Capítulo 236:

En la oficina del Director General de Servicios Internacionales de Mano de Obra GEF, el Señor Gray sonreía mientras miraba la tetera vacía.

Tras un mes investigando y preguntando sobre la medicina tradicional china y coreana, por fin encontró una solución adecuada para tener nietos rápidamente.

“Porquería de navegador. Un monje chino sabe más”, dijo el Señor Gray.

¿Su solución?

Era una mezcla de varias plantas asiáticas a base de ginseng y hierbas que ayudaban a mejorar el rendimiento sexual, aumentar el número de espermatozoides y el tamaño del órgano masculino.

Una parte de la mezcla tenía un efecto instantáneo de excitación.

Wendell y Milan llevaban meses casados, pero su hija aún no estaba embarazada. Estaba decidido a conseguir un nieto, así que tomó cartas en el asunto.

El Señor Gray murmuró:

“Lo siento, Milan y Wendell, pero a veces, un abuelo tiene que hacer lo que sea para conocer rápidamente a sus nietos”.

Al día siguiente, el Señor Gray invitó a Wendell a tomar el té nuevamente.

A las treinta y ocho semanas, Karise decidió empezar su baja por maternidad. Apresuró a su esposo a hacer lo mismo, porque estaba lista para dar a luz en cualquier momento. Pensó que habría sido una excelente oportunidad para pasar tiempo con su mejor amiga, Shantelle, pero ella aún estaba de vacaciones.

Mientras estaba recostada en la cama, vio a su esposo, Keith, saliendo del baño y presumiendo de su cuerpo atractivo. Solo llevaba puesta una toalla alrededor de la cintura y se dirigía al armario.

“¿Amor?”, Ella se mordió el labio y sugirió:

“¿Qué tal una mañanera?”.

Keith se rio entre dientes y dijo:

“Tengo que recoger a Reese y llevarla a casa de Sean, pero ¿Por qué no? Sean puede esperar”.

Subió a la cama y capturó sus labios, su mano buscó automáticamente su ropa interior. Se la bajó y la tiró al suelo, diciendo:

“No puedo esperar a que te deshagas de estas grandes bragas”.

Karise se rio y dijo:

“Las necesitaremos para el próximo bebé”.

“No”, dijo Kieth.

“Compraremos un conjunto nuevo”.

Después de quitarle la ropa a Karise, se quitó la toalla e instó a su mujer a que le hiciera el amor. Karise agarró rápidamente el miembro de él y se la comió, sus ojos fijos en la cara de Keith.

“Maldición, amor. Creo que cada día lo haces mejor”, comentó Keith mientras le acariciaba la cabeza.

Siseó mientras Karise sorbía con su lengua alrededor de su miembro desde el interior de su boca.

A Karise se le abrían los ojos de par en par al ver cómo a Keith se le entreabría la boca y cómo se le fruncían las cejas.

Se dio cuenta de que a él le encantaba cómo ella lo chupaba.

Le soltó el miembro con un chasquido. Lo lamió desde la base hasta la punta.

Sus acciones hicieron que Keith dijera:

“Mmm. Me encanta, amor”.

Seguidamente, Karise se puso en ello, meciéndose entre sus piernas con avidez. Aquella melodía llenó sus oídos.

Notó cómo Keith g$mía repetidamente y pronunciaba el nombre de Karise hasta que la agarró del cabello y la instó a comérselo más profundamente.

Fue la señal de Karise de que su esposo se acercaba al org%smo.

Aceleró el ritmo y dejó que la punta del p%ne tocara el fondo de su garganta.

“¡Aaaah! ¡Maldición!”, g!mió Keith. Echó la cabeza hacia atrás y cerró los ojos.

Cuando Keith le devolvió la mirada, Karise se tragó todo su s%men.

Se lamió los labios y dijo:

“Mi turno”.

“Dame tu trasero”, le ordenó Keith.

Karise se volteó seductoramente.

Se puso en cuatro y levantó el trasero.

Advirtió: “Ten cuidado. La última vez casi me caigo de la cama”.

“Es jodidamente difícil, pero sabes que lo intentaré”, respondió Keith.

Primero, Keith se inclinó y le comió el centro.

Él le devolvió el favor y usó su lengua experta, y la pasó sobre su cl!toris.

A Karise le encantaba que Keith la estimulara con la lengua. Le encantaba esa sensación húmeda pero cálida, con la presión justa contra su cl!toris.

Le permitía estar al límite, esperando a que llegara el momento final.

“¡Aaah! ¡Amor!”.

Minutos después del trabajo, Karise temblaba de excitación.

Se vino mucho antes de lo que esperaba.

Pero, ¿Qué podía hacer?

Su esposo era tan bueno comiéndosela.

Se dio la vuelta y encontró a Keith palpándose, siseando al ver su trasero. Agarró una nalga y usó la punta de su p%ne para comprobar su humedad.

Deslizó su miembro desde su cl!toris hasta su entrada.

“¡Aaaaah! ¡Amor, me estás matando!”, se quejó Karise.

En ese momento, ella quería su miembro extra grande dentro de ella.

“Métemelo, ahora… ¡Aahhhh!”.

Detrás de Karise, Keith empujó su miembro hasta el fondo, y no se detuvo, De un lado a otro, introdujo su miembro en el interior de ella, mientras su jugo de amor caía alrededor de su circunferencia.

“Sí, amor, me estás ordeñando por todas partes”, comentó Keith.

Tenía los ojos fijos en su p%ne, apreciando el brillo del jugo de Karise.

El húmedo sonido de sus cuerpos resonaba por toda la habitación, junto con los azotes que Keith daba a veces en el trasero de Karise.

Pronto, Keith sintió que se acercaba a su clímax.

Le advirtió a su mujer:

“Amor, prepárate”.

Él notó cómo Karise se afianzaba en el lateral de la cama y en las sábanas, y separaba más las rodillas para no caerse.

Al ver eso, Keith aceleró su ritmo.

Se agarró a sus caderas y finalmente dio uno y dos fuertes empujones, con la cabeza inclinada hacia atrás mientras g$mía de satisfacción.

“Ay, maldición, eso fue tan bueno, amor…”

De repente, Keith se dio cuenta de que su esposa tuvo algo más que su org%smo habitual.

Sus piernas estaban mojadas, ¡Y también las sábanas!

Mientras Karise se giraba para ver qué pasaba, Keith dijo:

“¿Tan bueno fue el se%o para que te viniste tanto?”.

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