La novia más afortunada
Capítulo 129

Capítulo 129:  

Hace veinte minutos.

Los ejecutivos del Grupo Larson estaban en una conferencia con otra empresa de alto nivel.

El teléfono de Ethan llevaba un buen rato vibrando, pero prefirió ignorarlo las primeras ocasiones.

Cuando el teléfono volvió a zumbar y finalmente miró el identificador de llamadas, su ceño se relajó.

Levantó una mano para indicar que la reunión tomaría una pausa.

«Lo siento, pero tengo que atender esta llamada», dijo, procediendo a contestar su teléfono sin esperar la respuesta de los otros hombres.

Mientras Ethan escuchaba las palabras de Janet, su rostro se ensombreció lentamente.

Su cuerpo se puso tenso, y en el aire se palpaba una fuerte presión.

Garrett se acerco hacia Ethan y notó lo apretado que estaba su teléfono, así como el ligero temblor de su mano.

«¿Qué ha pasado?» preguntó Garrett en cuanto Ethan colgó.

Pero éste apenas le reconoció.

«Lo siento, esta reunión tendrá que posponerse», anunció Ethan.

Se levantó y salió de la habitación.

Los hombres se miraron entre sí, estupefactos, pero ninguno se atrevió a plantear una pregunta.

Garrett se apresuró a seguir a Ethan y le preguntó de nuevo: «¿Qué pasa?». Ethan cerró los ojos y respiró profundamente.

«Envía todos nuestros helicópteros a buscar un bosque de arces en la periferia de la ciudad».

Garrett no necesitó más explicaciones. Asintió con la cabeza y se apresuró a hacer lo que le habían ordenado. Sabía que algo le había pasado a la mujer de Ethan.

Momentos después, cinco helicópteros sobrevolaban la ciudad, buscando una zona concreta del bosque.

Ethan estaba en uno de los helicópteros, sentado con la espalda erguida y la mirada al frente.

A duras penas mantenía su ira bajo control.

En ese momento, la radio crepitó y la voz de Garrett llegó a través del ruido de las hélices en plena acción.

«Lo hemos encontrado. Hay un bosque de arces a las afueras de la autopista principal hacia la ciudad. Te estoy enviando la ubicación exacta a tu teléfono».

Ethan maldijo en voz baja e indicó a su piloto que diera la vuelta.

El helicóptero tardó varios segundos en dar la vuelta y luego se dirigió a toda velocidad hacia la parte sureste de la ciudad.

– Mientras tanto… Después de haber sido abofeteada y haber corrido durante mucho tiempo, Janet ahora no tenía ninguna fuerza, pero seguía luchando.

Miraba al cielo con desesperación, y le pareció oír el lejano estruendo de un helicóptero acercándose.

«P%rra, te voy a joder los sesos», dijo el conductor con una sonrisa malvada en la cara.

Se desabrochó el cinturón, se lo quitó y lo utilizó para atar las manos de Janet.

Sin embargo, antes de que pudiera ajustar la atadura, alguien tiró de él por el hombro y le hizo caer de espaldas.

Aturdido y desorientado, el hombre tuvo que parpadear varias veces y orientarse.

Cuando su visión se aclaró por fin, se encontró rodeado por un grupo de personas vestidas de negro.

«Córtale las bolas», ordenó Ethan, con una voz fría como el acero.

Se puso en contra de la luz que se filtraba entre los árboles, por lo que el conductor sólo captó su alta y trajeada silueta.

«¿Quiénes son ustedes?», preguntó el conductor mientras se acobardaba e intentaba alejarse a gatas.

Nadie le respondió, pero uno de los hombres de negro se adelantó blandiendo un cuchillo.

Poco después, un aullido de agonía se escuchó en el bosque.

Ethan se acercó a una Janet apenas consciente.

Se agachó junto a ella y le desató las manos antes de envolverla con cuidado en su chaqueta de traje. La estrechó entre sus brazos y le susurró: «No tengas miedo, cariño».

Los ojos de Janet seguían vidriosos e instintivamente se asustó ante su repentina proximidad.

«¡Suéltame! ¡Que alguien me ayude! ¡Maldito! Si te atreves a tocarme, te mataré». La desesperación de su voz hizo que le doliera el corazón.

Ethan le agarró las dos manos y trató de calmarla.

Aunque su voz era tranquila y reconfortante, su rostro era todo lo contrario.

Tenía las cejas fruncidas, los labios apretados y una tormenta mortal en sus ojos.

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