Capítulo 321:

Salir de las sombras no era la jugada habitual de Kallie. La preferencia de Kallie por el secretismo era bien conocida entre su personal, y este repentino cambio de táctica desconcertó a Davis. Con una sonrisa que tenía más de estrategia que de calidez, Kallie respondió: «Las intenciones de este mismo cliente son claras como la luz del día. Dejarlo en manos de un apoderado sólo podría llevarnos a un caos aún mayor. Es inevitable afrontarlo de frente».

Davis asintió con la cabeza y se giró para marcar el camino. Cuando se disponían a avanzar, una pequeña y suave fuerza tiró de la pierna de Kallie. Mirando hacia abajo, Kallie encontró a Sophie, con los ojos llenos de preocupación y confusión.

«Quédate», resonó la sencilla súplica de Sophie, con pocas palabras pero cargadas de emoción.

Kallie se arrodilló y sus ojos se encontraron con los de Sophie. «Cariño, mamá tiene que ir a ocuparse de algo importante, ¿vale?».

Sophie negó con la cabeza, decidida a acompañar a Kallie.

Davis intentó desviar la atención de Sophie, con voz suave. «Sophie, ¿qué te parece si mejor vamos al parque infantil?».

Sin embargo, Sophie permaneció inamovible, sacudiendo la cabeza con firmeza antes de pronunciar: «¡Hombre malo! Hombre malo!»

Kallie no pudo evitar una risita ante la seriedad de su hija. «¿Quién te ha enseñado eso, eh? No deberíamos llamar ‘hombre malo’ a alguien sin conocer toda la historia. Pero está bien, puedes venir conmigo siempre que te mantengas cerca y te comportes».

Sophie asintió enérgicamente, con la decisión tomada.

Davis, sin embargo, expresó su preocupación: «Señorita, no estoy seguro de que sea una buena idea».

La respuesta de Kallie fue tranquilizadora mientras cogía a Sophie en brazos. «No se preocupe. Si se parece en algo a su madre, un poco de atrevimiento está bien. Estoy aquí para mantenerla a salvo».

Con Sophie bien sujeta en brazos, Kallie se acercó a la habitación nº 1. En lugar de irrumpir, optó por un acercamiento cortés, golpeando ligeramente la puerta.

«Pasen, por favor», respondió una voz clara y juvenil desde el interior, invitándoles a entrar.

El timbre de su voz delataba su juventud: por lo que parecía, no era más que un adolescente.

Kallie frunció el ceño, confundida. ¿Era tan joven el cliente?

Agarrando a Sophie con fuerza, Kallie se aventuró hacia delante, con la mente hecha un torbellino de dudas.

Al entrar, sus ojos se cruzaron con los de los dos hombres que había dentro, uno relativamente más joven.

Efectivamente, allí había un adolescente, pero claramente en compañía de otro.

También había un hombre recostado en el sofá, que desprendía una presencia poderosa y un aire de nobleza. Su postura era relajada pero deliberada, con las piernas cruzadas y las manos apoyadas suavemente en el abdomen. Su rostro era un misterio, oculto tras una máscara que sólo dejaba a la vista sus penetrantes ojos. Esos ojos se clavaron en Kallie, y un escalofrío recorrió su espalda. Era como si él pudiera ver a través de sus secretos más guardados con sólo una mirada.

Kallie perdió momentáneamente la concentración, pero enseguida recuperó la compostura. Dejó a Sophie en el suelo y se dirigió a la sala con una cortés inclinación de cabeza: «Buenos días. Soy la propietaria de este establecimiento. Tengo entendido que ha habido problemas con una compra anterior. Le agradecería que me diera más detalles para poder resolver este asunto».

El hombre no respondió con palabras, sino con un sutil movimiento de sus dedos.

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