Capítulo 422:

Rememorando, Jake dijo: «Cuando éramos niños, me gustaba sentarme solo así. Tú siempre te acercabas. Te dije que eras molesto. Dijiste que no podías hablar y que no me molestarías. En realidad, nunca me molestaste. Sólo tenía mal genio y temía enfadarme contigo. Además, siempre me alegraba en secreto cuando me visitabas. Puede que no dijeras mucho, pero sólo oírte decir mi nombre… era reconfortante».

«Jake… Jake…» Mientras Jake hacía una pausa, Kallie pronunció inesperadamente su nombre.

Jake se detuvo bruscamente y se volvió para mirarla con incredulidad.

Kallie le estaba mirando, con una nueva chispa en los ojos. Volvió a gritar: «Jake».

Las pupilas de Jake se dilataron y alargó la mano para cogerla. «¿Te has recuperado? ¿Puedes entenderme?

Sin responder directamente, Kallie siguió pronunciando su nombre. Su voz era mecánica, casi robótica.

El corazón de Jake se agitó con una mezcla de emociones. El médico le había advertido que, antes del tratamiento, Kallie podría ser como un objeto inanimado. Sin embargo, ahora le respondía.

Durante días, Kallie permaneció en estado catatónico, aparentemente perdida en su propio mundo, completamente ajena a todo y a todos los que la rodeaban. La única excepción era Jake; parecía responderle, aunque débilmente.

El médico había intentado todo lo que se le había ocurrido, pero nada parecía funcionar. Finalmente, levantó las manos. «Esta droga es un misterio», dijo.

«He hecho todo lo que he podido por ahora. Está estable, pero su memoria es otra historia. Recomiendo mantenerla en un entorno familiar; podría ayudarla a refrescar la memoria». Después de pensarlo, Jake decidió llevar a Kallie a casa.

Sophie se puso muy contenta cuando supo que su madre volvía a casa. Hacía días que no veía a Kallie y había estado muy ocupada preparándolo todo, incluso eligiendo un regalo especial para ella.

En cuanto oyó llegar el coche, Sophie salió corriendo de casa, llena de emoción. Jake estaba ayudando a Kallie a salir del coche cuando vieron a Sophie corriendo hacia ellos.

Antes de que Jake pudiera reaccionar, Sophie abrazó a Kallie. «¡Mami! Mami!»

Sophie se tambaleó, pero Kallie la alcanzó instintivamente para sostenerla. Jake se quedó boquiabierto. En el hospital, Kallie había rechazado el contacto de todo el mundo.

Por eso el médico le había sugerido que la trajera a casa. Quizá el vínculo madre-hija era más fuerte que los efectos de la droga.

Jake sintió un rayo de esperanza. Quizá traer a Kallie a casa fuera la clave para su recuperación. La idea le quitó el peso que le había estado oprimiendo los últimos días.

Aunque Sophie era sólo una niña, podía sentir que algo no iba bien. Miró a Kallie con el ceño fruncido, preocupada.

«¿Estás enfadada conmigo? ¿Por qué no me hablas?». Sophie tiró de la manga de Kallie, con sus grandes ojos suplicando una respuesta. «Mamá, por favor, ¿no quieres hablar?».

Jake se arrodilló y acarició suavemente el pelo de Sophie. Tras dudar un momento, decidió que la sinceridad era la mejor política. «Sophie, tu mamá está enferma. Ahora no se encuentra bien, pero sabe quién eres. Sólo tienes que ser un poco paciente con ella, ¿vale?».

Sophie asintió, aunque la confusión nubló su joven rostro. No comprendía del todo el estado de su madre, pero confiaba en Jake. «De acuerdo», dijo, su voz apenas un susurro. «Es como cuando estoy enferma, ¿verdad? Cuando tengo un resfriado o fiebre. Tampoco quiero hablar ni jugar».

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