Esposa forzada -
Capítulo 14
Capítulo 14:
Apretando los dientes, Eros besó la frente de Sara.
“Shhh… nadie te está reteniendo. Estoy aquí. Nadie te tocará de nuevo”, susurró.
Eros sacó su teléfono y llamó al médico, sin quitar los ojos de Sara, pidiéndole que viniera lo antes posible.
La culpa lo abrumaba por no haber hecho nada hasta ese momento para aliviar su dolor.
La imagen de Sara herida y sufriendo permanecía grabada en su mente, mientras el médico se retiraba tras haberla revisado.
Sentado a su lado, Eros colocaba un paño frío sobre su frente para combatir la fiebre que, aunque había bajado, la dejaba pálida y delirante.
En sueños, Sara murmuraba fragmentos de su trauma: el ataque de Gabriel, la sangre, su madre y su resentimiento hacia los Lexington por su muerte.
A ratos, hablaba de su abuelo y de cómo la había desheredado de la empresa familiar y del apellido Lexington tras el incidente con Eros.
Eros, atormentado por no haberla consolado antes, sostenía su mejilla con ternura, asegurándose de que ella sintiera su presencia.
“Si quieres la Lexington Corporation…”, prometió Eros, con determinación, besando su frente.
“Lo tendrás, amor. Haré lo que sea para ayudarte a recuperarte y a superar esto”
Con esas palabras, selló su compromiso.
Sara, aún en su delirio, se aferraba a Eros como su única certeza en medio del caos.
Su agarre firme demostraba su miedo a quedarse sola, a enfrentar los horrores y la soledad que la acechaban.
No era por falta de deseo de cuidar de él; simplemente nunca había aprendido a cuidar de alguien más.
Eros, aliviado al notar que la fiebre de Sara había cedido, la ayudaba a beber agua.
La preocupación que había sentido durante toda la noche, velando por ella, se reflejaba en sus ojos.
Sara, confundida y emocionada, se daba cuenta de que, por primera vez desde la muerte de su madre, alguien la miraba con genuina preocupación.
“Eres mi esposa, y es mi deber cuidarte”, le dijo Eros con una sonrisa juguetona.
Para Sara, esas palabras simples pero significativas eran un bálsamo para su alma herida.
Con lágrimas en los ojos, Sara se abrazó a Eros, permitiéndose finalmente sentir el consuelo que tanto había anhelado.
“No te alejes”, susurró, mientras Eros, conmovido, la abrazaba con firmeza.
El agradecimiento de Sara era palpable, y aunque Eros se apartó, la conexión entre ellos había cambiado.
Mientras se levantaba, notó que Sara aún no había percibido el cambio en su vestimenta, presagiando la tormenta emocional que se desataría una vez se diera cuenta.
“Voy a traerte algo de comer”
Eros negó con la cabeza y expresó antes de moverse hacia la puerta.
Sara, con un impulso repentino, descolgó el teléfono y se levantó de la cama tambaleante.
Él la agarró justo a tiempo, sorprendido ante su súbito movimiento.
Ella lo besó en la mejilla y apretó su abrazo, todos sus miedos olvidados y desaparecidos por el momento.
“Estoy tan feliz” exclamó ella mientras envolvía sus piernas alrededor de su cintura, sin darse cuenta realmente de lo que estaba haciendo en su estado de excitación.
Eros, una vez que la aseguró en sus brazos, cerró la puerta detrás de sí y se encontró con la mirada del Abuelo Magnus, quien, sentado en su asiento de poder, la llamó con su tono habitualmente escalofriante.
A Sara ya no la desconcertaba eso.
Con elegancia y sin prestar atención a Rowan, Sara se sentó frente a su abuelo.
“¿Cómo estás, Sara?”
Rowan llamó su atención con una pregunta inesperada.
Ella le respondió con una sonrisa forzada.
“Perfectamente bien”
Los ojos de Rowan se entrecerraron, como si estuviera buscando algo en el rostro de Sara, algo que ella no podía precisar.
“Bueno saber”
Asintió él perezosamente y dirigió su vista hacia el Abuelo Magnus, quien estaba firmando unos papeles.
“Lexington Corporation hizo un trato con Alexander Constructions recientemente”
Reveló el abuelo sin levantar la vista de los documentos.
Había algo sospechoso en su comportamiento; el Abuelo Magnus nunca evitaba la mirada de alguien, prefería intimidar con su fija observación.
“Es bueno saberlo”
Sara exhaló, sintiendo la mirada fija de Rowan nuevamente sobre ella.
“¿Qué sabes de los Alexander?”
Finalmente preguntó el Abuelo Magnus, dándole a Sara toda la atención que a la vez deseaba y despreciaba.
“Son los más ricos del país…” comentó Sara, describiendo la poderosa presencia de la Familia Alexander, quienes mantenían su privacidad y estaban libres de escándalos, como miembros de una sociedad secreta.
El Abuelo Magnus reformuló su pregunta, buscando una respuesta más personal.
“¿Quién sabe de la Familia Alexander?”
Sara negó con la cabeza, confirmando su ignorancia sobre la familia más allá de lo que era de conocimiento público.
La conversación dio un giro cuando Rowan reveló que el nuevo presidente de la empresa había preguntado específicamente por ella.
“¿Preguntó por mí? ¿En qué sentido exactamente?” preguntó Sara, sorprendida y curiosa.
Rowan y el Abuelo Magnus intercambiaron una mirada confusa.
Esperaban que Sara tuviera respuestas, pero ella también estaba ajena a las razones detrás de este interés.
El Abuelo Magnus expuso que el nuevo presidente solo discutiría el proyecto con:
“Sara Lexington”
Lo que dejó a todos perplejos.
“¿Por qué yo?”
Sara reflejaba la confusión de los presentes. La demanda era clara, el trato entre las dos empresas dependía de su participación.
El Abuelo Magnus, claramente frustrado y pensativo, se frotó las sienes. El beneficio potencial del trato y la repercusión de la ausencia de Sara pesaban sobre él.
Sara, abrumada por la situación, miraba alternativamente al Abuelo Magnus y a Rowan, quien la miraba con una intensidad desagradable.
La conversación se desvió hacia su asistente, Lian, y en ese momento, Sara notó cuán cansado se veía su abuelo; tal vez la vejez le estaba pasando factura.
Aunque no era agradable, no pudo evitar sentir un atisbo de satisfacción al verlo así, manteniendo su mirada fija en él mientras jugaba con sus pensamientos.
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