La luz de mis ojos
Capítulo 1381

Capítulo 1381:

Mientras Leila recordaba cuidadosamente lo sucedido aquella noche, se aseguró de que nadie pudiera verla entrar en la habitación de Sheryl a medianoche. Sabía que en la habitación de Sheryl no había cámaras de seguridad. Nadie la vio arrastrarse hacia Sheryl; nadie vio a Leila pellizcarla. Sheryl seguía felizmente dormida, atrapada en su coma.

Sólo Leila y Dios sabían lo que hizo aquí esta noche.

‘Sea lo que sea lo que Charles descubra más tarde, nunca pensaría que yo tuve algo que ver con ello, ‘

pensó Leila con calma, su corazón empezaba a ralentizarse.

Charles siguió a las enfermeras hasta donde estaba la sala del hospital. Estaba ocupado pensando en el proceso, tal como Leila había esperado.

De repente recordó las palabras del médico frente a la sala de urgencias. ‘¿Estrangular a Sheryl? Sé lo suficiente como para saber que hay alguien buscando a Sheryl. Pero, ¿quién es?’ Charles reflexionó preocupado, entrecerrando los ojos por el cansancio.

Cuando llegó a la sala de Sheryl, encontró un moratón morado oscuro en su cuello pálido y delgado. Resaltaba prominentemente sobre su piel, como una mancha que distraía la atención sobre una hermosa camisa blanca.

Lo sintió muchísimo por Sheryl. La culpa se le había acumulado en el borde de la garganta. No fue capaz de protegerla cuando lo necesitaba.

Charles tocó suavemente el cuello de Sheryl, rozando con cuidado el hematoma. Aunque el médico le había dicho que el estado de Sheryl se había estabilizado, seguía temiendo por ella.

Si ella no lo lograba, nada podría aliviar su dolor, ni siquiera si descubría quién era el asesino.

Sheryl seguía durmiendo.

Yacía inmóvil en la cama, excepto por el sube y baja superficial de su pecho.

Nadie habría esperado que Sheryl estuviera despierta en ese momento. Desde la noche anterior hasta primera hora de hoy, se había mantenido despierta y con la cabeza tan despejada como había podido.

Tanto en el momento en que Nancy la encontró, como cuando iban de camino al hospital, mantuvo la cabeza despejada.

Cuando oyó los gritos desesperados de Nancy, no hizo ningún ruido. Ya no creía que pudieran encontrar a Shirley, por lo que tenía que encontrar la manera de enfrentarse a Leila ella sola.

Escuchaba cuando Charles mostraba su preocupación por ella, pero no tardó en darse cuenta de que ya no le importaba.

De todos modos, Sheryl no sabía si debía confiar plenamente en Charles, aunque le quisiera de todo corazón.

Quizá su decepción aumentaba cada vez que Charles no confiaba en ella. Empezó a perder la confianza en él, porque se dio cuenta de que ella tampoco podía confiar en él. Shirley lo era todo para ella. Nunca transigiría por nada si se trataba de su hija.

Sheryl recordaba fácilmente lo que pasó anoche. Oyó abrirse la puerta y pensó que Charles había vuelto. Pero entonces se dio cuenta de que no parecían los pasos de Charles.

Entrecerró los ojos contra la luz que se filtraba por la puerta y vio una figura femenina. Era Leila. Sheryl se sobresaltó al ver a una mujer tan miserable; nunca habría creído que Leila tuviera la osadía de colarse en su dormitorio. Sheryl sabía que Leila había secuestrado a Shirley. Pero ¿para qué estaba aquí?

Sheryl pudo sentir cómo Leila se acercaba lentamente a ella, y rápidamente cerró los ojos, haciéndose la dormida. Sólo pasaron unos segundos hasta que sintió que Leila la estrangulaba con la mano.

Fue entonces cuando se dio cuenta de que Leila iba a matarla.

Sheryl estaba horrorizada por la repentina toma de conciencia, pero no podía hacer nada. Tuvo que fingir que estaba en coma. Decidió seguir el truco de Leila, pero tenía que asegurarse de que no perdería la vida por ello. Todavía tenía que encontrar a Shirley.

Sabía que corría un gran riesgo. Apostaba a que Leila no sería capaz de matarla ahora, así que, al menos, debería ser capaz de atrapar a Leila en el acto. Podría usar esto para chantajearla en el futuro.

Tal como Sheryl esperaba, Leila no pudo matarla. Huyó asustada.

Sheryl intentó quedarse lo más quieta posible cuando Leila se aferró a su cuello con tanta fuerza.

Le resultaba difícil no moverse ni emitir un solo sonido.

Sin embargo, Sheryl tuvo la suerte de su lado. Leila huyó antes de que pudiera aguantar más.

Sheryl aprovechó inmediatamente la oportunidad para llevar a cabo su plan.

En cuanto Leila salió corriendo de su dormitorio, Sheryl abrió los ojos.

Se acarició el cuello, sintiendo un poco de picor y dolor. Tenía que mantener la calma; aún quedaba mucho por hacer.

Al segundo siguiente, Sheryl se levantó y buscó su teléfono. Una vez lo tuvo a su alcance, abrió sus contactos y marcó rápidamente.

Sheryl tuvo suerte de que la persona a la que llamaba aún estuviera despierta a esas horas de la noche.

«Doctor, buenas noches,»

Sheryl saludó por teléfono. Ella y el médico eran viejos amigos, pero rara vez se ponían en contacto. Charles era ajeno a su existencia.

Sin embargo, siempre estaban conectados. Siempre se llamaban durante las fiestas o los festivales.

«Sheryl ¿Va todo bien? ¿Estás bien?»

preguntó el médico casi de inmediato al oír la voz rasgada de Sheryl. Por el sonido de su voz ronca y quebrada, se dio cuenta de que algo no iba bien. Se levantó rápidamente y se dirigió hacia el armario, preparándose para ponerse la ropa de trabajo.

Sheryl oyó esos sonidos y explicó rápidamente: «Relájate. Estoy bien. Siento haberte llamado demasiado tarde. Sólo quiero pedirte un favor».

El médico bajó el ritmo y siguió escuchando lo que ella tenía que decir. Hablaron durante unas horas antes de dar por terminada la noche. Iban a empezar el plan al día siguiente, con su plena cooperación para ayudar a Sheryl a que pareciera una autolesión.

Leila había actuado tontamente; era el momento perfecto para que Sheryl le tendiera una trampa. Tenía que actuar bien. Leila tenía que pagar por lo que había hecho, y ésta era la única forma de saber dónde estaba Shirley.

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