Capítulo 58:

«Ah, entonces no estaba muy enferma. Me aseguré de que recibiera los mejores cuidados -comentó Shirley, con un tono indagador en la voz mientras observaba atentamente la reacción de Kallie. Tras un breve y tenso silencio, Kallie asintió y esbozó una débil sonrisa.

Kallie se rió amargamente de sí misma. ¿Qué podía decirle ahora a Jake? Shirley le había prohibido explícitamente tener hijos con Jake e incluso había expresado su deseo de que se divorciara pronto de él, alegando que era por el bien de Roderick. ¿Cómo iba a revelar su embarazo y su aborto?

«¿En serio?» El rostro de Jake permaneció impasible, sin traicionar ninguna emoción, y se abstuvo de hacer más preguntas. Se limitó a tomar asiento.

La comida transcurrió en calma y sin incidentes, quizá algo aliviada porque Shirley no se atrevía a ponerle las cosas difíciles a Kallie en ese momento, dado el tema reciente. Cuando hubieron comido, Kallie le hizo una señal sutil a Jake con unos discretos gestos de la mano. Este asunto ni siquiera se le había pasado por la cabeza antes de volver a este lugar. Le preguntó a Jake si podía ir a buscar y reparar la tetera que Roderick había roto antes de morir.

Sin dudarlo, Jake asintió. «Iré contigo a recogerla en breve».

Kallie sintió una oleada de alivio y una pizca de consuelo. Aquella tetera había sido la favorita de Roderick. Por desgracia, la había roto accidentalmente cuando sus manos temblaron incontrolablemente durante su enfermedad. En aquel momento, Kallie no se había planteado reparar la tetera para él, pero ahora, tras haber reanudado su trabajo de restauración de antigüedades, la tetera le venía a la mente.

El estudio de Roderick estaba situado en una estructura más pequeña detrás de la casa principal. A pesar de su larga ausencia, sus pertenencias permanecían intactas. Jake acompañó a Kallie hasta allí, pero prefirió quedarse fuera. «Esperaré aquí en la puerta». Kallie reconoció con un movimiento de cabeza y entró en el estudio de Roderick. Recordó exactamente dónde guardaba Roderick la tetera y la localizó rápidamente.

Agarrando la caja que contenía la tetera, Kallie se quedó en lugar de marcharse inmediatamente. Observando la habitación familiar, sintió un pinchazo en la nariz mientras las lágrimas empezaban a nublarle la vista. Los recuerdos de Roderick enseñándole varias lecciones en esta habitación la inundaron. Recordó cómo se escondía bajo el escritorio para escuchar sus conversaciones con los visitantes.

Este estudio era una parte muy querida de la infancia de Kallie. La última larga conversación que tuvo con Roderick antes de casarse con Jake tuvo lugar aquí. Por aquel entonces, Roderick había dicho: «No te pido que Jake cuide de ti, sino que tú cuides de él. Es testarudo, no le gusta socializar y se guarda sus pensamientos para sí mismo. Eras la única persona con la que se abría cuando era más joven».

En aquel momento, Kallie había respondido con un resuelto asentimiento, asegurando a Roderick que cuidaría diligentemente de Jake. Sin embargo, con el paso del tiempo, Kallie se dio cuenta de que la franqueza de Jake con ella no se debía a un vínculo especial, sino a que era muda e incapaz de divulgar sus secretos. Tras su matrimonio, tanto Jake como Shirley condenaron a Kallie al ostracismo, erosionando su confianza en su capacidad para cuidar de Jake.

El hecho de que Roderick le encargara cuidar de Jake pesaba mucho sobre Kallie. Pensó que tal vez debería darle otra oportunidad y no precipitarse a divorciarse de Jake. La propia Kallie no estaba segura de su decisión. Se secó las lágrimas y salió del estudio, aferrada a la caja.

Al volver al salón, Melinda se acercó a Kallie con una cálida sonrisa. «¿Has ido a buscar las cosas de Roderick?». Indiferente a lo que habían cogido, Melinda sonrió a Kallie. «¿Por qué no te quedas a dormir esta noche, Kallie? Podríamos ir de tiendas mañana. Quédate en mi habitación. Podemos charlar hasta bien entrada la noche».

Melinda y Shirley solían estar alineadas en contra de Kallie. Esta inesperada calidez por parte de Melinda definitivamente levantó sospechas. Kallie dudó en aceptar, pero la situación era demasiado incómoda para negarse rotundamente, así que instintivamente buscó la intervención de Jake. Fue entonces cuando recordó que Jake probablemente no se molestaría en esos asuntos.

Jake negó rotundamente. «Se viene a casa conmigo esta noche». Kallie se quedó momentáneamente estupefacta, y Melinda también pareció sorprendida. Tal vez Melinda no había previsto que Jake, que normalmente despreciaba a Kallie, ahora la defendiera.

«Está bien, entonces. Hagamos planes para ir de compras juntos mañana». Melinda dio un paso atrás, ofreciendo a Kallie una sonrisa tranquilizadora. «¡Vendré a buscarte mañana!». Incapaz de negarse esta vez, Kallie se limitó a asentir.

Kallie volvió al coche con Jake. Mientras se alejaban, él se volvió hacia ella. «Solo estás muda, no incapacitada. Tienes todas tus extremidades, ¿verdad?». Los ojos de Kallie se abrieron de par en par mientras lo miraba fijamente.

«Si mi madre te castiga obligándote a arrodillarte, ¿por qué no huyes? ¿Por qué no te defiendes? ¿Cómo pudiste someterte así? ¿Te apuntaba con una pistola o te amenazaba con un cuchillo? Si te negabas a arrodillarte, ¿de verdad iba a hacer que los guardaespaldas te obligaran?». La voz de Jake tenía un tono de impaciencia y frustración mientras la bombardeaba a preguntas.

Kallie lo miró, con expresión de puro asombro, como si nunca lo hubiera conocido. Jake la estaba animando a resistirse al acoso de Shirley.

Jake continuó: «Si vuelve a ocurrir algo así, corre y llámame, ¿entendido?». Kallie asintió vigorosamente, con lágrimas empezando a formarse en sus ojos. El día de hoy le parecía surrealista. Jake estaba siendo increíblemente comprensivo.

Jake preguntó: «¿Te había tratado así antes? ¿Cuántas veces ha ocurrido? ¿Cuándo? ¿Qué te hizo exactamente?».

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