi querida hija?» La voz de Mona temblaba de urgencia mientras agarraba desesperadamente la mano de la enfermera. «Por favor, dese prisa y reúna el dinero. Necesito rescatar a mi hija».
La enfermera, al sentir el fuerte apretón, le sacó la mano con cuidado y buscó algo en la bandeja para ajustar la medicación de Mona.
En un tono tranquilo y practicado, tranquilizó a Mona: «El dinero está listo».
Mona se enderezó al instante y sus ojos se desorbitaron con una mezcla de esperanza y confusión. «¿Dónde está el dinero?», preguntó, con la voz tensa por la expectación.
«El dinero está en su habitación. En cuanto vuelva a su habitación, tendrá todo lo que necesita para salvar a su hija», mintió la enfermera.
«¿Volvemos a mi habitación ahora?» preguntó Mona apresuradamente.
La enfermera asintió, tranquilizándola. «Claro, pero esperemos a que termine de ajustarle la medicación. No queremos que su hija se preocupe viéndole así».
Mona asintió obedientemente. En cuanto le ajustaron la medicación, se apresuró a entrar en su habitación, seguida de la enfermera.
Brandon se quedó parado, con los labios apretados mientras una oleada de tristeza lo bañaba.
Había venido a visitar a Mona, pero la escena que se desarrollaba ante él le trajo recuerdos de su propia madre. Se preguntó cómo habría reaccionado ella en una situación similar si le hubiera ocurrido algo malo.
Al darse cuenta de esto, la expresión de Brandon se suavizó de emoción.
Cuando Mona volvió a su habitación, el dinero prometido no estaba por ninguna parte. Aunque era de esperar que se sintiera ansiosa o inquieta, la enfermera le dijo algo para calmarla. Ahora Mona estaba sentada en un inquietante silencio, sentada tranquilamente en una silla.
Brandon entró silenciosamente en la habitación y saludó a Mona cortésmente.
Sin embargo, Mona pareció no oírle. Ni siquiera levantó la vista, con los ojos fijos en las baldosas del suelo.
Al ver esto, Brandon se arrodilló a su nivel y le habló suavemente: «Mona, tengo algo para ti».
Cuando la alta figura de Brandon le impidió ver el suelo, Mona levantó por fin la vista.
Al ver que un hombre estaba ante ella, cogió frenéticamente objetos de su cabecera y se los lanzó.
«¡Vete a la mierda! Ya no confío en los hombres!» gritó Mona, lanzando objetos uno tras otro. «¡Si no me hubiera casado con el hombre equivocado, mi hija no habría sido secuestrada!».
Su rabia continuó: «Es culpa mía que mi hermana haya sufrido. Estoy demasiado avergonzada para dejar que me visite. ¡Vosotros sois los culpables! ¡Váyanse ahora!»
Brandon esquivó los objetos voladores. Anticipándose a que ella pidiera ayuda, le entregó rápidamente algo: una foto de grupo que Janet había preparado cuidadosamente el día anterior.
Al ver la foto, la diatriba de Mona se detuvo abruptamente. Se quedó mirándola, con la incredulidad inundando su rostro mientras las lágrimas empezaban a correr por sus mejillas.
«¿Por qué tienes esta foto?», consiguió decir, con la voz quebrada por la emoción.
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