Esposa forzada -
Capítulo 62
Capítulo 62:
El Abuelo Albert ordenó al mayordomo y al médico porque era consciente del hecho de que la presencia de personas irrelevantes incomodaba a Sara.
A partir de ahora, las cosas o situaciones con las que se sienta incómoda deben ser atendidas de inmediato.
Sara miraba a Eros, silenciosamente feliz de que el abuelo se deshiciera de todos. No estaba acostumbrada a dejar que todos escucharan sus asuntos personales.
“Me enteré cuando estabas en el hospital”
Sara susurró en voz baja, mirando hacia arriba en sus orbes de color marrón claro.
El Abuelo Albert se adelantó, haciendo que Eros se hiciera a un lado para dejarle paso.
Sara dudaba en hacer o decir algo más porque desconocía la forma correcta de comportarse en una situación como esta.
“Ahora tienes que cuidarte, Sara. No más peleas. Si Eros hace algo, tienes que decírmelo en lugar de decidir salir de la casa”
El Abuelo Albert trató de mantener su postura estoica cuando todo lo que tenía ganas de hacer era sonreír de oreja a oreja.
Miró a Eros, que estaba sonriendo ampliamente antes de inclinarse hacia Sara para susurrarle:
“Si mi nieto te molesta demasiado, dímelo y lo echaré a patadas, pero no puedes irte ahora. En su lugar, nos desharemos de él, promesa”
Sara soltó una carcajada, sus mejillas se pusieron rosadas por la alegría. El Abuelo Albert parecía estar de buen humor, lo cual era algo inusual.
Eros miró al Abuelo Albert con expresión de sorpresa.
Nunca antes había visto tanta calidez y alegría en su rostro.
Parecía que realmente se alegraba por ellos.
La cabeza de Eros giró rápidamente hacia Sara, su corazón se llenó de gratitud.
El Abuelo Albert había hecho más por ella en este momento que lo que su propio abuelo había hecho por ella durante toda su vida.
El Abuelo Albert la había hecho sentir que realmente pertenecía a esta familia, sin tener que pagar por cada cosa buena que le sucedía.
Eros, que solía ser tan poderoso y arrogante, se veía pequeño y vulnerable ante la muestra de buen corazón que quería mantener a su familia unida y feliz.
Sara miró al Abuelo Albert, una sonrisa cálida en sus labios también.
No pudo evitar sentir un gran aprecio, a pesar del riesgo de que ella pensara que él no la consideraba parte de su familia.
Retiró la mano y se volvió hacia Eros, que estaba atrapado en algún lugar entre el sexto y el séptimo cielo.
“No la molestes de nuevo”
Advirtió, levantando el dedo y observando a Eros suspirar dramáticamente.
“Ella es la que me preocupa”, murmuró Eros por lo bajo, pero al instante se enderezó cuando notó la intención asesina en los ojos del Abuelo Albert.
“Como tú digas, abuelo”.
Él asintió con la cabeza obedientemente.
El Abuelo Albert miró por última vez a Sara, que jugueteaba nerviosamente con los dedos antes de decidir dejarlos solos para hablar.
En el momento en que salió de la habitación y la puerta se cerró detrás de él, un silencio incómodo se apoderó de la atmósfera.
Los ojos de Eros observaron a Sara, que miraba hacia el suelo.
Extraño.
Así pensaba él que era la situación porque ambos no sabían qué decir para expresar sus emociones.
“Yo… no sabes lo feliz que estoy en este momento”
Eros rompió el silencio, cerrando la distancia entre ellos.
Su mano ahuecó su mejilla, levantando su rostro para poder mirarla a los ojos.
Sara se mordisqueó el labio inferior, sus orbes verdes asomándose a los de él, de color marrón claro.
“Bueno”
Ella soltó, nerviosa.
Eros atrajo a Sara, sus manos rodearon su cintura en un abrazo.
Su cabeza descansaba sobre su pecho, sus oídos escuchaban los latidos de su corazón, que eran más rápidos de lo normal.
“Planeaba no decírtelo por un tiempo, pero supongo que no puedo hacerte esto. Tienes derecho a saberlo”
Sara susurró contra su pecho antes de echar la cabeza hacia atrás para mirarlo.
Eros besó su nariz roja, la sonrisa jugando constantemente en sus labios.
“Gracias”
Él depositó un casto beso en su frente mostrando gratitud por no castigarlo escondiéndole algo tan perfecto.
Sara apoyó la cabeza en su pecho, con una sonrisa tirando de la comisura de sus labios hacia arriba.
Su reacción no fue la que ella esperaba.
Era más que eso.
No fue algo explosivo ni exagerado.
Sus expresiones gritaban estables, tranquilas y felices.
Estaba tratando de no saltar por el lugar porque sabía que una reacción extrema podría hacerla sentir incómoda.
Era algo nuevo para ella y todavía se estaba acostumbrando al hecho de que pronto se convertiría en madre, por lo que no quería reacciones extremas.
Ella solo quería la calma y la paz mental que Eros le proporcionaba con su reacción tranquilizadora.
“Estoy nerviosa”
La voz apagada de Sara apareció en el silencio de la habitación, haciendo que Eros tarareara mientras la abrazaba, meciéndola ligeramente hacia adelante y hacia atrás.
“Está bien, bebé”.
Él plantó un beso en su cabeza y colocó su mejilla sobre su cabeza, haciéndola suspirar.
Siempre hizo que todo sonara tan fácil que nada la preocupaba por mucho tiempo.
“Estoy cansada”
La voz de Sara apareció de nuevo, haciéndolo sonreír.
Ella solo estaba tratando de deshacerse de él porque la había estado abrazando durante más de cinco minutos.
Eros besó suavemente sus labios.
“Ya lo sé”.
Sabía cómo hacer que su corazón palpitara y se llenara de amor de nuevo.
Después de apagar las luces, Eros se acostó a su lado en la cama, antes de acercarla furtivamente a su cuerpo, acurrucándola.
“¿Cómo compraste todo antes si no tenías dinero, Eros?” preguntó Eros, con cautela.
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