Capítulo 202:

Estupefacta, Celia miró a Tyson con incredulidad.

Acto seguido, lo agarró por la manga de la camisa, y dijo con entusiasmo: «Tyson, ¿Puedes decir eso de nuevo?».

Temerosa de haber oído mal o de que él estuviera bromeando, Celia le pidió que repitiera la información.

«Cariño, la operación de Flavia fue un éxito. Ya puedes estar tranquila».

Con los ojos aguados, la chica se tapó la boca, y exclamó: «¿Qué está pasando aquí? ¿Cómo sucedió esto?».

En ese momento, Wayne se acercó para explicarle: «Todo se debió a la buena suerte de tu esposo. Él participó en la lotería del hospital en nombre de Flavia y ganó el primer premio. A raíz de ello, los gastos de la cirugía se redujeron en un ochenta por ciento, y casualmente había un donante de riñón disponible. Al final, como solo necesitábamos pagar una pequeña suma después de ese gran descuento, yo me hice cargo. Luego le pedí a mi tío que arreglara todo para llevar a cabo la operación esta misma tarde. Flavia todavía tiene el efecto de la anestesia y por eso sigue dormida, pero se despertará pronto».

«Dios mío… ¡Wayne, muchas gracias! Nos has ayudado mucho. No sé cómo pagarte».

«Oh, por favor. No fue nada. Además, eres la esposa de Tyson. ¿No debería poder hacerte un pequeño favor?».

Aunque estaba muy emocionada, Celia no se creía el cuento que le había echado Wayne. Entonces, preguntó: «¿Pero por qué el hospital hizo un sorteo? ¿Y cómo es que Flavia tuvo tanta suerte? Ochenta por ciento de descuento es muchísimo».

Ante las dudas, Tyson decidió intervenir.

“Tuvimos mucha suerte de ganar gracias a tu amor por Flavia, querida».

«Mmm… bueno, es la primera vez que escucho que un hospital organiza un sorteo de este tipo, y que el primer premio sea un descuento del ochenta por ciento en la factura del paciente es increíble».

«Oh, sí… un hospital público definitivamente no realizaría tal evento. Pero este es propiedad de mi tío, y como estaba de aniversario, decidió hacer esta actividad benéfica. A él le gusta mucho colaborar con sus clientes… deberías saberlo», lanzó Wayne a toda prisa.

Aún con sospecha, Celia insistió: «Pero, ¿Por qué Flavia?».

«Oh… bueno… mmm… hice algo en secreto», dijo Wayne rascándose la cabeza con torpeza, antes de sacar su teléfono para abrir el sitio web del hospital. Enseguida hizo clic en el anuncio y se lo mostró a Celia.

“Mira, aquí está la publicación con los resultados. ¿Sigues dudando?».

Al leer el anuncio, Celia finalmente lo creyó. Sin embargo, cuando pensó en lo que sea que haya hecho Wayne, frunció el ceño para decir: «Wayne, si hiciste trampa, ¿No privaste a los otros pacientes de su oportunidad de ganar? ¿Qué pasa si alguien no tiene el dinero para el tratamiento de su familiar y esta oportunidad era su única esperanza?».

«Jajaja… Cece, ¿De qué estás hablando? Mira a tu alrededor. ¿De verdad crees posible que los pobres vengan a tratarse aquí?».

Considerando que las palabras de Wayne tenían sentido, ella asintió.

A fin de cuentas, la propia Celia se había sorprendido mucho por lo lujoso de ese hospital la primera vez que lo visitó. Estaba convencida de que los pacientes allí debían ser personas adineradas.

En ese instante, una enfermera entró a reemplazar el goteo intravenoso de Flavia, y dijo con un suspiro: «Esta paciente es muy afortunada. Ganó el primer premio y obtuvo un descuento importante en su factura. Por cierto, su trasplante de riñón también fue muy exitoso».

Al escucharla, Celia finalmente se creyó la historia. Por ende, se arrojó a los brazos de Tyson llorando de emoción.

Dándole unas palmaditas en la espalda, él la consoló: «Está bien, cariño. Ya todo terminó. No tienes que preocuparte por esto».

La dulce escena frente a él hizo que Wayne les volteara los ojos.

De todos modos, se sentía aliviado de que Celia no hiciera más preguntas.

Tyson había hecho todo lo posible para que Celia se creyera el asunto de la lotería, y le pidió a Wayne que actuara con él.

Con eso en mente, este último se preguntaba si el amor era realmente tan poderoso.

¡Hasta Tyson había cambiado mucho después de enamorarse!

¿Y él? ¿Cuándo podría saborear cómo era ese sentimiento?

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