La novia más afortunada
Capítulo 1992

Capítulo 1992:

Tras despedirse apresuradamente de Janet, Alexandra regresó furiosa a su coche, con expresión de enfado.

Su ayudante vislumbró su oscuro semblante por el retrovisor y sintió que le invadía una oleada de confusión, pero se contuvo sabiamente, pues sabía que no debía hacer preguntas.

Las facciones de Alexandra se endurecieron en un ceño fruncido mientras le espetó: «¡Llévame a casa!».

Sin vacilar, el ayudante pisa el acelerador y el coche avanza a trompicones.

Nadie más que Brandon podía provocar una reacción tan furiosa de su jefe.

El ayudante soltó un suspiro. «Jefe, ¿por qué está tan indeciso últimamente? ¿Se está rindiendo? ¿Ha decidido dejar marchar a Brandon?»

Alexandra frunció el ceño, con expresión preocupada. «Si hago un movimiento ahora, me atraparán. Brandon me ha descubierto. Necesito pasar desapercibida durante un tiempo. Aunque es sorprendente. Janet parecía estar perfectamente. Le puse drogas adictivas a las velas perfumadas que le dio Adriana, pero parece que no le afectaron en absoluto».

A medida que Alexandra pensaba más en ello, su frustración aumentaba. Se sentía impotente para actuar, y eso le pesaba. Se frotó la frente, respirando hondo.

«No quiero ir a casa. Llévame al bar».

«¿Seguro? ¿Quiere ir allí ahora?», preguntó sorprendido el asistente.

«¿Qué tiene de malo?» La voz de Alexandra era fría.

El ayudante sonrió amargamente, dando la vuelta al coche. «No. No pasa nada».

En el interior del bar, luces de colores danzaban por la pista de baile, donde hombres y mujeres se movían al ritmo de la música. Al asistente le resultaba insoportable el ambiente ruidoso y se tocaba la frente. Observó cómo Alexandra se bebía una copa tras otra, y cómo el alcohol no tardaba en hacer mella en ella. Su postura, antes firme, vacilaba ahora.

Era evidente que Alexandra había tenido un día duro.

A medida que avanzaba la velada, Alexandra se emborrachaba cada vez más, perdiendo todo sentido del equilibrio y la coherencia.

El asistente guió a Alexandra hasta el coche y le llevó a casa. Ayudó a Alexandra a salir del coche y se aseguró de que no tropezara. Justo cuando se acercaba a la puerta, ésta se abrió, dejando ver a Sonia al otro lado.

Al ver el estado de Alexandra, Sonia se apresuró a apoyarle y preguntarle: «¿Por qué bebe tanto?».

Tras semanas de práctica, Sonia se había adaptado a la vida en Barnes y había captado el acento local sin esfuerzo.

Frunciendo el ceño, el asistente respondió: «¿Quién sabe? No consigo hablar con él».

Al percibir el olor a alcohol de Alexandra, Sonia dijo: «¡Parece que ha bebido demasiado!».

Intentando levantar a Alexandra, el ayudante sugirió: «Centrémonos primero en llevarle dentro. Realmente estoy sintiendo la tensión».

Con la ayuda de Sonia, la asistenta guió a Alexandra hasta el salón y le acomodó en el sofá.

Dejando escapar un largo suspiro, el ayudante dijo: «Puede parecer ligero, pero es sorprendentemente pesado. Ahora estoy absolutamente agotado».

Sonia corrió al baño, cogió una toalla húmeda y la utilizó para limpiar la cara de Alexandra. Sus ojos mostraban una mezcla de amor y lástima.

El asistente observó en silencio, aprendiendo más sobre Sonia en ese momento. Se dio cuenta de que era inteligente y compasiva, probablemente la única que podía tolerar el mal genio de Alexandra.

«Vale, ahora me voy. Cuida de él», dijo el asistente, recogiendo su abrigo.

Sonia dejó la toalla en el suelo y le acompañó hasta la puerta. «Gracias», dijo con una sonrisa cansada.

«Claro, no hay problema. Para eso estoy aquí», respondió el asistente casi instintivamente.

Pero algo en el comportamiento de Sonia le resultaba extraño. ¿Por qué se comportaba como la mujer de Alexandra?

Cuando volvió a la realidad, Sonia ya había desaparecido en el salón, atendiendo a Alexandra. Al darse cuenta de que debía marcharse primero, el ayudante se encaminó hacia la salida.

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