La exesposa muda del multimillonario -
Capítulo 297
Capítulo 297:
Dean era muy consciente de las tácticas despiadadas de Stan. Después de todo, había visto cómo Stan desmantelaba metódicamente las defensas de Jake.
Si Jake, con todos sus recursos y astucia, había perdido ante Stan, ¿qué esperanza le quedaba a Dean?
Una mezcla de arrepentimiento y rabia bullía en el interior de Dean al darse cuenta de que había invitado inadvertidamente a un lobo a su vida, uno que ahora tenía poder sobre su futuro.
A pesar de que Dean asintió a regañadientes, Stan se mantuvo cauteloso, conociendo demasiado bien la inconstancia de los oponentes acorralados.
Stan sacó un contrato que había preparado preventivamente y lo expuso ante Dean con fría precisión.
Cuando Dean hojeó el documento, la desesperación se apoderó de él. El contrato era hermético, estipulaba severas sanciones económicas y consecuencias legales inmediatas en caso de que intentara alguna traición.
Peor aún, el contrato despojaba a Dean de todos sus poderes dentro de la empresa, relegándolo a una mera marioneta cuyos hilos estaban firmemente en manos de Stan. Debía depender totalmente de Stan para todo, una posición que lo dejaba impotente y vulnerable.
Aunque cada fibra del ser de Dean se rebelaba contra el acuerdo, su situación no le dejaba alternativas viables.
Las manos de Dean temblaban mientras estampaba su nombre en el contrato, cada trazo era un testimonio de su derrota.
Stan, visiblemente satisfecho con el resultado, se volvió para dirigirse a Melinda, que hasta ese momento había logrado esbozar una sonrisa: «Dean sigue siendo el hijo mayor de la familia Reeves, y tú, su leal esposa. Continuad como siempre».
La sonrisa de Melinda se desvaneció rápidamente bajo el peso de las palabras de Stan, su ansiedad era palpable. Sintió el aguijón de la mirada gélida de Dean y, reuniendo una semblanza de valor, lanzó una súplica, con la voz temblorosa: «¿Puedo mudarme con mi hija? Le aseguro que no revelaré nada ni intentaré huir. Es que… Se me está haciendo difícil quedarme con él».
La respuesta de Stan fue inmediata y firme. «Por supuesto que no. ¿Qué pensaría la gente si te mudaras ahora? El contrato estipula que Dean simplemente no se encuentra bien y requiere mi intervención en su nombre. Si lo dejaras en ese estado, nos perjudicaría a todos. No puedo permitir que abandones la casa de los Reeves. Es por el bien de todos».
Stan continuó, su tono sugiriendo finalidad, «Además, después de esta terrible experiencia, estoy seguro de que Dean llegará a valorarte más y se esforzará por una coexistencia pacífica.»
Melinda miró a Stan con expresión de incredulidad. Sabía que no debía tomarse sus palabras al pie de la letra, pues comprendía que su insistencia en que se quedara no se debía a su preocupación por ella o por Dean, sino más bien a una venganza por haberse negado a intimar con él.
A pesar de su poder, Stan seguía siendo un hijo ilegítimo con el rostro desfigurado, lo que le daba lástima.
Su atractivo parecía limitado a personas como Courtney, cuya lealtad podía malinterpretarse fácilmente como afecto equivocado.
Stan no era un hombre impulsado por deseos románticos. Buscaba el control y la influencia sobre los demás.
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