Capítulo 26:

Tyson miró fijamente a su esposa, con quien se acababa de casar y a quien no podía dejar de ver, y ella estaba absorta en su almuerzo. A él le resultó difícil relacionar a esa adorable mujer frente a él con la infame Señorita Cerissa Kane.

A decir verdad, no le importaba un comino si ella era Cerissa o no.

Lo más importante era que se había casado con ella, y ahora era su esposa.

Apartando esos pensamientos no deseados de su mente, él se concentró en ella y le prestó toda su atención. Ambos charlaron y se rieron sobre varios temas en el transcurso de su comida.

En un momento, el mesero empujó un carrito de postres que se detuvo justo al lado de su mesa, y después de colocarlos sobre ella, se fue con el carrito ahora vacío.

Los ojos de Celia se agrandaron ante ello.

“¡Oh, por Dios! ¡Estos postres son caros!

Definitivamente no puedo permitirme comerlos muy a menudo».

Sonriendo, Tyson dijo: «Pues puedes comer todo lo que quieras hoy».

Luego agarró un pastel de crema de fresa y preguntó: «¿Te gusta esto?».

Congelándose, Celia se lamió los labios antes de darle un pequeño asentimiento.

Al darse cuenta de la vacilación en sus ojos, Tyson lo dejó a un lado, y sosteniéndola por los hombros con ambas manos, le preguntó con voz suave: «Cece, te lo preguntaré de nuevo. ¿Te gusta el pastel de fresas?».

Esta vez, ella negó con la cabeza y dijo: «Quiero el puff».

«Si te gusta, asientes, pero si no es así, debes decir que no. Conmigo siempre puedes hacer lo que quieras y comer lo que quieras».

Sus ojos eran firmes y cálidos, lo cual le dio a la mujer una sensación de seguridad.

Con un tímido asentimiento, ella agarró el postre, pero no se lo comió, en cambio, lo acercó a los labios de Tyson y dijo: «Pruébalo. Es delicioso».

Agradablemente sorprendido, él le dio un mordisco al puff.

«¿Te gusta?», preguntó Celia mientras parpadeaba hacia él con sus ojos brillando de alegría.

Tyson dudó por un momento porque la verdad era que no le gustaba el sabor de la crema. No obstante, una vez que vio lo expectante que estaba su esposa, supo que no podía decepcionarla.

«Sí, mucho. Me gusta lo que sea que me des de comer», murmuró mientras agarraba el postre y se lo daba a ella.

El corazón de la mujer se aceleró mucho.

“No tienes que hacer esto», dijo ella, y sonrojada, probó el puff y suspiró.

“Creo que los rumores son falsos. No das miedo en lo absoluto».

Sonriendo, él respondió a su broma con otra.

“Y tú tampoco eres tan arrogante como los rumores me habían hecho creer».

Los recién casados compartieron una sonrisa amorosa, cubriendo la mesa con esa energía melosa.

«Cece», dijo Tyson en voz baja mientras sus ojos se posaban en la crema en los suaves labios de ella.

Eso le recordó a esa noche. Sin poder evitarlo, la atrajo hacia sus brazos y la besó sin más.

Estupefacta, Celia se congeló, y su cerebro dejó de funcionar mientras se perdía en la pasión del momento. Lo único de lo que era consciente era del olor ardiente que emanaba de su esposo, y de alguna manera, su memoria evocó los eventos de aquella noche. El olor a tabaco en su aliento era muy similar al de ese hombre.

De repente ella se regañó mentalmente por ser tan ridícula.

Y es que ella siempre pensaba en esa noche cuando estaba con Tyson, pero nada bueno podía salir de pensar en ese hombre.

Es decir, Tyson era su presente y su futuro, y la trataba como a una reina, así que ella simplemente no podía decepcionarlo.

Sosteniendo su delicado rostro entre sus manos, él la besó de nuevo como si fuera su posesión más preciada. Su hábil lengua ahora se sumergió en su boca, enredándose con la de ella, y sus cálidos alientos se mezclaron como sus destinos.

Mientras soltaba incontrolablemente un ahogado y suave gemido, los dedos de Celia agarraron la camisa de su esposo con fuerza.

Ese beso fue más delicioso que todos los postres de la mesa combinados, pues no solo fue apasionado, sino también lleno de amor y esperanza.

Tyson no se detuvo hasta que Celia se quedó sin aliento, y se inclinó a un lado de ella hasta que sus labios le rozaron la oreja.

“Te ves muy adorable cuando te sonrojas».

El corazón de la mujer latía erráticamente mientras yacía paralizada en los brazos de su esposo.

Tratando de calmarse, se recordó a sí misma que era perfectamente normal que las parejas se besaran.

Tyson eligió ese momento para acercarla aún más antes de colocarle una cajita en la mano.

“Es un regalo de bodas. Ábrelo».

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