La novia más afortunada -
Capítulo 1701
Capítulo 1701:
En cuanto Janet se puso en pie, Brandon la agarró de la muñeca y tiró de ella hacia él, haciéndola perder el equilibrio y caer en sus brazos. Abrumada por la culpa, Janet no se resistió y en su lugar se apoyó en su pecho. Con una mezcla de dolor y confusión, protestó: «¿Por qué has tirado de mí? Me duele el culo».
Brandon soltó un bufido y respondió con sarcasmo: «Te lo merecías».
Janet esperaba algún tipo de preocupación o consuelo por su parte, pero en lugar de eso, se encontró con su fría respuesta. Hizo un esfuerzo para zafarse de su agarre, pero él no la soltó de la cintura.
«¡Suéltame!» suplicó Janet mientras forcejeaba, pero sus esfuerzos por liberarse fueron inútiles.
Al contrario, Brandon no hizo más que estrechar su agarre alrededor de su cintura.
Los intentos de Janet por liberarse sólo parecieron oscurecer el humor de Brandon. Con voz gélida, preguntó: «¿Por qué fuiste al hospital a mis espaldas? ¿Y por qué mantener en secreto algo tan importante como tomar la medicación?».
«Es que…» Janet tropezó con las palabras. Había planeado decirle a Brandon que lo había hecho para sorprenderle, pero su timidez la contuvo.
Al verla dudar, Brandon se dio cuenta de que no comprendía la gravedad de la situación. Su ira aumentó y su rostro enrojeció a cada momento. No podía entender por qué Janet trataba su salud con tanta negligencia.
Bajo la intensa mirada de Brandon, Janet sintió una oleada de miedo. Sus ojos ardían de furia y ella se sentía demasiado intimidada para hablar.
Tenía un mal presentimiento. Intentó zafarse de su abrazo, pero Brandon la sujetó con más fuerza y le dio la vuelta.
De repente, le dio una bofetada en las nalgas.
Sobresaltada, Janet abrió los ojos y dijo: «Brandon, tú…». Sus palabras se cortaron cuando recibió otra bofetada. No fue ni demasiado suave ni demasiado dura, pero la dejó sintiéndose humillada.
«¿Crees que puedes comer lo que quieras sin consecuencias?» preguntó Brandon, con un tono que revelaba su enfado.
En ese momento, la vergüenza sonrojó a Janet. No podía creer que la trataran como a una niña a su edad.
Intentó levantarse, pero Brandon la tenía agarrada por la cintura, lo que le impedía moverse.
Con una mezcla de rabia y enfado, Janet giró la cabeza y apartó a Brandon de un empujón. «Puedo hacer lo que quiera. No es asunto tuyo».
Los ojos de Brandon se entrecerraron y sus labios se apretaron en una fina línea. Era como si chispas de ira estuvieran a punto de saltar de su mirada.
Sorprendida por la intensidad de los ojos de Brandon, Janet bajó la cabeza y guardó silencio. Sus palabras parecían atascarse en su garganta.
«¿Qué acabas de decir? ¿Estás insinuando que no tengo derecho a preocuparme por ti?». preguntó Brandon, con una voz penetrantemente fría, más fría incluso que el aire invernal de diciembre.
A pesar de lo intimidada que Janet se sintió por su mirada severa, su orgullo no le permitió echarse atrás.
Asintió con firmeza y afirmó: «¡Sí! ¡Eso es! No necesito tu intromisión. Ya no soy una niña. Puedo decir lo que está bien y lo que está mal, ¿verdad?».
Con estas palabras, Janet giró la cabeza, con expresión desafiante. Ya no quería hablar con Brandon.
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