Capítulo 358:

«¡Perdona! Creo que debería contártelo todo aunque te resistas a averiguarlo». Jacob buscó un asiento y se sentó, mirando directamente a la mala cara de Cornel.

Cornel cerró la puerta y le miró. «¿Qué quieres decir?»

Jacob puso un documento sobre la mesilla de noche: «Señor Brown, ¿Ha comprobado recientemente los registros financieros de la empresa?».

«¡No es asunto tuyo! Y no tienes derecho a ocuparte de ello».

Jacob se mofó: «No tengo derecho. Sólo soy un ayudante. Pero creo que deberías echar un vistazo a este documento».

Jacob golpeó el documento que había sobre la mesa y se levantó. «Sé que no soy bienvenido aquí, así que voy yo primero. Espero que puedas averiguar algo después de ver el documento».

«¿Qué quieres decir?» Cornel le observó, saboreando sus palabras.

Jacob se limitó a decir: «Lo sabrás después de leerlo». Luego Jacob se inclinó cortésmente y se marchó.

«¡Espera! ¡Déjalo claro!» Cornel corrió detrás de Jacob, mientras éste no tenía intención de hablar más con él y caminaba rápidamente.

Entonces Cornel sacó el documento que Jacob le había puesto sobre la mesa y volvió a su habitación.

En el jardín, Elena y Yolanda paseaban por el jardín y volvieron a la puerta. Se encontraron por casualidad con Jacob, que se disponía a marcharse.

Sin pensarlo más, Yolanda preguntó: «Jacob, ¿Te vas ya?».

«¡Sí!»

«¿Y el negocio? ¿No necesitas discutirlo con Elena?». Sorprendida, no vio que hubieran tenido una charla. ¿Por qué iba a marcharse?

Con el rostro inmutable, Jacob dijo: «Me pondré en contacto con la señora en cualquier momento si hay algo importante en la empresa».

Elena asintió: «Vuelve. Ya es tarde y mañana debes levantarte temprano».

«¡Sí!» respondió Jacob, y se marchó en dirección al aparcamiento.

Yolanda tenía sensaciones desconocidas, que la incomodaban. «Cuñada, ¿Cómo sabes que tiene que madrugar?».

Elena la miró con el rabillo del ojo: «¿Has oído que a los pájaros madrugadores les llegan los gusanos?».

«Bueno, sí, pero…».

No respondió directamente a la pregunta de Yolanda.

Elena se deshizo de la mano de Yolanda, lo que atrajo la mirada de ésta. Elena sonrió: «Estoy un poco cansada de caminar tanto. Volvamos a la habitación».

«Vale, cuñada, ¿Quieres tomar algún postre? Le pido a la cocinera que te prepare la merienda de la noche, ¿Vale?». Yolanda sonrió amablemente.

«¡No, gracias!» Elena asintió levemente: «Quiero ver al abuelo George. Se negó a ver a nadie desde que volvió del hospital. Me temo que nadie sabrá si no se encuentra bien sin alguien a su lado».

A Yolanda no le hizo ninguna gracia oír aquello, porque no se llevaba bien con el abuelo George.

Al ver su mirada, Elena le dio un golpecito en el hombro: «No te preocupes. iré yo misma a charlar con él». Tocándose el estómago, continuó: «Es más, el abuelo George debería alegrarse de ver a su bisnieto».

Yolanda esbozó una gran sonrisa: «¡Es estupendo!».

Al terminar, sonrió torpemente y explicó: «¡Cuñada, no quería decir eso! Es que no tengo nada que decir cuando veo al abuelo George».

«Ya veo». Elena asintió: «Pero no hace falta que lo dejes tan claro, si no, será muy embarazoso para vosotras dos».

Yolanda asintió perfunctoriamente. Sin embargo, no podía mostrar respeto a George, sobre todo por su actitud hacia ella estos días. Era evidente que le caía muy mal. Así que no tenía por qué adularle.

Elena le soltó la mano, sin decir nada más con ella. Se dirigió directamente al dormitorio de George. Yolanda miró la espalda de Elena, y luego se volvió para ver a Jacqueline.

Elena llamó ligeramente a la puerta y luego la abrió de un empujón: «¿Abuelo?».

George estaba sentado en la cama, con una foto en la mano. Al verla entrar, dijo sin sorpresa: «¡Estás aquí!».

«Abuelo George, ¿Qué estás mirando?». Elena se acercó a él lentamente.

George le enseñó la foto.

Era una foto de toda su familia, en la que ella podía ver a George de mediana edad, al joven Cornel y a la Señora Brown, y a un niño. Reconoció al niño, y era Logan.

Elena echó un vistazo a la foto y no pudo evitar suspirar de emoción al ver que todo había cambiado.

George dijo: «Antes de saber lo de Jacqueline, pensaba que esa familia era una familia de verdad, y que esta casa podía llamarse hogar. Nunca hice criterios para mi nuera. Creo que basta con que Cornel la quisiera».

Elena preguntó: «¿Eran… eran felices en aquella época?».

«Muy felices. Habían estado poniendo cortesía el uno con el otro, así que yo pensaba que estarían así toda la vida. Sin embargo, algo ocurrió».

Jacqueline intervino en su matrimonio. Cornel estaba cansado de aquel matrimonio tan poco romántico, así que optó por engañar a su mujer.

Elena sonrió: «Abuelo George, puedes estar tranquilo. Seré feliz toda la vida con Logan».

«Tú eres diferente, y Logan también. Habéis pasado por muchas cosas juntos…». George le dio un golpecito en la mano y le quitó la foto. «Se dice que los que comparten dificultades compartirán una vida feliz. Tú has compartido muchas dificultades con Logan, así que creo lo que has dicho».

Elena abrió la boca y quiso decir algo, mientras George asentía. «Quizá Cornel tuvo una historia de amor corriente, por lo que es fácil que su amor se desvaneciera. Entonces apareció Jacqueline, y se enamoró de ella en su lugar».

«Abuelo, el pasado es el pasado…». Elena se apretó el labio inferior, mirando aquella foto. «A Logan y a mí no nos interesa saber quién se equivocó en aquel matrimonio. Lo que está mal es que quien amaba más profundamente…». Lo malo fue el trágico suicidio de la Señora Brown.

George dejó escapar un gran suspiro: «El pasado sigue aquí ante mis ojos… cuanto más feliz es el pasado, más ridículo resulta pensar en él ahora…». Así es el Karma, nadie puede escapar de él…

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