La Novia Fugitiva y el Magnate Misterioso -
Capítulo 40
Capítulo 40:
Un jadeo sorprendido precedió al suave suspiro de Wayne.
“Siempre has tenido tan clara la distinción entre los asuntos públicos y los privados».
Resoplando, Tyson lo ignoró y siguió lavando los platos.
«No tienes idea. Dudé durante mucho tiempo antes de decidirme a nombrarla directora del departamento de diseño. La verdad es que no se ajusta a las normas de la empresa, pero es la esposa del presidente del Grupo Semshy. Me temo que me matarás si se siente ofendida».
El otro puso un poco de detergente en un plato antes de abrir el grifo y, regresando su atención a la conversación, sugirió de forma casual: «Ya que me temes tanto, deberías darle el puesto de presidente del Grupo Evans a Cece».
Wayne resopló por lo bajo antes de responder: «Lo siento, pero no tengo poder para tomar esas decisiones. ¿Qué tal si le comentas tu idea a mi padre?».
Negando con la cabeza, Tyson continuó con los platos, y respondió en un tono más sombrío: «No tienes que ser parcial con ella».
El talento de Celia en el diseño era evidente para todos. Incluso sin la ayuda de Wayne, ella no estaría en el fondo de la industria por mucho tiempo.
Un rato después, colgó el teléfono tras despedirse de Wayne. Una vez terminados los platos, volvió a su habitación para ver a Celia, quien ya se había puesto un pijama y estaba dormida, dando vueltas en la cama. Tal vez su inquietud era el resultado de la bebida que había ingerido.
El muchacho se acercó, la arropó, se inclinó y la besó en la frente, sonriendo con suavidad, y se quedó a su lado hasta que ella dejó de dar vueltas y entró en un sueño profundo.
Cuando recordó lo nerviosa que se había puesto esa mañana al verlo dormir a su lado, decidió que debía darle tiempo para que se adaptara, lo que significaba que tenían que dormir en habitaciones separadas por el momento.
Pero, cuando estaba a punto de levantarse, una mano suave salió del edredón y le sujetó la suya.
«No te vayas».
Con los ojos entrecerrados, Celia dijo con voz apagada: «No te vayas…».
La suave petición tiró de la fibra sensible de Tyson.
Su manzana de adán se movió ligeramente, y dijo con voz más baja y afable que de costumbre: «Bien, pronto estaré contigo».
Presuroso, Tyson se duchó en tiempo récord y regresó a su habitación. Aunque Celia tenía los ojos abiertos, estaba tan somnolienta que ahora estos eran meras rendijas.
«Cece, ¿Quieres dormir sola, o que duerma contigo?».
En un segundo, ella se abalanzó hacia delante y lo rodeó con sus brazos. Murmuró entre dientes: «Quiero dormir con mi esposo. Hueles tan bien…».
Antes de que Tyson pudiera responder, la muchacha se sentó y se le lanzó a los brazos, obligándolo a sostenerla.
“Quédate conmigo. Durmamos juntos…».
El comportamiento infantil de su esposa era inusual, por lo que Tyson lo resumió como el resultado del alcohol.
Pero, aun así, ¡Era tan adorable!
Él le acarició la espalda con su gran mano y, despacio, le dio unos golpecitos en las manos, indicándole que lo soltara para que pudieran acostarse.
Sin embargo, cuando se metieron en la cama, Celia se dio la vuelta y se le subió encima. Una y otra vez, le salpicó la cara de besos, haciendo que el deseo que él se había obligado a suprimir despertara de nuevo con fuerza y casi sin control.
Pero lo controló. Celia estaba perdida en algún lugar entre el país de los sueños y la realidad, pues el alcohol que corría por sus venas disminuía sus inhibiciones.
Lo que ella hiciera ahora no era por su voluntad y él no quería aprovecharse de eso, por lo que no le quedó de otra que soportar todo lo que le hizo sin reaccionar.
Celia no dejó de besarlo hasta un rato después, y Tyson por fin pudo respirar aliviado. Si ella hubiera seguido frotándose contra él y besándolo por más tiempo, sin duda habría perdido su débil control.
Permanecieron en silencio, con las extremidades de Celia fuertemente envueltas alrededor del muchacho. El apacible silencio fue roto por las divagaciones delirantes de ella.
“Mamá, te extraño tanto… ¿Cómo pudiste dejarme? Ahora no te volveré a ver…», masculló con voz gangosa y entre dientes.
Los murmullos se disolvieron en lágrimas mientras ella seguía contándole lo mucho que echaba de menos a su madre.
Tyson sintió pena por su frágil estado, pero no pudo evitar sorprenderse por sus palabras.
¿No era su madre Mabel, la esposa del presidente del Grupo Kane? Esa mujer seguía viva, así que, ¿Cómo podía decir Celia que no volvería a ver a su madre?
Pensó en la ‘Señorita Kane’ que mencionaron el guardaespaldas y el chófer, y en la diferencia entre Celia y la ‘Señorita Kane’ de la que había oído hablar…
Tal vez estaba a punto de resolver el misterio.
La chica con la que se casó, y por la que tanto se preocupaba, probablemente no era Cerissa Kane.
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