Capítulo 176:

Kallie se esforzó con todas sus fuerzas, pero vio que Jake no se movía encima de ella. Extrañamente, Kallie percibió que Jake no estaba aplicando todo su peso y, a pesar de estar inmovilizada, no se sentía incómoda en absoluto. Kallie no tardó en darse cuenta de que Jake debía de estar haciéndolo deliberadamente.

Furiosa, Kallie hundió los dientes en el hombro de Jake. Jake gruñó, el impacto pareció sacarlo de su estado de embriaguez. Entrecerrando los ojos con un toque de amenaza, reaccionó a su mordisco. Kallie, aprovechando el momento, utilizó las manos libres para hacer señas frenéticas, tratando de transmitir que no era Sarah y que él estaba cometiendo un error.

Jake, sin embargo, no se inmutó. Extendió la mano y la agarró por la barbilla, con voz baja y firme. «No estoy ciego, sé exactamente quién eres».

Las pestañas de Kallie se agitaron, una mezcla de miedo y confusión, mientras abría la boca para cuestionar sus intenciones. Pero antes de que pudiera hablar, Jake se inclinó hacia ella, cortando sus palabras con un beso.

Kallie tembló bajo su contacto, con los ojos muy abiertos mientras miraba fijamente la intensa mirada de Jake. Su aroma único la envolvió, abrumando sus sentidos. Atrapada en el momento, Kallie se encontró incapaz de resistirse, arrastrada por la intensidad de la pasión de Jake.

Intentó resistirse, pero Jake fue rápido, le agarró las manos y se las puso detrás de la espalda. A medida que el beso se hacía más profundo, Jake le rodeó la cintura con el brazo, atrayéndola aún más hacia él. Sus cuerpos se apretaron con fuerza y el espacio entre ellos desapareció por completo.

Los ojos oscuros de Jake brillaban con una compleja mezcla de emociones mientras miraba a Kallie, la intensidad de su mirada se suavizaba en algo más enigmático. A pesar de la pasión que claramente lo tentaba a un mayor abandono, se contuvo, moderando su deseo. Le acarició los labios, alternando suaves mordiscos con presiones más firmes e insistentes.

Encerrados en aquel abrazo, el tiempo parecía alargarse indefinidamente, cada momento se prolongaba mientras permanecían entrelazados. Finalmente, Jake se separó, jadeando mientras soltaba a Kallie.

Con la respiración agitada, Kallie levantó la cabeza y miró la habitación aturdida. Sin darse cuenta, durante su intenso momento, se habían movido de algún modo sobre la cama. La intimidad que acababan de compartir parecía surrealista, casi como si perteneciera a otra vida.

Kallie luchaba por dar sentido a sus emociones. Creía que su amor por Jake se había desvanecido, pero durante el beso, su cuerpo había reaccionado por sí solo. Sus miembros se debilitaron y su corazón se aceleró sin control. ¿Podría esta intensa respuesta física ser simplemente un reflejo, restos de su relación apasionada?

Sin esperar a que Kallie se recuperara, Jake volvió a estrecharla entre sus brazos, aspirando profundamente su aroma. Afuera empezaba a caer una suave llovizna, la luz que golpeaba contra la ventana añadía un fondo tranquilo a la atmósfera de la habitación.

Para Jake, el momento era surrealista, casi onírico. Kallie permaneció inmóvil a su lado, aturdida, hasta que un repentino recuerdo la sacudió. Empezó a levantarse, pero Jake la rodeó con el brazo, reteniéndola mientras murmuraba: «¿De qué tienes miedo? ¿Crees que te haría daño? Deja de resistirte. ¿No lo ves?»

La frustración de Kallie estalló ante sus palabras. ¿La estaba utilizando como una especie de muleta emocional? Luchando con una mezcla de ira y la necesidad de protegerse, especialmente teniendo en cuenta su embarazo, Kallie se zafó con cuidado de su agarre. Era crucial evitar cualquier movimiento descuidado que pudiera poner en peligro el bienestar de su bebé.

Una vez de pie, Kallie se volvió para mirar a Jake. Tenía la cara pálida y gotas de sudor le salpicaban la frente. La intensidad del beso parecía haberle devuelto la lucidez.

Cuando el dolor agudo y familiar se apoderó de Jake, amenazó con romper su habitual actitud estoica. Era la primera vez que Kallie veía a Jake visiblemente afectado por el dolor. En el pasado, Jake había sufrido una úlcera de estómago debido a sus malos hábitos alimenticios. En aquella ocasión, a pesar del fuerte malestar, Jake lo había soportado durante un día entero antes de que el dolor interfiriera, obligándole a buscar atención hospitalaria.

Cuando Kallie recibió la noticia y se apresuró a ir al hospital, encontró a Jake sentado en la cama del hospital, con la postura relajada, como si estuviera simplemente tomándose un descanso. Al verla, frunció ligeramente el ceño, con un atisbo de disgusto en el rostro. «¿Qué haces aquí? No tenías por qué venir. Ni que me estuviera muriendo».

Kallie, que llevaba una olla de sopa nutritiva para el estómago que había preparado, la dejó en el suelo e hizo un gesto para explicar que Edgar le había informado de su hospitalización y, preocupada, se sintió obligada a ver cómo estaba. Por un breve instante, la expresión de Jake se suavizó, sus ojos revelaron una fugaz ternura antes de volver a su calma habitual. Desvió la mirada y su voz se volvió más fría. «Afuera está diluviando. Sólo digo que deberías pensártelo dos veces antes de seguir tus impulsos. No te equivoques. No es que me importes. Como mi esposa, aparecer aquí en mitad de la noche podría hacer pensar a los demás que estoy en mi lecho de muerte. No podemos permitirlo».

En aquel momento, Kallie aún no se había recuperado de la pérdida de su primer hijo y era física y emocionalmente frágil. El frío despido de Jake en el hospital aún perduraba en su memoria, por lo que abandonar la habitación con la dignidad intacta había sido su única opción aquel día, con una expresión sombría.

Ahora, al recordar aquel momento, Kallie reconoció la autenticidad de la agonía actual de Jake. No era una actuación. El dolor que sentía era auténtico, lo bastante intenso como para no poder ocultarlo.

Kallie dudó, desgarrada por sus instintos, pero decidió pedir ayuda a Edgar, sólo para recordar que ya había terminado sus tareas del día y estaba ilocalizable.

Mientras tanto, Jake seguía gimiendo, con el cuerpo acurrucado en la cama en un lamentable gesto. Con un fuerte suspiro, Kallie reconoció su propia naturaleza cedente. Era demasiado compasiva para su propio bien. A pesar de todo, Kallie se acercó a Jake y lo sacudió ligeramente para llamar su atención.

Jake se esforzaba por mirarla, con el ceño fruncido y más sudor en la piel. Kallie gesticuló lentamente, asegurándose de que Jake pudiera ver claramente sus movimientos. Le preguntó con cautela si quería que se pusiera en contacto con Sarah o si necesitaba atención médica, como llamar a un médico o ir al hospital.

Al darse cuenta de que no podía sostenerlo físicamente, le preguntó si podía moverse, ya que ella no podía llevarlo al hospital.

Jake respondió con un profundo suspiro y, de repente, alargó la mano, agarró a Kallie por la muñeca y la estrechó entre sus brazos. Sorprendida por su repentino movimiento, Kallie se tambaleó hacia delante, cayendo de nuevo en su abrazo. Con Kallie entre sus brazos, Jake exhaló profundamente, con una expresión de alivio en el rostro.

«No tienes que hacer nada. Deja que te abrace un poco. Me siento muy mal -murmuró Jake, con una voz mezcla de dolor y algo más que Kallie no podía descifrar.

Confundida por su comportamiento, pero percibiendo la gradual relajación de su tenso cuerpo, Kallie permaneció quieta. Sintiendo una inexplicable oleada de preocupación, Kallie hizo un gesto, formulando una pregunta aunque sabía que tal vez no debía entrometerse. Deseaba saber qué lo aquejaba, ya que sus síntomas sugerían enfermedad.

Jake, sintiéndose ligeramente mejor, cerró los ojos y respondió con una frialdad que desmentía su anterior vulnerabilidad. «¿Qué más te da? Cuanto más sepas, más te molestará».

El ceño de Kallie se frunció ante su respuesta. Incluso en su momento de aparente necesidad, afloraba su arrogancia, lo que le dificultaba empatizar plenamente. Poco a poco, sus párpados se volvieron pesados y el relajante sonido de la lluvia pronto la sumió en un tranquilo sueño.

Cuando por fin se le pasó el dolor de cabeza, Jake sintió una oleada de alivio. Miró a Kallie, que dormía plácidamente en sus brazos. Hacía siglos que no compartían un momento tan apacible, quizá incluso desde los primeros días de su matrimonio. Después de casarse, Kallie siempre parecía tímida y ansiosa en presencia de Jake, como un conejo asustado que desconfía de un depredador que se acerca.

A Jake le costaba entender su miedo. Tal vez la ausencia de amor había fomentado esa aprensión.

Mientras dormía, Kallie se agitó ligeramente y su subconsciente reaccionó tratando de apartar la mano de Jake. A pesar de ello, Jake la estrechó con más fuerza, no dispuesto a abandonar el momento de intimidad que habían compartido inesperadamente.

Kallie cesó en sus débiles intentos de separarse y acabó dándose la vuelta, sumiéndose en un sueño más profundo. Jake, sintiendo la calma que los envolvía, se quedó dormido. Hacía años que no experimentaba un sueño tan tranquilo, sin interrupciones y genuino.

Mientras tanto, en el jardín, Sarah pasó una larga y solitaria noche esperando a Jake. Había preparado la escena con esperanza, pero a medida que la noche se alargaba, nadie acudía. Al amanecer se despertó sobresaltada, con la cabeza apoyada torpemente en la mesa del jardín. Las velas que había encendido se habían apagado hacía horas, y los restos esparcidos por la mesa le indicaban que había estado esperando en vano.

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