Capítulo 480: 

La Señora Hoyle regresó a casa desde el centro de detención sin decir una palabra. Tenía un aspecto sombrío como el de las nubes negras cuando está a punto de llover.

Annie, la niña que se había ganado su corazón, la llamó, pero sólo la miró, le dio una palmadita en la cabeza, suspiró y subió. Nadie sabía qué había pasado con la señora.

El ambiente era incómodo. Cuando la señora desapareció en las escaleras, Ada preguntó en voz baja: «¿Qué le pasa a mamá? ¿Qué ha pasado?».

Aoba estaba sentado en el sofá leyendo un periódico. Ladeó la cabeza y se encogió de hombros: «Ni idea. Siempre ha sido así».

Por la noche, Oliva le pidió a Annie que llamara a su abuela para cenar, pero ella se negó a bajar diciendo que no tenía hambre.

«Mamá tiene algo en mente». Dijo Ada. Era evidente.

Aoba puso los ojos en blanco.

Alan pidió a la criada que buscara al chófer: «¿Adónde ha ido la señora esta tarde?».

«La señora me pidió que no lo dijera». Respondió el viejo chofer.

«¿Crees que no me enteraré si no me lo dices?». Dijo Alan con rotundidad, pero no estaba enfadado.

Ahora él era el responsable de la familia y el chófer lo tenía claro. Si el Maestro quería saberlo, no podía hacer nada al respecto.

Dudó un poco y finalmente respondió: «Madame fue al centro de detención a visitar a la Señorita Meyer». Al decir esto, miró con atención a Oliva.

«¿De qué estaban hablando?». Preguntó Alan.

El chofer negó con la cabeza: «La señora no nos dejó a mí ni al Doctor Gu seguirla, así que no tenemos ni idea de lo que hablaron la señora y la Señorita Meyer».

Aoba se burló y defendió a Oliva: «No sé qué tiene de bueno esa serpiente. Mamá ya tiene una buena nuera, creo que sólo está confundida».

Los ojos de Oliva Steele se oscurecieron ligeramente. La anciana seguía preocupada por la mujer que cometió un crimen mortal contra los Hoyle, pero a ella seguía tratándola como a una extraña.

Se sintió incómoda, pero, aun así, esbozó una sonrisa y consoló: «La señora la vio crecer. Todavía se preocupa por ella, se ve que cuando la señora se fija en alguien, le guarda mucho cariño… estoy esperando que llegue ese día para mí».

No sabía si se estaba consolando a sí misma o a los demás, pero tal vez a ambos. Se dijo a sí misma que siempre debía dar el lado positivo a todo antes de seguir adelante. Sabía que no podía pensar demasiado en esto, pues de lo contrario sólo se molestaría.

Alan le tomo los dedos y los colocó en su regazo: «Has capturado nuestros corazones. Es sólo cuestión de tiempo que mi madre se rinda, no te preocupes».

Oliva sonrió: «No tengo nada de qué preocuparme contigo cerca».

La mayor felicidad de una mujer era elegir al hombre adecuado, así ningún otro obstáculo se le acercaría. Aun así, Oliva no podía quedarse quieta sin hacer nada.

Pidió a la criada que preparara la cena de la Vieja Señora Hoyle en una bandeja y la subió ella misma. La distancia se podía acortar haciendo pequeñas cosas, la señora podía ser desagradecida, pero ella no podía.

No había luz en la habitación, estaba oscuro. Oliva llamó dos veces: «Señora Hoyle, voy a entrar».

Nadie respondió, pero Oliva sabía que la anciana estaba dentro.

Tanteó para encender las luces y vio a la señora sentada en una silla con un bastón, inmóvil. Sus ojos brillaban mientras mantenía abierto un álbum de fotos en la mano. Estaba dando un vistazo a una foto familiar de los Hoyle… y Ofelia Meyer estaba en ella. »

¿Has venido a burlarte de mí?». Preguntó la anciana en voz baja y ronca, con un toque de autoburla.

Oliva se quedó perpleja. Se acercó y dejó la bandeja gentilmente: «No, le traigo la cena».

La Vieja Señora Hoyle se quedó atónita. Levantó la mirada y preguntó: «¿No sería mejor para ti que me muriera de hambre?».

Oliva sonrió gentilmente: «No estamos en la Gran Depresión ni en una zona montañosa pobre».

«Llévatelo, no tengo apetito».

«Tiene algo en mente ¿No?».

«No es de tu incumbencia».

«Algo en su mente no es asunto mío, pero que se salte la cena sí». Oliva cerró el álbum de fotos y lo colocó en la esquina de la cama. Acercó la mesa, puso la bandeja sobre ella y agarro una silla para sentarse con ella.

«No me moveré, aunque hagas esto». Dijo la Vieja Señora Hoyle.

«No tienes que hacerlo. No estoy acostumbrada a controlarte, tu cuerpo tus reglas, pero si te derrumbas y no te acercas a nadie, no me culpes por no cumplir mi promesa».

La Vieja Señora Hoyle la fulminó con la mirada: «¿Quieres que me muera?».

Oliva se encogió de hombros: «Si es así como piensa, no puedo evitarlo. Sólo digo que, en lugar de pelearse conmigo, es mejor que cene y después de eso, desapareceré de tu vista».

«No creo que te importe tanto. Si quieres irte, vete, no tienes que fingir que te importo delante de Alan. Eso sólo te convertirá en una hipócrita». Dijo la Vieja Señora Hoyle.

Oliva dijo de mala gana: «Si decir estas cosas te hace sentir mejor, adelante, pero creo que debes saber que lo que te haga no afecta a mi posición en el corazón de Alan. Me preocupo por usted porque es la madre de Alan. He decidido seguir adelante, si le guardo rencor por lo que me hiciste en el pasado, no sólo será duro para ti, sino también para mí. Sólo espero vivir una vida más fácil y menos cansada».

Sus palabras dejaron atónita a la Vieja Señora Hoyle: «Veo que cada vez hablas mejor».

«La gente crece, ¿Verdad?». Oliva se rió: «Si no crezco, ¿Cómo se supone que voy a proteger a mi hija y a los demás que quiero? Usted lo sabes mejor que nadie después la muerte del Señor Hoyle».

El año en que murió su marido, su hijo mayor no aparecía por ninguna parte. Se esforzó mucho por salvar la empresa y criar a sus otros dos hijos. Estaba agotada, pero más tarde, tras el regreso de Alan, le empujó el trabajo de Presidente de la empresa… pero nunca pensó que el mayor enemigo era la persona en la que más confiaba.

Al pensar en Ofelia Meyer, en su familia y en sus dulces palabra que no eran más que veneno, el gas acumulado en su pecho durante días salió en forma de sangre desde su boca, manchando el mantel. «¿Qué ocurre?».

Oliva se sobresaltó, pero pronto se calmó y gritó con fuerza a la puerta: «¡Doctor Gu! ¡Doctor Gu!».

Toda la familia se sumió en el caos. Se quedaron helados al ver la escena que tenían delante.

«¿Qué ha pasado?».

«Abuela, ¿Qué pasa?».

El Doctor Gu llevo a la señora a la cama.

El Señor Ding, un Amo de Llaves mayor de la familia escuchó el grito y corrió hacia allí. Era un pariente lejano de la Vieja Señora Hoyle y llevaba más de 20 años trabajando para los Hoyle, era a la vez criado y familiar de la Vieja Señora Hoyle.

Cuando vio el rostro pálido de la Vieja Señora Hoyle, dejó de respirar y acusó a Oliva de lo ocurrido: «Señorita Steele, sabemos que se ganó el favor del Joven Maestro, logrando que le diera le da la espalda a su familia, pero esto es demasiado. Sabe muy bien que la señora no está en su mejor momento ¿No puedes hablar menos y dejar de provocarla?».

Oliva era demasiado perezosa para discutir con él. Ya había tratado varias veces con las otras amas de llaves y ninguna de ellas estaba cuerda. Para ser sincera, Oliva no tenía ninguna impresión de esta persona, pero parecía que se preocupaba de verdad por la anciana.

«No, es culpa mía…». Dijo la señora. Asustó a todos por haber vomitado sangre, pero extrañamente, ahora se sentía mejor.

«Madame…».

«Estoy bien». La Vieja Señora Hoyle tomó un vaso de agua que le entregó el Doctor Gu para enjuagarse la boca. Luego, respiró profundamente.

Después de que el doctor asintiera con la cabeza, todos se sintieron aliviados.

Oliva se sorprendió, ella siempre había estado descontenta con ella y siempre se había enfrentado a ella verbalmente. Era la primera vez que decía algo bueno de ella y la defendía de verdad. Probablemente el sol saldría por el oeste mañana por la mañana.

Ada se sentó en la cama y tomó la mano de su madre: «Mamá, me has dado un susto de muerte». Aunque madre e hija no estaban muy unidas y a menudo se comportaban como extrañas, había momentos en los que simplemente estaban conectadas. Al fin y al cabo, eran madre e hija ¿Cómo podían vivir sin afecto entre ellas?

«Todavía te preocupas por tu madre, ¿Eh? Pensé que siempre estabas en contra mía». Dijo la Vieja Señora Hoyle sin retirar la mano.

«¿Contra ti? ¿De qué estás hablando? Sólo hago lo que creo que es correcto».

«Entonces, ¿Quieres decir que siempre me equivoco?».

Al ver que una disputa entre madre e hija estaba al borde, Oliva le dio un golpe a Ada en la espalda para recordarle que debía hablar con cuidado. «No creo que la Señora Hoyle pueda comer estos alimentos por el momento. Me los llevare y traeré algo nuevo en dos horas».

Esta vez, la Vieja Señora Hoyle no se opuso. Levantó la mano e hizo un gesto gentil: «Pueden salir todos excepto el doctor Gu, necesito algo de espacio».

Después de ver que estaba bien y que la acompañaba un doctor, todos se fueron tranquilos. Cuando Olive estaba en la puerta, la señora dijo: «Prepárame avena, como las que hiciste esta mañana».

«Claro». Oliva le dio la espalda y sonrió.

Abajo, Ada le dio una palmadita en el hombro: «Cuñada, gracias».

Aoba Hoyle sonrió: «Parece que acabas de domar a su demonio. Mi felicidad con Chloe está en tus manos, tienes que animarte».

A Oliva, sin embargo, le preocupaba que el carácter recto de Chloe dificultara el trato con la Vieja Señora Hoyle.

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Nota de Tac-K: Tengan una muy agradable semana queridas personitas, Dios les ama y Tac-K les quiere mucho. (ɔO‿=)ɔ ♥

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