Capítulo 259:

A medida que pasaba el tiempo sin que la droga le afectara, Jake recuperaba poco a poco algunos de los recuerdos ocultos.

A veces, Jake se preguntaba si las cosas habrían sido diferentes si no se hubiera desmayado y perdido la memoria en aquel momento. De ese modo, Kallie y él podrían seguir juntos. Podría haber tenido una vida sencilla y feliz con ella y su hijo. Ser un buen padre y un marido cariñoso siempre había sido su sueño.

Pero Jake sabía muy bien que Kallie habría corrido numerosos peligros si no se hubiera desmayado y no se hubiera dado cuenta de que el bebé que llevaba en su vientre era suyo. Su equivocación sobre el padre del bebé de Kallie engañó felizmente a sus enemigos.

En aquel momento, con sus enemigos acechando en la oscuridad, ni siquiera podía cuidar de sí mismo, y mucho menos de Kallie.

Aunque Jake deseaba que Kallie permaneciera a su lado, ya que era su amada, sabía que no podía ni debía ponerla en peligro. Al ser el cabeza de familia de los Reeves, asumía la responsabilidad de resolver los agravios causados por la generación anterior, incluso si eso significaba ser injustamente señalado y tenderle una trampa.

Con el interés de Kallie en mente, Jake respiró hondo para tranquilizarse, tratando de calmar su agitación interior.

En ese momento, Kallie se adelantó y cogió la mano de Jake.

El corazón de Jake latía con fuerza en su pecho, su fachada meticulosamente construida amenazaba con desmoronarse. Pero se puso una máscara de indiferencia, con las tripas revueltas.

Kallie, sin embargo, parecía no inmutarse por su reacción aparentemente distante. Le llevó la mano al vientre.

Una punzada de tristeza recorrió a Kallie, un amargo recuerdo de su calvario pasado. Sin embargo, la invadió una extraña sensación de finalidad. Era como si no fuera a volver a verlo en su vida.

Kallie luchó con sus sentimientos, dándose cuenta de que no podía permitir que sus quejas personales eclipsaran las implicaciones más amplias de su situación. Después de todo, no se trataba sólo de su bebé. Jake era el padre.

Cuando Kallie pasó suavemente la mano de Jake por su vientre, una oleada de emociones inesperadas invadió a Jake. Sintió el débil pero constante latido de su bebé nonato.

Fue un momento profundo, que casi hizo llorar a Jake. Bruscamente, retiró la mano y se dio la vuelta, ocultando su vulnerabilidad.

«A partir de ahora, este niño es sólo responsabilidad tuya», dijo Jake, con una voz teñida de una dureza que contradecía su emoción anterior. «Sea niño o niña, mantenlo alejado de la familia Reeves».

La directiva de Jake, aunque aparentemente cruel, estaba revestida de emociones complejas y de un deseo profundamente arraigado de proteger al niño de posibles conflictos familiares.

La respuesta de Kallie fue una sonrisa sencilla y comprensiva. Reconoció los deseos de Jake con un movimiento de cabeza.

Jake sacó varios papeles arrugados del bolsillo. Era un acuerdo de divorcio.

Normalmente meticuloso con sus pertenencias, Jake se había encontrado arrugando compulsivamente los papeles del divorcio a lo largo de su viaje hasta aquí, señal de su agitación emocional.

Evitando la mirada de Kallie, Jake habló deprisa, sus palabras salían a trompicones mientras luchaba por mantener sus emociones bajo control. «Léelo detenidamente antes de firmarlo».

Luego añadió: «Antes de que Roderick falleciera, dejó algo para ti. Mi madre se lo llevó, pero te lo devolverá después del divorcio. Espero que tú y el niño encontréis la felicidad. Sólo… no vuelvas».

Los ojos de Kallie bajaron hasta el acuerdo, observando que Jake ya había firmado con su nombre.

Un torbellino de emociones la recorrió mientras miraba el documento.

Después de años de estar entrelazada con la vida de Jake, la finalidad de su inminente separación despertó una compleja mezcla de alivio y tristeza.

Durante mucho tiempo, Kallie había estado convencida de que nunca llegaría a divorciarse de Jake.

Sin embargo, allí estaba, el documento que marcaba oficialmente el final de su unión, transformándolos en los más familiares de los extraños.

Un leve movimiento de los labios de Kallie delató un resto de dolor, un sutil reconocimiento de sus sentimientos persistentes hacia Jake, aunque menos profundos que antes.

Aceptó el acuerdo de divorcio de Jake, la pluma en su mano haciendo un sonido áspero mientras se movía por el papel, firmando su nombre con decisión.

Cuando Kallie devolvió el documento firmado a Jake, éste pareció momentáneamente perdido.

Kallie firmó demasiado rápido. Jake consiguió decir, con voz gruesa y un nudo en la garganta: «¿Seguro que no quieres comprobar el contenido?».

Kallie negó con la cabeza, sus gestos fluidos y claros expresaban su confianza en él. Dudaba que utilizara algunas condiciones sólo para tenderle una trampa o ponerle las cosas difíciles.

Jake había cometido sus errores, a veces sobrepasando los límites, pero siempre había sido transparente con ella.

Kallie reflexionó sobre el turbulento curso de su relación, dándose cuenta de que lo que antes había percibido como acciones excesivas por parte de Jake estaban influenciadas por su creencia de que su vínculo era irrompible. Si no hubiera sentimientos de por medio, las acciones de Jake no le habrían parecido excesivas en absoluto. Debería haberlo comprendido antes.

Cuando Jake se dispuso a marcharse, Kallie esbozó una sonrisa brillante y lo saludó con la mano, disimulando la gravedad emocional de su despedida con un gesto de despedida que ocultaba la finalidad de su corazón.

Jake captó brevemente su sonrisa y luego desvió la mirada, aferrando con fuerza el acuerdo firmado mientras se apresuraba a marcharse.

Al salir, Jake se encontró de inmediato con la atenta mirada de varios guardaespaldas apostados en la zona. Por su postura y su estado de alerta, estaba claro que eran hombres de Ewing.

En ese momento, Edgar intentaba entrar, pero los guardaespaldas se lo impedían.

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