Jugando con fuego
Capítulo 5

Capítulo 5:

Creo en mi mismo y se que puedo hacerlo y lo hare.

Caleb POV Un día agitado más que añadir en mi ajetreada vida. Suspiré jugando con el bolígrafo que tenía en la mano. Llevo dos p$tas horas firmando papeles sin parar y debo decir que es realmente aburrido además de tedioso.

Dejé el bolígrafo sobre el escritorio, me levanté del asiento y me dirigí hacia la ventana de cristal. Mi teléfono sonó y lo saqué del bolsillo del pantalón para encontrar una notificación de texto de mi madre.

Decía: «Querida, pronto iré a Nueva York y espero conocer a tu princesa lo antes posible. Te quiero»

«¡Mi$rda!» murmuré golpeándome la frente con el dorso de la mano.

Mamá me ha estado dando la lata continuamente para que tenga citas. Según ella, quería verme feliz y necesitaba que me cuidaran y ¿quién lo haría? Mi mujer. Bueno, lo que ella no parece entender es que yo no tengo relaciones insignificantes y estoy seguro como el infierno que no voy a ser absorbido por el agujero del infierno del matrimonio. Verás, soy un tipo de una sola noche. Las mujeres saben en lo que se meten cuando calientan mi cama. No hay ataduras y puedo vivir mi vida. Nada menos, nada más. El matrimonio y el amor son jodidamente falsos y estoy seguro como el infierno que no creo en esa cosa miserable. Sé que puedo conseguir cualquier chica que quiera y todo lo que necesito es para sedar mi necesidad masculina eso es todo. Todo el mundo me conoce como el CEO de la empresa más grande, pero también como un mujeriego y para ser sincero me gusta mi reputación.

De alguna manera, he conseguido salvarme de las citas a ciegas de mi madre diciendo que estoy enamorado de otra persona. ¡Pssssh! ¡Como si lo estuviera! Pero era la única manera de quitármela de encima. Al principio se asustó al saber que tenía a alguien en mi vida, pero ahora se puso inquieta por conocer a la chica. Ha pasado un año desde que se lo conté y ahora estoy metido en un buen lío.

Me acerqué a mi escritorio y, apoyándome en él, me masajeé las sienes dibujando círculos lentamente. Me ha empezado a doler la cabeza de tanto ridículo y encima mi supuesta Secretaria aún no ha llegado. Se suponía que era su primer día y ya llega tarde. Toda esta tensión me está afectando. Necesito un buen polvo.

Odiaba a la gente que no era puntual. Me ponía de los nervios. ¿Por qué c%ño tengo que perder el puto tiempo esperando a alguien que está muy por debajo de mí? Hice una nota mental para darle una lección por llegar tarde y a esa persona no le va a gustar. La puerta de mi despacho se abrió de golpe y entró Mia Ballack, hermana de mi cliente más importante, Victor Ballack.

La conocí en una reunión de negocios el mes pasado con su hermano y desde ese día me seguía a todas partes como una acosadora. Fue muy divertido, me dio una hermosa vista de su culo y las t$tas, pero poco después se puso molesto como la mi$rda.

«Caleb, cariño», dijo seductoramente caminando hacia mí haciendo clic con sus tacones en el suelo. Llevaba un vestido rojo que le llegaba a medio muslo mostrando la blanca y tierna piel de sus largas piernas.

«Mia» respondí desinteresado, sin embargo mi amiga se despertó de golpe.

Llegó hasta mí y me puso las manos en los hombros haciendo un mohín con los labios pintados de rojo intenso.

«No recibías mis llamadas» gritó y tocó mis labios con sus dedos.

«Si, estaba ocupada» le dije soltando sus brazos de mi.

«Oh no seas asi» gimoteo tocando mis biceps.

«Mia por favor vete estoy ocupada ahora y no estoy en posición de tener una conversación. Sólo vete» respondí tan generosamente como pude, mi cabeza ya empezaba a palpitar.

«¡Pobrecita! ¿Te duele la cabeza?» arrulló tratando de tocarme la frente.

«¡Mia!» y antes de que pudiera decir nada más, sus labios ya estaban sobre los míos, chupando y provocando.

Intenté empujarla, pero me detuvo rodeando mis caderas con las piernas. Acabé rindiéndome y pronto me encontré llevándola hacia mi habitación contigua, donde tenía un sofá y sillones para poder descansar si conseguía cansarme trabajando más de la cuenta.

Empezó a apretar su cuerpo contra mí, excitándome. No podía aguantar más. Necesitaba liberarme y por eso iba a tener que llevarla al sofá para aliviarme de cargas. Me pasó los dedos por el pelo y empezó a desabrocharme la camisa. Estaba a punto de arrancarle el vestido del cuerpo y enterrarme profundamente en ella cuando me interrumpió bruscamente un suave jadeo femenino.

¿Pero qué c%ño?

Desvié la mirada para encontrarme con la chica más guapa que había visto en toda mi vida. Llevaba ropa profesionalmente no mostrar o tratar de obtener atenciones no deseadas. Las gafas que llevaba la hacían parecer atractiva y sexy. Me encontré deseando saber quién era. Era alta y delgada.

Mia dio un pisotón y cogiendo su bolso pasó por delante de aquella chica no sin antes empujarla intencionadamente sobre su hombro. La chica volvió en sí e inmediatamente se recompuso poniendo una expresión seria en su rostro.

«¿Quién es usted?» pregunté usando mi tono empresarial. Mi polla palpitaba con fuerza y ella no ayudaba en absoluto. Su figura de reloj de arena hacía el dolor más insoportable.

Soy Sangavi Carter y estoy aquí por trabajo», respondió con voz melodiosa. Me sorprendió que no tartamudeara delante de mí. Ella era diferente. Normalmente las chicas babeaban por mí, pero Sangavi ni siquiera se fijó en mi cuerpo. Su cara era seria y de negocios y eso me excitaba.

No obstante, me ajusté el traje, me abroché los botones de la camisa interior y la miré fijamente.

«Bienvenida, Señorita Carter, soy su jefe y el director general de este banco, Caleb Theller», le dije despreocupadamente y me dirigí hacia ella.

Cada paso que daba, ella retrocedía uno. Mi altura sobresalía por encima de su frágil cuerpo.

«¿Empezamos ahora Señorita Carter?» dije mientras me detenía a unos centímetros de ella. Ella enarcó las cejas confundida.

«¿Empezar qué, señor?» Ella preguntó y yo sonreí malvadamente, y sabía que mis ojos brillaban maliciosamente «Oh no es nada. Sólo con su castigo por llegar tarde en su primer día Señorita Carter» le dije y vi como sus ojos se abrían como un platillo.

Empecé a darle duro y me aseguré de cargarla con trabajo pesado. Debo decir que admiraba su duro trabajo. Empezaba a gustarme, pero entonces tuvo que volver a arruinarme la diversión. Por segunda vez en el día ella entró, interrumpiéndome cuando estaba en medio de una caliente sesión de besos. Ahora estaba muy cabreado. Me impidió liberarme una vez más. Ahora era muy difícil controlar mis hormonas. Contemplé la posibilidad de echarla de mi despacho y seguir follándome a esta z%rra que tenía en mis brazos, pero pensé que no. Le grité y le advertí que no volviera a hacerlo o se atendría a las consecuencias. Pero entonces me sentí realmente culpable cuando se desmayó en mis brazos. No sabía que se estaba muriendo de hambre desde por la mañana. Me sentía muy mal por haberla hecho trabajar tanto y no haberme molestado en darle un descanso.

Pero el hecho de que se estremeciera cuando intenté tocarla me cabreó. Actuó como si yo fuera una mi$rda en el suelo, sucia y asquerosa… ¿Qué le pasaba?

Intenté mantener la distancia entre nosotros. La sobrecargué de trabajo y fui duro con ella, sin embargo, ella fue tan gentil y amable cuando mi mano se quemó debido a ese estúpido café.

Estaba seguro de que cuando me quemara las manos, ella se sentiría aliviada y se reiría en mi cara diciendo que el Karma es una perra. Pero ella era diferente. Estaba preocupada, realmente preocupada. Me ayudó y todo el tiempo no pude evitar mirar su hermosa cara de caramelo, tratando de entenderla. Me estaba volviendo loco. Era absolutamente impresionante. Su piel impecable y sus ojos marrones, que se escondían detrás de esas gafas, eran tan exóticos. Cada vez que me sonreía, el corazón me daba un vuelco. Su simple sonrisa tenía la llave para curar cualquier herida y borrar cualquier pena.

Nunca en mi vida me había sentido así. Era una sensación tan extraña. Me temblaban las rodillas. No podía creer lo que veía. Ella me sonreía. Tan hermosa. Sin embargo, no me gustaba esa sensación. Me debilitaba y me ponía de los nervios. Soy Caleb Theller, fuerte, poderoso y frío. No debería sentir nada de eso. Canalicé mis emociones en ira, dirigiéndola hacia ella. Era la única forma de sacármela de encima.

Esa misma semana tuve que marcharme a una reunión de negocios. No la llevé conmigo, aunque quería hacerlo, pero quería mantener la distancia entre nosotros.

Esto no estaba bien. De hecho estaba totalmente mal.

Después de dos días de trabajo agitado regresé justo antes de que terminara el día. Al llegar a Nueva York quise relajarme un poco y eso fue liberarme. Fui a un club llamado «Storm».

Estaba bebiendo y viviendo un poco mi vida cuando oí a todo el mundo animando. Fruncí un poco el ceño y por curiosidad salí de mi sección VIP. Las chicas que me enviaban guiños e intentaban llamar mi atención no tenían ningún poder sobre mí cuando vi a esta chica bailando despreocupadamente, todo el mundo animándola.

Movía su cuerpo tan sexymente y balanceaba sus caderas con gracia. Me concentré en su cara y para mi absoluta sorpresa no podía creer lo que veían mis ojos.

«¿Señorita Carter?» Susurré sin creer lo que veían mis ojos.

No podía creer que bajo ese atuendo profesional y esas gafas hubiera una chica sexy. Ni siquiera parpadeé. Tenía miedo de que se desvaneciera si parpadeaba. Vi cómo se detenía y todo el mundo la aclamaba.

Caminaba con una chica y un grupo se le unió. Estaba disfrutando como nunca. Reía, charlaba y disfrutaba. Estaba impresionante con ese vestido tan sexy. Quería arrancárselo y tomarla de todas las formas posibles.

La vi marcharse, decepcionada. Mi corazón latía con fuerza sólo con verla reír.

«Contrólate» me susurré a mí mismo y justo cuando estaba a punto de irme se dio la vuelta y sus ojos se encontraron con los míos. Sus ojos se abrieron de par en par al verme. Me quedé mirándola sin saber qué hacer. Siguió mirándome y cuando se dio la vuelta hablando con su amiga, aproveché la oportunidad y me fui. Estaba seguro de que debía de estar buscándome, pero no quería que me viera porque no quería que hubiera nada entre nosotros. Quería que me odiara. Quería odiarla y la odiaré.

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