La esposa inocente del presidente calculador -
Capítulo 192
Capítulo 192:
«Chica tonta». Alan tenía el corazón roto y estaba arrepentido.
El cuerpo de la mujer en sus brazos estaba frío. ¿Cómo podía ser tan tonta? Con esa temperatura, se resfriaría de quedarse fuera una noche.
Oliva estaba llorando, con su nariz goteando ensució su ropa.
«¿A dónde fuiste? ¿Por qué no me dijiste nada? ¿Sabes lo preocupada que estaba?».
«Cariño, lo siento, pasaron unas cosas y el teléfono se apagó. Te prometo que no volverá a ocurrir».
Alan no quería que ella supiera por lo que estaba pasando, quería engañarla. Pero Oliva no era tan fácil de engañar.
Aunque estaba muerta de frio, aún podía pensar: «¿Qué fue lo que paso? ¡Tuviste que estar ocupado toda la noche! Y ni siquiera tienes tiempo de contestar un mensaje de texto».
«Hace mucho frío fuera, entremos antes de seguir hablando. ¿Por qué viniste aquí en medio de la noche? ¿Qué hare si te pasa algo? Cuando llegaste aquí, deberías haber pedido una habitación para dormir, pero te quedas aquí tontamente. ¿Y si tienes un resfriado?». Alan la estaba regañando. Quería cambiar de tema.
Oliva estaba se sentía más agraviada. Esperó ansiosa toda la noche, pero él se negaba a decirle la verdad.
De repente, empezó a llorar. En esta calle silenciosa, Alan se sintió angustiado.
«Bueno, cariño, no llores por favor. No es bueno llorar así». Le secó las lágrimas, pensando en el pánico que debió pasar. Llegó desubicad, con miedo a perderlo y lo esperó tontamente.
«Si no tengo buen aspecto, puedes dejarme». Oliva levantó la mano y se secó las lágrimas. Hizo un puchero y dejó de llorar. Pero seguía sollozando. «Pero, aunque no me quieras, no me atrevo a dejarte».
Alan le tocó la cabeza con una sonrisa y luego le agarró la mano fría: «Vamos, te estas convirtiendo en una paleta helada, debes cuidarte». Aunque dijo eso, le dolía el corazón.
Oliva no se movió y se limitó a tirar de sus dedos, «Mis pies se adormecieron».
Oliva sintió como si hubiera decenas de miles de hormigas arrastrándose por sus músculos, no sabía cómo moverse, era como si le hubieran echado una maldición en el cuerpo.
Alan la levantó y se apresuró a entrar en el hotel.
Cuando pasaron por el vestíbulo, vio el rostro jocoso del hombre.
No pudo evitar enfadarse: «Kent, síguenos».
Oliva vio un rostro sonriente y traicionero desde sus brazos. Se quedó atónita ¿El hombre se llamaba Kent? Era bastante adecuado para él.
Sonreía felizmente, pero según el tono de Alan, no debería estarlo. ¿Este hombre se burlaba de ella?
Alan la llevó a la habitación, la puso en la cama y luego le cubrió la parte superior del cuerpo con una cobija, luego se agacho para masajearle las piernas.
«¿Mejor?».
«Mucho mejor». Al verlo, se sintió aliviada, el entumecimiento y el frío no eran nada. La habitación era cálida, pero no pudo evitar estornudar, había estado congelada durante demasiado tiempo.
Kent entró en la habitación, se tocó la nariz y les sonrió vagamente.
«Tú sabías que se estaba congelando, pero no le pediste que entrara». Alan estaba furioso.
Kent parecía inocente, se encogió de hombros y le dijo: «Quise hacerlo, pero tu mujer no me creyó. Pensó que era un mal ombe ¿Acaso lo parezco? Además, quise bromear con ella, pero me pateó. Es una mujer cruel».
Ella parecía suave y débil, pero su fuerza era grande, la subestimó. Además, si ella realmente lo hubiera seguido a la habitación, no habría sido una escena maravillosa.
Oliva resopló, resulta que se estaba burlando de ella. Viendo la interacción entre ellos, pensó que deberían ser amigos. Pero este hombre era realmente un amigo pésimo, no fue muy amable con ella.
Las palabras de Oliva hicieron sonreír a Alan.
Levantó las cejas con simpatía: «No eres la primera a la que ha dado una patada».
«¿Te ha dado una patada?». Kent quería saberlo.
Alan se burló: «¿No has visto nuestra buena relación? Es imposible».
«Solo pateo a la gente mala como tú». Replicó Oliva. La palabra ‘mala’ enfatizaba que ella tenía una mala impresión de él.
«Ustedes están más cerca que unos recién casados. Han formado un frente unido tan rápido y me intimidas». Se quejó Kent.
Después de eso, durante mucho tiempo, sufrió sus ojos y palabras frías.
Alan lo ignoró.
Kent sintió que se moriría al verlos. Un hombre y una mujer enamorados no sólo eran muy cursis, sino que no podían ofenderse.
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