Jugando con fuego
Capítulo 48

Capítulo 48:

El cielo era mil millones de ojos puros de luz como si la oscuridad de la noche y la luz del día se han unido para mirar hermoso. Era el amanecer y yo seguía de pie en mi balcón mirando el interminable cielo inmenso que llegaba más allá y se veía hermoso. Al contrario de lo que era mi vida.

Pensaba que había vivido una vida hermosa. Era independiente y hacía lo que quería. No había nadie en mi vida y, en cierto momento, me acostumbré a ello hasta el punto de que ni siquiera creía necesario hacer saber a nadie lo que quería o sentía. A veces, sí pensaba en ello, en cómo habría sido mi vida si hubiera estado con mis padres. Seguramente, habría tenido esos globos, helados y juguetes que todos los niños tenían pero yo no.

En el orfanato, nos hacíamos nuestros propios juguetes, solo nos daban helados cuando había alguna ocasión y los globos eran como sueños. Ninguno celebraba su cumpleaños. Era como si no supieran o no quisieran hacerlo. Yo era de estos últimos. Sabía mi fecha de nacimiento, pero nunca hablaba de ella. En un momento dado, dejé de pensar que me habían separado de mis padres y me había caído al río, y acabé pensando que quizá mis padres querían deshacerse de mí y por eso me abandonaron o me tiraron al río.

Si hubiera pensado en esto, tal vez, hubiera sido más fácil meterle mano a Giselle.

Esa vil mujer vivía una vida armoniosa, después de matar a tres personas y salir impune. Mis padres y tampoco el Señor Oliver merecían lo que les pasó. Sucedió sólo por la mente perversa de Giselle y que me condenaran si le dejaba soltar los anzuelos fácilmente.

Había olvidado cosas, pero eso no significaba que redujera el dolor y el sufrimiento que tuve que soportar todos estos años. Ahora, culpo a Giselle por la vida que viví. Si no fuera por Giselle, habría vivido mi vida con mis padres, felizmente.

«¿Qué estás haciendo ahí?» Oí la voz ronca de Caleb mientras lo sentía detrás de mí e inclinándose hacia mí, envolviendo mi cuerpo con sus brazos. Sonreí al sentir cómo me rozaba el cuello con la cara e inhaló profundamente apretándome más.

«Tienes mucho frío. Métete dentro», me dijo y tiró de mí mientras yo le devolvía la mirada con una sonrisa.

«Buenos días», susurré y él sonrió inclinándose para abrazarme.

«Buenos días, cariño», se rió mientras me abrazaba con fuerza.

«¿Cómo te sientes ahora?» me preguntó y entendí de lo que hablaba. Desde que recordé a mis padres y su muerte, he estado llorando y sollozando sin parar. Era como si mis ojos tuvieran mente propia. Me brillaban las lágrimas y anoche lloré hasta quedarme dormida. Además, he tenido alucinaciones, gritos y la agonía de la gente.

Los gritos de mi madre resonaban en mi oído y eso era lo que más me dolía. Parecía una tortura mental. Caleb se había preocupado por mí y después de pensarlo, decidí qué debía hacer para dejar de alucinar más.

«Sí, me encuentro mucho mejor», le dije y él se recompuso mientras me miraba.

«Te prepararé un café», sonrió mientras me acariciaba la cara y pasaba junto a mí hacia la encimera de la cocina. Me envolví bien el chal y me volví para mirarle. Estaba sin camiseta y el pantalón de chándal le colgaba de la cintura mientras buscaba la jarra de leche en la nevera y se dirigía a la encimera en busca del café.

Se había quedado conmigo, cuidando de mí desde el momento en que me encontré cara a cara con mi realidad. Y cada vez me preocupaba más por él. Porque parecía sufrir mucho más que yo al verme sufrir y no poder hacer nada por mí. Además, se ha estado centrando más en mí y he visto que su teléfono sonaba violentamente. Ha estado ignorando su trabajo sólo por mí y eso me preocupó.

Sin duda era adicto al trabajo y si sigue pendiente de su trabajo entonces definitivamente acabaría pasando noches sin dormir y sin descanso trabajando para poder hacer frente al trabajo pendiente.

No puedo dejar que sufra por mi culpa.

Pero también quería vengar a mis padres. No me importo la ultima vez cuando me ataco porque pense que no era tan razonable pero ahora cuando se la razon, quiero luchar, no por mi sino por mis difuntos padres y vengar su brutal asesinato. Sólo puedo imaginar lo que sintieron cuando me vieron por última vez. Sus sueños y su amor se hundieron conmigo y habían estado conmigo toda mi vida.

«Quiero volver a Estados Unidos», le dije, y vi cómo se le ponía rígida la espalda y se volvía para mirarme.

«¡Me niego!», dijo con esa mirada severa.

«No te lo estaba pidiendo. Te lo estoy diciendo», le dije sinceramente mientras él suspiraba apagando la tetera mientras me devolvía la mirada.

«Y no estoy bromeando. Ya te lo he dicho. No vas a ir a ninguna parte. No olvides que llegaste a dejarme para perseguir tus sueños. Ahora estás aquí y vas a terminar tus estudios».

«Yo también estaba aquí porque también era el sueño de mi madre. Pero ahora sé cómo mataron a mis padres y el asesino anda suelto. ¿Cómo esperas que estudie después de saber todo esto? Voy a volver a Estados Unidos para vengar a mis padres, y no pararé hasta que encuentre a Giselle», le dije con firmeza.

«No irás a ninguna parte. La policía ya está haciendo su trabajo para encontrar a Giselle y yo he contratado detectives privados para encontrar a Giselle. ¿No entiendes lo peligroso que es para ti volver allí? Ella quiere matarte y no permitiré que te haga nada. Antes me entristecía que me dejaras para venir a París, pero ahora estoy muy contento y feliz de que hayas elegido venir aquí. Aquí estás a salvo», argumentó mientras se acercaba y me cogía de los brazos.

«Sang, sé que quieres vengar a tus padres y sé cómo te sientes. Es peor y has tenido que soportar tanto pero, por favor, por una vez piensa en mí. Te quiero y lo he hecho todo por ti, por nosotros. ¿Puedes siquiera imaginar por lo que pasé cuando estabas en tu lecho de muerte, con múltiples disparos? Creía que me moría cada segundo que te veía así. Ni siquiera puedo tolerar ese recuerdo. No voy a dejar que te vayas a ninguna parte. ¡Nunca! Si quieres vengar a tus padres, entonces lo haré por ti. Giselle no me conoce y será más fácil para mí llegar a ella. Vengaré la muerte de tus padres por ti. Pero por favor, por ahora, ni siquiera pienses en volver a los Estados Unidos. Céntrate en tus estudios y confía en mí…», me pidió mientras me sujetaba la cara.

Sus ojos brillaban con lágrimas. Me dolió el corazón al sentir que le había hecho daño. Sabía que le haría daño, pero quería saber qué sentía por lo que yo quería. Estaba claro que no me dejaría marchar. Pero una sonrisa se formó en mi cara mientras me apoyaba en su tacto.

Dijo que vengaría la muerte de mis padres por mí.

¿Cuánto me ama para llegar tan lejos por mí?

«Lo siento. Sé que te he hecho daño. Pero no puedo dejar de pensar en ellos desde que me di cuenta de que los habían asesinado», le dije y él asintió.

«Lo sé. Lo comprendo. Entiendo perfectamente lo que debes estar sufriendo ahora mismo. Pero, por favor. Sólo por esta vez. Confía en mí, traeré a esa mujer a tus pies. Manejaré el asunto a mi manera. Es un tema delicado y tienes que confiar en mí por esta vez -dijo mientras se inclinaba y apoyaba su frente en la mía mientras yo asentía.

Quizá debería dejarle hacer lo que quiere.

Le conozco, no me fallará.

«Pero si quieres hacer esto por tu cuenta entonces tienes que prometerme una cosa», le dije y eso hizo que me devolviera la mirada.

«Has estado descuidando tu trabajo por mí. Y ya hace dos meses que estás aquí. Tienes que volver a Estados Unidos por tu trabajo», le dije y me soltó mientras se daba la vuelta y volvía a la encimera de la cocina encendiendo la tetera para preparar café.

«He estado haciendo mi trabajo, perfectamente bien», murmuró lo que me hizo suspirar.

Le rodeé el torso con los brazos y apoyé la barbilla en su hombro.

«No estoy ciega. Veo la frustración en tu cara y esas llamadas. Vuelve ya. Vuelve cuando hayas terminado. Te prometo que no dejaré que mi mente divague ni haré ninguna estupidez. Confío en ti y dejaré que te encargues de Giselle y mientras tanto estudiaré mucho», murmuré y él tarareó en respuesta.

«¿Caleb?»

«Caleb,»

«¿Entiendes?» pregunté y él miró hacia atrás. «Sí, lo entiendo. Entonces confiaré en ti esta vez. Espero que cumplas tu promesa y te concentres en tus estudios», dijo mientras yo asentía sonriéndole y me ponía de puntillas para darle un picotazo en los labios que le hizo sonreír mientras me cogía de la mano y preparaba el café, tarareando aquella canción francesa que me cantó hace meses y que me hizo soltar una risita.

Si Caleb estaba conmigo, mi mañana parecía más hermosa que nunca.

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