Capítulo 233:

Llevada al límite y abrumada físicamente, el cuerpo de Kallie empezó a tambalearse. Justo cuando estaba a punto de desmayarse, la puerta se abrió de golpe. Una voz masculina y severa cortó el caos: «¿Qué estáis haciendo?».

El opresivo peso sobre la espalda de Kallie desapareció y ella exhaló un profundo suspiro de alivio, desplomándose en el suelo totalmente exhausta. Los criados, sorprendidos por la inesperada llegada de Ewing con los demás, intercambiaron miradas de sorpresa.

Mientras tanto, Bria seguía descansando en su habitación. Conocida por su mala salud y su necesidad de dormir sin interrupciones, despreciaba las molestias. El temperamento de Bria era notoriamente peor cuando era despertada inesperadamente.

Una vez, en Ferelden, una criada había roto un jarrón sin darse cuenta mientras Bria dormía, despertándola. Las consecuencias fueron graves. Al día siguiente, la criada fue despedida, con las extremidades brutalmente destrozadas, sin que se conociera su destino. Los criados intercambiaron miradas cautelosas, sin atreverse a despertar a Bria.

Reaccionando con rapidez, uno de ellos ayudó a Kallie a levantarse del suelo con una sonrisa forzada, dirigiéndose a Ewing: «Señor Nixon, la señorita Nixon está descansando. Sólo estábamos haciendo algunas payasadas».

Sin embargo, las piernas de Kallie, entumecidas de tanto arrodillarse, cedieron y volvió a desplomarse, arrastrando al criado con ella. Esta vez, Kallie actuó con astucia. Utilizó estratégicamente a la sirvienta de abajo como cojín, cayendo sobre ella.

A pesar de su aspecto delgado, Kallie estaba embarazada, lo que añadió peso a su impacto. Kallie aterrizó en la cintura de la sirvienta, provocando un agudo grito de dolor de ésta, una forma de retribución por el abuso anterior. La sirvienta que estaba debajo de Kallie parecía dispuesta a regañarla, pero se detuvo, disuadida por la mirada severa de Ewing.

Ewing, con una mueca desdeñosa, dijo: «¿A esto le llamas jugar? No soy tonto».

Kallie, deseosa de evitar más conflictos, se levantó rápidamente y se hizo a un lado, inclinando la cabeza y pasando lo más desapercibida posible. Kallie había visto antes a Ewing en el hospital y recordaba bien su cara. Parecía ser primo de Bria, y parecían compartir un estrecho vínculo.

A Kallie le preocupaba lo que pudiera pasar si Ewing compartía los rasgos maliciosos de Bria y la tenía como objetivo. La mirada de Ewing se desvió hacia Kallie, escrutándola de pies a cabeza. Sólo la había visto brevemente antes. Su rostro le resultaba familiar, pero no sabía dónde la había visto. Sin embargo, sus ojos le causaron una impresión duradera.

Por su comportamiento, estaba claro que había sido víctima de malos tratos, algo habitual en Bria. Ewing conocía bien la naturaleza retorcida de Bria. Aunque podría haber hecho la vista gorda, la visión del estado de gestación de Kallie despertó un destello de compasión en su interior. «Llama a Bria. Necesito hablar con ella», ordenó.

Al oír sus palabras, el miedo inundó los rostros de los sirvientes. Dudaron, dándose codazos unos a otros, pero nadie se atrevió a dar un paso al frente.

Finalmente, Kallie se armó de valor, se levantó y se dirigió directamente a la habitación de Bria. Abrió la puerta y entró.

Dentro, los sonidos de objetos lanzados y leves bofetadas llenaban el aire. Momentos después, salió Kallie, con el rostro desprovisto de emoción.

Detrás de Kallie iba una enfurecida Bria. Sin embargo, al ver a Ewing esperando fuera, la ira de Bria pareció disiparse y parpadeó rápidamente, intentando adoptar un comportamiento más inocente.

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